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Urho Kekkonen, presidente de Finlandia desde hace 25 años, presenta oficialmente su renuncia, debido a su mal estado de salud

El presidente de Finlandia, Urho Kekkonen, de 81 años de edad, presentó oficialmente ayer su renuncia al cargo, acompañada por un certificado médico sobre la imposibilidad de seguir desempeñando sus tareas. De inmediato, el Gobierno convocó una reunión extraordinaria en la que fue aceptada la renuncia y hubo unánimes palabras de reconocimiento a la labor realizada por Kekkonen al frente de los destinos del país. Por la tarde, el primer ministro y actual presidente interino, Mauno Koivisto, acompañado del ministro de Interior, Eino Uusitalo, dirigieron la palabra al país para informar sobre la nueva situación. Aunque esperada, la renuncia de Kekkonen causó honda impresión en toda Finlandia y repercutió también en los demás países de la región.

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Presidente desde hace 25 años, Kekkonen había logrado conquistar el respeto político y personal del pueblo finlandés, incluidos sus adversarios políticos. La causa fundamental de ello debe encontrarse en la sabiduría y el realismo con que condujo la política exterior y sobre todo las relaciones con la vecina Unión Soviética. En este plano, el presidente que ahora ha pedido el relevo supo conciliar los intereses nacionales con las determinantes de la geopolítica.Sirviendo así como factor cohesionante en el plano interno y de estabilización en Escandinavia, en ese sentido puede decirse que su gestión se proyectó más allá de su país.

Autor del plan que lleva su nombre, presentado en 1963, para la creación de una zona desnuclearizada en el norte de Europa, su propuesta ha vuelto al tapete en los últimos tiempos al reactualizarse la discusión sobre dicho problema.

Primera baja

Kekkonen había solicitado su primera baja por enfermedad el pasado 10 de septiembre. Ya entonces algunos comentaristas dudaron de que pudiera reintegrarse al cargo. Al cumplirse los 30 días prescritos, el plazo debió prorrogarse por otro mes. Desde entonces estuvo recluido en la residencia presidencial Villa Ekudden.Se supo entonces que los problemas circulatorios del presidente habían afectado de manera irreversible su lucidez intelectual. Días pasados se anunció que no habría más prórrogas y, en su lugar, el presidente presentaría la renuncia al cargo.

El Gobierno ha fijado para el 26 de enero la elección del sustituto de Kekkonen, que, de acuerdo con las disposiciones vigentes, es indirecta y está a cargo de un cuerpo de trescientos electores.

El candidato favorito

Desde el momento en que el presidente pidió la primera baja, la sorda lucha que se había venido incubando adquirió resonancias públicas. No solamente entre los candidatos de diferentes partidos, sino en el interior de cada uno de ellos. El candidato que cuenta con más apoyo popular es indudablemente Mauno Koivisto, 57 años, un socialdemócrata atípico, al que las últimas encuestas le dan neta mayoría. Pero como la elección es indirecta, esto no es necesariamente decisivo.

Según recientes sondeos, el 60% de la población está a su favor, lo que no impide que los centristas le critiquen su falta de experiencia en política exterior e insistan en que nunca ha sido recibido en el Kremlin desde su nombramiento como primer ministro, en marzo de 1979. En el partido del centro, al que pertenece Kekkonen, la lucha se ha entablado entre Ahti Karjalainen, de 57 años, y Johannes Virolainen, también líder del partido. Del primero se dice que cuenta con el apoyo de la dirección del partido de Moscú y de una fracción del Partido Comunista finlandés. Se le señala como puntos en contra su afición al alcohol. Karjalainen cuenta con su experiencia en temas de política exterior, habiendo sido ministro en cuatro ocasiones, lo que aprovechan los centristas para insistir en el carácter primordial de la diplomacia en la política finlandesa. De su rival interno, Virolainen, se dice que no cuenta con el aprecio de los dirigentes soviéticos.

No se descarta que se adopte la vía de un candidato de transacción al margen de los nombres mencionados. Lo único cierto es que la lucha por la sucesión se torna ahora dramática y que el pueblo finlandés oscila entre la tristeza y la inquietud. Tristeza por el ocaso del padre de la patria e inquietud por el futuro del país.

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