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Unos 12.000 ancianos de la provincia son absolutamente incapaces de valerse por sí mismos

Al menos una décima parte de los 120.000 ancianos con que cuenta la provincia de Madrid, excluida la capital, requieren una atención total y urgente por parte de los organismos públicos, dado que, por tener más de 75 años, no disponer de ingresos suficientes ni de ayuda familiar y encontrarse enfermos, son absolutamente incapaces de valerse por sí mismos. El resto afronta problemas de menor gravedad, pero también importantes, que recomiendan la puesta en práctica de una política asistencial basada en los centros de día y en los alojamientos vigilados, política que en estos momentos no se puede poner en práctica por la descoordinación existente entre los diversos organismos oficiales.

MANZANOAlberto Villate, diputado provincial delegado de Servicios Sociales de la Diputación, presentó ayer en una conferencia de prensa las conclusiones de un estudio realizado por el Equipo de Investigación Sociológica (EDIS) sobre las respuestas de 2.500 ancianos residentes en diversos pueblos de la provincia, a quienes se preguntó sobre sus condiciones de vida en familia, ingresos, enfermedades, problemas de soledad e incapacidad para realizar actividades cotidianas habituales entre la población más joven, entre otras cuestiones.Las conclusiones del estudio demuestran que uno de cada ocho ancianos de la provincia no tiene residencia fija, sino que viven por temporadas en la casa de diversos familiares o amigos, cuando, precisamente, disfrutar de una vivienda estable y digna, que para una persona joven es una cuestión de confort, para un anciano es una necesidad, pues es el marco donde se desarrolla la mayor parte de su vida cotidiana y su carencia puede significar fácilmente la aparición de trastornos psíquicos. Asimismo, de los 2.500 encuestados, el 87,5% son analfabeto o apenas sabe leer, y escribir, con dificultad.

Pensiones mínimas

El capítulo de sus medios propios de subsistencia demuestra palpablemente la situación de desamparo de los ancianos madrileños. Un 32% de ellos percibe pensiones inferiores a 15.000 pesetas, por debajo del mínimo considerado cómo vital para la supervivencia, y un 64,3% (incluidos los anteriores) no alcanza el salario mínimo interprofesional, fijado en 22.700 pesetas mensuales. Un 28,7% no percibe ingreso alguno en concepto de jubilación o pensión.El sentimiento de soledad y de no sentirse comprendidos por las generaciones más jóvenes es también habitual, aunque un 78,1% manifestó encontrarse a gusto con las personas con las que convive. La salud es otro de los capítulos importantes de la encuesta, no entendida sólo en su aspecto de padecer o no alguna enfermedad, sino en un sentido más amplio, funcional, definido como la capacidad o habilidad del anciano para valerse por sí mismo y cubrir sus necesidades sin ayuda apreciable de terceras personas. En la mayor o menor incidencia de los sentimientos de soledad y las situaciones de enfermedad e incapacidad, así como el nivel cultural, se advierte una relación directa con el nivel económico. Los más desamparados son aquéllos que disponen de menos recursos económicos.

Alberto Villate destacó la importancia de este estudio como base teórica para instrumentar la planificación de los servicios sociales para la tercera edad. Del mismo se desprende que sólo un 10,6% de los encuestados aceptaría de buen grado su internamiento en residencias de ancianos, prácticamente los mismos que viven en condiciones de desamparo total. El resto elige sin titubear la permanencia en sus barrios y en su entorno cotidiano. De ahí la política de la Diputación de ir a la construcción de centros de día y alojamientos vigilados.

El centro que se construye actualmente en Móstoles y que estará terminado en abril o mayo del año próximo, será la primera experiencia piloto en este campo. Según expuso Gerardo Hernández, coordinador técnico de las residencias de ancianos de la Diputación, el centro de Móstoles contará con instalaciones amplias que funcionarán como centro de día, donde los ancianos podrán acudir a comer y cenar, realizar actividades manuales, charlar, recibir sesiones de rehabilitación, etcétera, y luego regresar a dormir a sus casas. Para aquellos cuya convivencia familiar esté muy degradada, se reservarán apartamentos individuales, dotados de dormitorio, salita de estar y baño, de forma que vivan allí permanentemente, pero en la misma localidad de Móstoles.

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