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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Aquí y ahora

François Mitterrand hizo su libro Ici et Maintenant, poco antes de ganar las elecciones, en forma de entrevista con Guy Claisse. La obra va a salir en seguida en España (Argos/ Vergara), con prólogo de Felipe González.

Guy Claisse ha mantenido una columna semanal en Le Matin de Paris, radicalmente crítica, irritante, para Mitterrand. Y el actual presidente francés confiese que accedió a hacer el libro «porque no quiero que se me quiera tan poco». Humildad de un hombre soberbio que controlaba ya el partido más

importante de su país y estaba seguro de llegar al poder. Nuestros políticos, en tales casos, desprecian al columnista, o tratan dé comprarle, o le ignoran, o le amedrentan, o le halagan. A mí, que «soy el español que tengo más a mano», como decía Ortega de sí, suelen preguntarme en las entrevistas:

-Y su columna, ¿no le acarrea disgustos?

-Mucho peor. Me acarrea cenas.

No se puede uno pasar el año acarreando tanta cena en los grandes y pequeños restaurantes con todos los políticos, empresarios y cómicas chorizas que quieren conocerle a uno. Uno es de poco comer y le van a fusilar a uno con una fabada. Del profundo democratismo de Mitterrand ha nacido Aquí y ahora, que contiene todo un tratado verbal, literario, magistral, coloquial, de cómo el socialismo (francés, griego, español, portugués, cada uno a su aire) puede ser una corrección salvadora del capitalismo salvaje que, por enfermedad senil, se está convirtiendo en capitalismo sentimental, o sea que nos vende ya hasta nuestra propia sentimentalidad: modas kitsch, retro, camp, retrocamp, revivales y «planta década/60».

«Formo parte del paisaje de Francia», dice Mitterrand en este libro. La hermosa frase sabe como un poco o un mucho a De Gaulle, pero

Mitterrand tiene tanto derecho como el general a considerarse paisaje francés, y a ver si leyendo el libro aprendemos los españoles que la izquierda, la oposición, el socialismo, Felipe, don Pablo Iglesias, Paco Ordóñez y Ana Belén son paisaje español. España no-es sólo la carta de vinos de la extrema derecha. La tradición liberal, reformista, ,progresista, ilustrada, tiene tanta tradición en España, si vamos a mirar, como en cualquier país europeo. Y en cuanto a metesacas gubernamentales, Mitterrand recuenta unas quince Constituciones francesas en 190 años. «La más feliz y acertada era aquella que sólo duró un día», dice. Denuncia FM, antisovietista, una manera de silogizar muy de los salones parisinos, y que a mí me perece como de Anatole France: «Lenin estaba contenido en Marx; Stalin estaba contenido en Lenin: luego el gulag estaba en Marx». Esto es especioso, malamente sofístico e históricamente falso. Mitterrand explica cómo Marx creía -¿equivocadamente?- en el fracaso del capitalismo por sí sólo, mientras que Lenin, al plantearse un marxismo para Rusia, precipita los acontecimientos, parte de cero y no espera a que se cumpla el proceso racional de Marx. Puesto en trance de criticar a Giscard (todavía reinante cuando se hace el libro), Mitterrand le equipara a los dictadores del Cono Sur:

-Sólo que en Brasil tienen preferencia por los generales, y Giscard no es más que subteniente.

Aquí y ahora. No se trata, naturalmente, de aplicar aquí y ahora el programa Mitterrand, y menos a efectos electorales, sino de entrar en una geografía mental, en una cartografía intelectual que, como una Atlántida democrática, se levanta en el corazón de Europa, formulada en este caso por un político lúcido y escritor muy hábil. Mediante cualquier fórmula política, es la libertad desfanatizada lo que ha de salvarnos juntos.

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