Réplica del doctor Barnard
Me he visto sorprendido por el editorial publicado en su respetable periódico; nunca pude imaginar que mis palabras pudieran ser mal interpretadas o, posiblemente, mal traducidas, lo que ha motivado que se me califique de nazi.Cualquiera que conozca mis anos de actividad profesional, que han tratado siempre de salvar y mejorar la vida de los seres humanos, se escandalizaría igualmente ante esta etiqueta, que precisamente niega la esencia de toda mi actividad. En lo que respecta a mi personalidad, es también muy conocida mi postura en contra del apartheid en Africa del Sur y, contra la discriminación racial en gerieral, como es evidente por las declaraciones que hice en Madrid esta semana a otros medios de comunicación.
Durante mi breve visita a España pude percibir cierto paroxismo político. Esto tal vez podría ayudar a explicar cómo una visión panorámica y los consecuentes comentarios pueden ser tomados fuera del contexto y reducidos a un enfoque político, personal y particular. Yo estoy a favor del pacifismo y de la democracia, y mi declaración de que el mayor peligro para el mundo occidental es la libertad política ha sido mutilada por la omisión de la otra mitad de la frase: "libertad política sin responsabilidad y honestidad". Responsabilidad significa aceptar las consecuencias sociales de los actos de nuestros conciudadanos, y honestidad es reconocer no solamente nuestra propia realidad, sino una que sea aceptable y justa para todos. En mis otras entrevistas en Madrid siempre he tratado conscientemente de clarificar ese punto, reconociendo que sería fácil deformar ese concepto en cualquier país donde la libertad política es aún reciente y a menudo frágil.
Siento profundamente que el tiempo y las circunstancias no me hayan permitido una clarificación en el caso de su periódico.
Como hombre de ciencia, estoy capacitado para dar mi opinión sobre problemas científicos, y desde ese punto de vista científico hablo. Muchas veces la realidad social del hombre invade o distorsiona su realidad natural. No soy una autoridad en filosofía política, pero es obvio que ciertos aspectos de nuestra organización social y política no son congruentes con el proceso natural del hombre. Como científico, estoy obligado por mi parte a colaborar con el sistema que asegure mejor que estas opiniones están basadas únicamente en las ideas de libertad, respeto y solidaridad. Creo que estos principios no llevan al nazismo, una doctrina que, puedo añadir, me es absolutamente repugnante.
En Madrid vi con mis propios ojos a jóvenes uniformados con la
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svástica en el brazo, llevando la bandera española. ¿Era ésta una manifestación autorizada en nombre de la libertad política?
En mi país, precisamente por respeto a otros ciudadanos a los que habría ofendido esta interpretación de la libertad política, no se habría permitido. Puesto que mi visita a España ha sido realizada por motivos profesionales, lamento que su periódico haya intentado situar mi libro La máquina del cuerpo en una posición entre ciencia y pensamiento, sobre todo cuando este libro ha sido escrito con la ayuda de médicos de reconocído prestigio universal. / .
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