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250.000 personas se manifestaron el domingo en Madrid por la paz, el desarme y la libertad

Más de cuatro horas duró la concentración del domingo en Madrid «Por la paz, el desarme y la libertad», organizada por más de doscientas asociaciones políticas, sindicales, ecologistas, feministas y ciudadanas de toda índole, que constituyó una de las más importantes manifestaciones pacifistas de las que se han celebrado últimamente en Europa. El acto tuvo también un marcado carácter de lucha por la libertad y fue la mayor concentración registrada en España en los últimos años, a excepción de la manifestación del 27 de febrero en defensa de la Constitución, tras el intento de golpe de Estado.

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La concentración transcurrió en un ambiente

Aunque las cifras de asistencia varían, según las fuentes -medio millón largo de personas, según los organizadores, 400.000, según la Policía Municipal, 100.000 según el Gobierno Civil-, puede estimarse que no menos de 250.000 personas pasaron por la campa de la Ciudad Universitaria de Madrid mientras duraron las intervenciones de oradores y cantantes.La concentración tuvo un inequívoco signo contrario a la entrada de España en la OTAN, expresado en pancartas y charangas -una de ellas con una imitación de tanque y la leyenda US Army- y en las distintas intervenciones que hubo desde la tribuna. Como ejemplo, el secretario general del PSOE, Felipe González, quien dijo que «hay muchos oídos sordos al clamor popular, pero yo os aseguro que, más temprano que tarde, todos los ciudadanos de España tendrán en su mano ser consultados sobre si quieren o no entrar en un bloque militar».

De hecho, la mayor parte de los gritos de los asistentes fueron «¡OTAN; no, bases fuera! » y Carlos Tena, uno de los presentadores del acto, introdujo la disertación de Felipe González como «quien próximamente, y que sea muy pronto, nos saque de la OTAN», después de haber augurado con anterioridad que «algún día habrá otro presidente, y no el que hoy celebra su santo», lo que llevó a bisbiseos explicativos de los asistentes más conocedores del calendario: «Hoy es san Leopoldo».

Mientras transcurría la festividad de san Leopoldo, emperador, dos personas atraían especialmente la atención en una de las tribunas situadas en los laterales del escenario, en la que, bajo la leyenda «Por un referéndum sobre el ingreso en la OTAN», tomaban asiento, principalmente, venerables figuras de la cultura y la política, entre ellas Dolores Ibárruri; los secretarios generales del PSOE y del PCE; el primero, flanqueado por Alfonso Guerra y el dirigente de UGT, Nicolás Redondo -aunque cuando se levantó éste, aprovechó para cubrir su vacante el rector de la Universidad, Francisco Bustelo-, no paró de dar manos y firmar autógrafos.

Santiago Carrillo, secretario general del PCE, destacó por otro motivo: su soledad y especial pudor en mirar para los lados, ya que, según quienes decían conocerle, estaba especialmente molesto porque los organizadores hubieran invitado a la misma tribuna a los sancionados de su partido: Pilar Brabo, Carlos Alonso Zaldívar, Cristina Almeida.

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Faltaban diez minutos para la una de la tarde, cuando se fue Pasionaria y con ella delante salió Carrillo. Este no se marchaba. Iba a hablar de sus cosas, al amparo de miradas y oídos indiscretos, con Txiki Benegas, secretario general del PSOE de Euskadi. No quiso decir el objeto de la conversación, que duró aproximadamente diez minutos: «Pregúntaselo a Txiki» Benegas apuntaría posteriormente: «Le he dicho a Carrillo que quería tener una conversación con él y con el nuevo secretario del PC de Euskadi, cuando sea elegido en un congreso». «¿Roberto Lertxundi ya no les parece un interlocutor válido?». «No. Nosotros no queremos entrar en los problemas internos del PCE».

La mayor expectación precedió a la disertación de Felipe González. Con acento sensiblemente más andaluz que en sus intervenciones parlamentarias, el secretario general del PSOE dijo que no era un día de discursos, sino de «alegría en la lucha por la paz, pero también de preocupación. Todavía sigue la carrera de armamentos», manifestó, «y hay armas en el mundo para liquidar a toda la humanidad varias veces, como si al hombre se le pudiera matar más de una vez». Recordó unos datos de la FAO, según los cuales el dinero gastado en un solo misil intercontinental serviría para sembrar doscientos millones de árboles y quitarle el hambre a cincuenta millones de niños.

El dirigente socialista protestó por las injerencias de las grandes potencias en Afganistán, Polonia, El Salvador, Nicaragua y Cuba; se preguntó:«¿Qué dirán los aliados de la OTAN ante medio millón de españoles que dicen en Madrid que no quieren ingresar en la Alianza», y apuntó el significado de la concentración como «un grito de alegría y de esperanza, pero también de paz». «¿Oirán los responsables políticos españoles», se preguntó, « la voz del pueblo, el clamor del pueblo que no quiere la dinámica de la guerra, sino vivir en paz y libertad?». Mientras Carrillo opinaba que la concentración pesaría « en la marcha política del país y podría variar la voluntad del Gobierno y el propio Gobierno, porque no se nos puede llevar atados de pies y manos a un bloque militar», Felipe González manifestaba: «No creo que el Gobierno tenga sensibilidad para escuchar lo que puede pasar aquí, pero espero que sea más sensible a esto que a lo que puede pasar el domingo próximo».

Los escombros del "Guernica"

Rafael Alberti se refirió a la OTAN como «uno de los bloques militares que amenazan la paz y la seguridad del mundo», y dijo que «los ojos de Picasso miran asombrados entre los escombros del Guernica». Entre unas coplas que leyó, estuvo ésta: «¿Queréis la guerra? No iremos. / Con la paz entre las manos / por arma os enterraremos».La Asociación pro Derechos Humanos, la Liga Comunista Revolucionaria y la Federación Socialista Madrileña -cuyo secretario general, Joaquín Leguina, envió un telegrama al gobernador civil de Madrid, Mariano Nicolás, en el que le decía, ante la cifra que dio de 75.000 asistentes, que «es usted un gran humorista involuntario»protestaron porque las autoridades pretendieron minimizar la concentración. En este sentido, Luis del Olmo, uno de los presentadores del acto del domingo, junto con el ex director de Radio Nacional Eduardo Sotillos, inició ayer su espacio De costa a costa, en RNE, diciendo que el programa lo escuchaban «diez millones de personas, según las estadísticas; tres millones, según la Policía Municipal, y 132 personas, según el gobernador».

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