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Preocupación en los ambientes progresistas cristianos por la derechización de la Iglesia

Cristianos por el Socialismo, nacido en un contexto dictatorial, se ha reunido en Zaragoza para analizar su razón de ser en un sistema democrático. Las amenazas que pesan sobre la libertad, la actitud de una Iglesia reacia a reconocer la existencia de un Estado laico, así como la postura del socialismo, urgido por razones prácticas a silenciar sus objetivos finales, explican, en opinión de CPS, la actualidad de unos planteamientos formulados hace ahora ocho años.

Su historia cumple, sin embargo, diez años. En el Chile de Allende y durante el viaje de Fidel Castro en el invierno de 1971 se formó el Grupo de los 80, que trataron de poner al servicio del cambio chileno las potencialidades de la religiosidad latinoamericana. Pocos meses después, en abril de 1972, nacía formalmente Cristianos por el Socialismo en Santiago. Al año siguiente, con el Documento de Avila, enero 1973 (fue en marzo y tuvo lugar en Calafell), se organizaban los CPS en España. En aquella reunión, a la que Alfonso Carlos Comín llegó tarde porque empezaba a sentir los primeros síntomas del cáncer que le llevó a la tumba, estaban los tres José María: Díez Alegría, Llanos y González Ruiz; militantes de Bandera Roja, empeñados en delimitar por la derecha el alcance de CPS, «excluyendo a Izquierda Democrática», decían; miembros del Movimiento Socialista de Cataluña (MSC), de la ORT, de aquella USO, del PCE socialistas por libre y otros muchos sin etiquetas.En ocho años las cosas han cambiado para CPS. Hubo un tiempo en el que se les suponía detrás de la ocupación de la Nunciatura, en noviembre de 1973, o en el encierro del seminario de Madrid, de donde pasaron a la cárcel. Discutían en mesas redondas, más o menos clandestinas, sobre el marxismo y la religión, con la benevolencia del PCE o en dura polémica con el PT, «que no aceptaba la militancia de cristianos», o con la ORT, que sí los aceptaba, «pero sin que pudieran acceder a cargos en el partido». Aquella fue la época más beligerante.

Se trataba entonces de romper la ortodoxia que dictaban los centros de decisión católicos y marxistas, según la cual, y por mutuo acuerdo, «la incompatibilidad entre el marxismo y el cristianismo es total». Estos cristianos por el socialismo querían demostrar en hechos y dichos que un cristiano podía asumir la interpretación materialista de la historia sin renegar de su fe. El objetivo de aquellos años era quitar el miedo a los cristianos concientizados, como entonces se decía, para que dieran el paso a la militancia política en organizaciones de izquierda. Los puntos fuertes de aquel planteamiento eran la afirmación de una convergercia entre la defensa del pobre y la lucha de clases, esto es, la convergencia del marxismo y del cristianismo, la crítica de la religión dominante como ideología del franquismo o del capitalismo, la afirmación de CPS como una corriente más dentro del natural pluralismo cristiano.

Aunque ya entonces se tildaba a CPS de elitista e intelectualista, fue aquella la época de mayor incidencia social. Alfonso Comín, que se pasó con una buena parte de Bandera Roja al PCE, animó el desarrollo del eurocomunismo con su idea de que la laicidad del comunismo exigía el respeto a la pluralidad de culturas operantes en su seno, por ejemplo la cristiana. Se hicieron estudios teóricos sobre la crítica marxista de la religión, que no siempre pasaron la censura, pero que después sirvieron de base a los documentos fundamentales de CPS en Francia, Alemania o Filipinas.

CPS se ha entendido siempre como una corriente cristiana y no como una asociación política. A los políticos les costaba entenderlo. Cuando, a raíz de la muerte de Carrero Blanco se inician en Madrid los sondeos de las mesas democráticas, por iniciativa comunista y aprovechando intervalos de libertad de Sánchez Montero, los asistentes solían ser, además del convocante, algún político carlista y muchos cristianos: delegados de grupos cristianos, de esta o aquella comunidad, de justicia y paz... También querían a CPS y allí fue Carlos Jiménez de Parga, el cura de Palomeras, quien abandonó pronto la reunión «porque faltaban grupos políticos y que aquello parecía una asamblea cristiana». También les costaba a los obispos entender que CPS no fuera un grupo político. Hubo el año 1976 un primer encuentro entre cuatro cristianos por el socialismo y cuatro obispos: Díaz Merchán, Dorado, Yanes. Tras cuatro horas de discusión. Elías Yanes, que no paró de tomar notas, entendía las honradas motivaciones del CPS, pero hizo este resumen: «Esto es un homenaje de los comunistas. Y los comunistas españoles obedecen a Moscú, que no está ni por la democracia ni por la libertad». Allí se acabó la sesión.

Del diálogo marxista a la crítica eclesiástica

El inicio del proceso de democratización que se produce a raíz de la muerte de Franco altera considerablemente los planteamientos de CPS. El núcleo organizador fundamental se mantiene -Juan García Nieto y Comín, en Cataluña; Alberto Vidal y Rafael Aguirre, en el País Vasco; Félix Galindo, en Andalucía; José Sánchez, en Madrid, etcétera-, pero son muchos los que asumen responsabilidades políticas en sus respectivas organizaciones. Por otro lado, la iglesia jerárquica, que hasta ese momento había mantenido una postura de derribo al nacionalcatolicismo, desarrolla ahora una política de defensa corporativista de sus intereses. Sólo en el año 1977 la jerarquía española, que hasta ese momento se había manifestado hostil a la creación de un partido democristiano, publica tres documentos tratando de orientar la conciencia cristiana a la hora de votar. Y dice a los católicos que no den su apoyo a los partidos con ideología marxista, a los que estén contra la libertad de enseñanza y a quienes defienden el divorcio y, por supuesto, el aborto. AP y UCD aprovechan el mensaje.Los cristianos por el socialismo consideran que el primer gran objetivo de su planteamiento -el derecho a militar en cualquier partido de la izquierda- esta asumido por la opinión pública, y se centran en el segundo: «la crítica a la utilización ideológica de la religión por la derecha», es decir, la legitimación religiosa de intereses que no corresponden a los del pueblo. CPS participa en esta fase en las luchas a favor de una ley sobre el divorcio, afirma la laicidad del Estado y defiende la escuela pública contra la llamada libertad de enseñanza.

Se opone a que en la Constitución figure la referencia explícita a la Iglesia católica, lo que da lugar a un enfrentamiento dialéctico entre Carrillo y Comín. CPS entiende que ya no sopla en la Iglesia el viento de libertad de pocos años antes, cuando Tarancón hablaba de socialización de la enseñanza y los prelados se sumaban a la petición de amnistía o cuando, en un informe presentado a la XXIV Asamblea Plenaria, se decía a propósito del socialismo no marxista: «Casi todos los obispos le consideran lícito y algunos muy conveniente por considerarle más próximo al cristianismo». En este momento se produce la incorporación de muchos cristianos del PSOE, marxistas y no marxistas, a CPS.

El desencanto político también llega a CPS. Estos cristianos piensan entonces que lo importante es estar atento a lo que estiman derechización de la Iglesia y debatir temas pendientes en el viejo asunto del marxismo y cristianismo, tales como el sentido de la muerte o el papel de la ternura o el ocio en la política. Fue entonces cuando se empezó a hablar de si la época de CPS no estaba definitivamente periclitada, y estos ya eran otros tiempos. El desarrollo de los acontecimientos en el último año, poniendo al descubierto una libertad amenazada sin que la iglesia mostrara especiales reflejos democráticos, como ocurrió en la noche del 23-F, así como la crisis de los partidos, ha condicionado la respuesta que CPS ha dado en Zaragoza: la hora de Cristianos por el Socialismo no ha pasado.

Lo nuevo es que ya no hay una fijación unilateral al marxismo, sino que se invoca la pluralidad del socialismo, incluido el socialismo utópico que sustituía antaño las carencias teóricas con la afirmación de los valores éticos. CPS entra así en su tercera fase, la que considera el proceso de emancipación, no como una meta ya preconocida por esta o aquella teoría socialista existente, sino como un objetivo que hay que definir nuevamente y para cuya tarea todas las tradiciones de liberación son bienvenidas.

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