Manifestaciones de exaltación democrática al paso de los Reyes por los pueblos y ciudades de Aragón
Las 20.000 personas que aclamaron a los Reyes de España en Zaragoza el pasado día 17 marcaron la pauta de la cálida acogida popular recibida por don Juan Carlos y doña Sofía a lo largo de los tres días de estancia oficial en Aragón. Este clima de entusiasmo ha estado enmarcado en continuas manifestaciones de exaltación democrática en esta primera visita oficial que realizaban los Reyes a Aragón, y que ha coincidido también con el primer viaje dentro de España de los Soberanos después de los sucesos del 23 de febrero pasado.
GALANLa capital más importante de la región, Zaragoza, resumiría con la acogida clamorosa a los Reyes la actitud que mantendrían después las otras dos capitales de provincia, Huesca y Teruel, así como las viejas localidades históricas que visitaron. Cientos de personas hicieron cola en los ayuntamientos para estrechar las manos de los Reyes, cuya presencia despertó el entusiasmo por todas partes.La mayoría de los observadores han coincidido en señalar importantes cambios en los discursos pronunciados por el Rey a lo largo de este viaje, el primero de los cuales, pronunciado en Zaragoza, ha tenido importantes resonancias en todos los partidos. «La política», dijo el Rey en esta ocasión, «para merecer el respeto de todos, no debe caer en la ineficacia, en las luchas intestinas». En la casi totalidad de los ayuntamientos visitados, integrados por una amplia gama de agrupaciones políticas, desde el Partido Comunista (PCE) hasta el Partido Aragonés Regionalista (PAR), pasando por el PSOE y Unión de Centro Democrático (UCD), los alcaldes han mantenido una coincidencia casi absoluta a la hora de resumir el papel que la Monarquía española desempeña en estos momentos en la vida de nuestro país, y que se ha puesto de relieve en las palabras dedicadas por los alcaldes al Rey, que como en el caso de Joaquín Saludas, de la localidad de Monzón, perteneciente al PCE, ha saludado al Monarca como defensor de la democracia y auténtico soporte del Estado.
Este mismo espíritu estuvo presente en el discurso de Ramón Sainz de Varanda, alcalde de Zaragoza, que se encuentra hospitalizado con un fuerte agotamiento, y que fue leído por el alcalde en funciones, Luis Roldán, también del PSOE: «Vuestra Majestad», decía el discurso, «impidió, secuestrada la soberanía nacional, el triunfo de la indisciplina y el desorden».
El viaje de los Reyes, vertiginoso de por sí, resultó especialmente acelerado para los periodistas encargados de cubrir la información puntual de cada jornada, que viajaban en un helicóptero del tipo Chinook perteneciente a las Fuer zas Aeromóviles del Ejército de Tierra (FAMET).
En Alcañiz, antigua localidad del Reino de Aragón, donde los Reyes inauguraron un asilo de ancianos, hubo escenas de auténtico entusiasmo por parte de las monjitas del centro, que con gesto tembloroso rogaban a los periodistas que se apartaran para poder estrechar la mano de los Soberanos. Pero ni fotógrafos ni redactores pudieron entrar en el asilo, donde, según el relato de algún que otro informador que consiguió colarse una pareja de ancianos cantó una jota a don Juan Carlos y doña Sofía. El Ayuntamiento de Alcañiz regaló a la Reina unos pendientes de baturra, en oro, después de que doña Sofía rechazara cortesmente las piedras preciosas que pensaban incluir en esta joya, sumándose así a la austeridad de don Juan Carlos, que prefirió el bronce al oro, en la medalla que le impuso el alcalde de Calatayud.
Cientos de personas esperaban en Barbastro, junto a los Pirineos aragoneses, la llegada de los Monarcas. Las ventanas enrejadas del convento de las siervas de María, que cierra uno de los laterales de la hermosa plaza del Ayuntamiento de esta ciudad, estaban abarrotadas de religiosas y seglares, y entre la gente que llenaba la plaza, acordonada por la Guardia Civil, una mujer en primera fila lloraba desconsoladamente. «No le pasa nada, es la emoción», comentaba una vecina.
Ya en Monzón, el núcleo más industrial de la provincia de Huesca, bajo la sombra inmensa del viejo castillo de los Templarios, donde pasó su infancia el rey Jaime I, una enorme pancarta saludaba a los ilustres visitantes en un Viva los Reyes elemental y sincero. Después del almuerzo en Huesca, los Reyes emprendieron regreso a Madrid sobrevolando los viejos canales de regadío, aún no concluidos, de los Monegros de Huesca.
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