El Equipo Crónica, imágenes y cosas
Las imágenes de los pintores son las imágenes de las cosas. Las cosas pueden ser caras, objetos, paisajes, situaciones, anécdotas..., pueden ser también líneas, colores, manchas, magmas, diagramas.... imágenes mentales, ensoñaciones... Las cosas pueden ser, lo son para el Equipo Crónica, las imágenes mismas, los motivos iconográficos, los sistemas compositivos, el patrimonio visual de una que se hace llamar civilización de la imagen: tal es la materia prima de sus cuadros.Cuando en 1964, años, todavía, de apogeo del realismo social y crítico, aparece, primero, Estampa Popular de Valencia y, luego, el Equipo Crónica (inicialmente constituido por Rafael Solbes, Juan A. Toledo y Manolo Valdés, pero pronto sólo por Solbes y Valdés), se produce una sorpresa al comprobar la índole de la realidad de las que sus imágenes son referentes: no ya el bracero andaluz o castellano a que tan aficionada es la Estampa Popular de Madrid, Sevilla y Córdoba, no el proletario industrial que registraban los primeros grabados de Ibarrola, ni la realidad fuerte y dramáticamente simbólica que después ocupará su lugar en ellos, no el patetismo del hombre-insecto que corre en los cuadros de Genovés, tanto más patético cuanto más objetiva y distante es su presencia, cuanto más inútil es su carrera: ahora son las imágenes de los medios de comunicación, de las revistas ilustradas, de la pintura de vanguardia, de los objetos cotidianos, o imágenes artísticas que, como las del Siglo de Oro, han sido sacralizadas por la historia y la crítica. No sólo era otra materia prima, era una materia prima radicalmente diferente: no las cosas, sino las imágenes de las cosas.
A partir de aquí se fue elaborando un lenguaje pictórico radicalmente nuevo. No se trataba, como en otros artistas, de la utilización ocasional de algún motivo, sino de su empleo deliberado, completo y coherente.
Al proceder de esta manera se alcanzaron dos resultados importantes: cada nueva imagen era una reflexión plástica sobre la pintura, sobre la vanguardia, sobre la imaginería de los medios de comunicación de masas, lo que condujo directamente a series que plantearon de forma explícita estas cuestiones: en 1969-1970, el Equipo pintó Autopsia de un oficio; en 1973-1974. volvía de nuevo sobre el tema con Oficio y oficiantes. La ironía introducida ya en los mismos títulos permitía un distanciamiento que convirtió a estos cuadros en piezas fundamentales de nuestra pintura reciente.
Más, en segundo lugar, el procedimiento empleado alcanzaba también otro resultado, en esa reflexión plástica se articulaba otra igualmente importante: la relación de la imagen con el mundo histórico, político y social, cultural, en que la pintura se producía y al que hacía directa referencia. El comportamiento de las figuras del Guernica, pintado en 1969, en plena represión política y derrota de los movimientos renovadores tras la cima de 1968, la brutalidad en la Serie negra (1972) y, antes, en Policía y cultura (197 l), hasta culminar en esa magistral y trágica disección que fueron Variaciones sobre un paredón (1976): la imagen daba todo su sentido al acontecimiento y así, por ello, también a sí misma.
Ahora, tras la brillantez de La partida de billar y las obras que se exponen estos días en Madrid, el Equipo afirmaba una trayectoria que ha quedado desgraciadamente truncada.
