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Tribuna
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Especialistas en vidas

Durante seis días, algunos periódicos de Madrid han informado repetidamente sobre el desarrollo de una presunta estafa de una supuesta empresa de cosméticos que, a cambio de vagas promesas de puestos de trabajo, exige elevadas sumas de dinero a los aspirantes a ellos. Repetidamente, desde el pasado sábado, un redactor de este diario ha solicitado varias veces a la comisaría de policía más inmediata una información complementaria sobre el caso. La respuesta ha sido siempre la misma: la policía no puede actuar por indicios. Se precisa una denuncia formal de alguno de los afectados por este presunto fraude.Pero ocurre que quienes se sienten defraudados temen por su seguridad. Unos desconfían de la eficacia de una intervención policial en el caso y otros sospechan que alguien podría tomar represalias. Para la policía, y es justo reconocer que en estas situaciones la cautela manda, sólo son indicios las pesquisas de un periodista transcritas en toda suerte de términos cautelares, como presunto y supuesto, que para cualquier lector de Prensa medianamente intuitivo generalmente no son más que eufemismos preventivos para evitar calificaciones previas a una sentencia judicial. Pero, de hecho, las informaciones sobre este caso parecen suficientes como para motivar una intervención de la policía que clarifique lo que se podría asemejar a un gran fraude. Y un gran fraude con algo tan sagrado como el trabajo, en un momento en el que cunde el paro.

La dudosa actuación de la firma Live Special's, y de otras empresas similares, deja al descubierto un vacío legal. Existen muchas ofertas de trabajo, con el señuelo de elevados y rápidos ingresos, cuya presentación encandila de tal manera a muchos parados que, precisamente por su situación, acaban sucumbiendo al posible fraude. En el caso que nos ocupa, numerosos afectados han coincidido en atribuir a los promotores de Live Special's un verdadero poder hipnótico y la práctica de ritos sensibleros para crear un ambiente propicio a la mordida en los bolsillos de sus víctimas. Sabido es que la sugestión como elemento útil e todo buen vendedor ha de ser más penetrante y efectiva cuando el mercado de trabajo anda sobrado de oferta, pero en la actual situación deprimida basta a veces n una sugestión, sino una sugerencia medianamente convincente, par captar a cualquier incauto a quien la necesidad lleva a confundir al timador con el empresario agresivo.

La inhibición o la inercia d ciertos organismos oficiales les lleva a exigir demasiado a determinados ciudadanos. El director comercial de una empresa, captado temporalmente por Live Special's -y nótese ya de entrada la ironía que encierra esta marca-, manifestaba que lo que más le retenía la hora de pensar en una denuncia formal era la repercusión que o caso pudiese tener en su situación presente, en su actual ocupació como director comercial de otra firma. Otros afectados apunta otro factor: la vergüenza. Como si se tratase de una violación, el timado, que había soñado con sue dos astronómicos y meteóricos a, censos en una empresa "dinámica y segura", siente reparos de ir a la policía a confesarse engañado.

El afectado por este tipo de especulación laboral se encuentra desarmado: La desconfianza explicable del cliente potencial ha hecho que la venta domiciliar tienda a desaparecer en sus formas clásicas. Pero hay quienes s las ingenian para presentar nueva modalidades, que escapan a un regulación legal o apenas se halla, especificadas en la legislación. Por añadidura, quienes denunciaron en su momento ante la Delegación Provincial de Empleo los confuso métodos de la empresa citada, recibieron como respuesta que su competencia era otra muy distintia. Una vez descubierto el supuesto fraude, quien ha sucumbido a él acaba sintiéndose cómplice de lo promotores, que por supuesto no le han extendido recibos por su aportaciones voluntarias de dinero tiempo, y se autoimpone una "ley del silencio" para no acarrear sobre sí males mayores. Sólo queda en estos casos la persecución de oficio, y ese es el problema cuya respuesta no está en sus manos.

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