ANE: Acabar con la confusión
El ANE se encuentraen una fase máxima de confusión y bloqueo, presagiando serias incertidumbres y riesgos de inestabilidad sobre la negociación colectiva próxima.Diríase que los autores del ANE están interesados en propiciar una auténtica ceremonia de la confusión, que va en aumento a medida que se aproxima la hora de la verdad: la renovación de varios miles de convenios colectivos en todo el país, prevista para el próximo enero.
La actitud de la CEOE de poner la proa al ANE, tomando como excusa la inclusión en los Presupuestos Generales del Estado para 1,982 de ochocientos millones de pesetas para subvenciones sindicales, me pare¿e uno de los elementos de máxima confusión. La CEOE debe explicar claramente en qué se basa su oposición al ANE, pues la excusa formal empleada -el cacareado chocolate del loro de los ochocientos millones- carece de fundamento lógico.
De otra parte, creo que CC OO y UGT,aportan al problema también un notable grado de confusión, en la medida que pretenden utilizar la actitud de la CEOE para relanzar las excelencias del ANE. En un país como el nuestro, donde el maniqueísmo y la simplificación de los análisis sigue siendo todavía norma, puede resultar fácil a CC OO y UGT revalorizar al ANE por el mero hecho de que la patronal CEOE manifieste reti.cencias ante el mismo: "Si el ANE no es del todo bueno para la CEOE, resulta del todo óptimo para los trabajadores", parece ser el mensaje que pretenden vendernos los sindicatos firmantes del ANE.
Asimismo resulta preocupante la obstinación de los sectores gubernamentales más comprometidos con el ANE por llevarlo adelante, contando ahora con el incondicional' apoyo de CC OO y UGT frente a la pérfida CEOE. Dichos sectores gubernamentales pierden de vista los efectos negativos que se producirían de aquí a un año cuando en el balance final del ANE no aparecieran por ninguna parte esos prometidos, deseados e imposibles 350.000 nuevos puestos de trabajo que el ANE contempla con una innegable dosis de voluntarismo. Si llega ese momento, los efectos de frustración que el ANE produzca serán un serio hándicap para el futuro a la hora de emplazar nuevos y más serios intentos de imprescindible negociación social frente a la situación de crisis y paro que vive España.
Frente a tanta confusión y ante la inmediatez de un proceso de negociación-confrontación generalizado como es la renovación próxima de los convenios colectivos, que pueden constituir en la práctica más una convulsión que otra cosa ante el progresivo deterioro y descomposición del ANE, se hace imprescindible ordenar algunas ideas y afrontar la realidad con decisión.
El ANE no es una buena terapia
En primer lugar es necesario insistir en la naturaleza del ANE, rechazando la absurda idea de que éste es bueno para el Gobierrioy sindicatos firmantes por el mero hecho de que ha sido puesto en cuestión por la patronal. El ANE, reitero, no es una buena terapia frente a la crisis económica y el paro que sacuden a nuestro país. No es con la reducción indiscriminada de salarios, provocando la caída en picado del poder adquisitivo de los trabajadores y la quiebra consecuente de la demanda social y econ mica de la mayoría de la poblacion, como conseguirémos yugular la inflación, auténtico virus de la crisis. No es tampoco, tal como establece el ANE, poniendo el acento en el imprescindible socorro a determinadas situaciones de emergencia provocadas por el desempleo o en la previsión frívola e infundada de creación de puestos de trabajo, como se puede combatir la lacra del paro y sus terribles efectos sociales, polítios y de disgregación cultural e ideológica que la misma conlleva. No es ciertaniente, como hace el ANE, obviando los compromisos específicos de inversión por parte del. capital privado, así como los mecanismos de orientación y control de esa inversión privada, la mejór forma de contribuir a una progresiva mejoría frente a la crisis.
Por último, ydesde un punto, de vista estrictamente sindical, rechazamos de plano el triste papel que asigna el ANE a las fuerzas sindicales frente a la crisis. Pretender que el sindicalismo sea un intermediario o una simple coartada entre los intereses objetivos de los trabajadores frente a la crisis y la estrategia del gran capital ante la misma supone abusar de la actual debilidad sindical para involucrar a los dos sindicatos menos minoritarios en, operaciones inválidas y de más que improbable eficacia económica y social como el ANE, aunque sea a cambio del famoso chocolate del loro de los 2.400 millones. Porque eso no es de recibo hoy ni para mañana en una perspectiva de reforzamiento sindical imprescindible para afrontar una salida negociada a la crisis. Con acuerdos como el ANE, que dañan la base social del sindicalismo, aunque beneficien sus aparatos, a la corta o a la larga se debilita hasta hacer puramente accesorio el papel social y político que corresponde al sindicato ante la crisis.
Como denunciamos siempre, subvencionar a los sindicatos corresponsables de un mal pacto socioeconómico es el mejor camino para que no haya nuncabuenos sindicatos capaces de hacer buenas contribuciones a buenos y decisivos pactos superadores progresivamente de la crisis económica y el desempleo.
Finalmente, y pese a todo lo expuesto, el ANE no es irreversible, no tiene por qué serlo. La USO, cuyas posiciones resumo en.este artículo, cree posible y necesario superar el grado máximo de confusión e incertidumbre que está provocando el ANE, pese a que, teóricamente, no ha entrado en vigor todavía.
Renovar el AMI
La fórmula que proponemos frente al ANE es muy elemental, y con un mínimo de coraje y de sentido autocrítico por parte de los firmantes del mismo dicha fórmula sería aplicable:
1. Dejar el ANE donde está y no darle más vueltas. Es mejor que la historia registre algún día que el ANE fue un voluntarioso intento de negociación, aunque de imposible viabilidad y eficacia en la práctica.
2. Renovar el Acuerdo Marco Interconfederal (AMI), todavía en vigor, por cierto, para los próximos dos años, con un carácter abierto y no excluyente en el terreno de los interlocutores sindicales y patronales dispuestos a dicha renovación, y contemplando genéricamente las mismas orientaciones que el AMI recogía desde el momento de su firma, en enero de 1980: mantenimiento básico del poder adquisitivo en un contexto de moderación y flexibilidad salarial, medidas favorecedoras del empleo a través de lá negociación colectiva, condiciones de trabajo, derechos sindicales, etcétera.
3. Cumplimiento por el Gobierno y la Administración de sus regponsabilidades frente a las situaciones de emergencia en materia de desempleo (empleo comunitario, extensión del subsidio, etcétera).
Ciertamente, estos escuetos puntos no suponen una solución a los problemas de fondo que plantea la crisis y la lucha contra el desempleo. Pretenden simplemente desbloquear la actual situación del ANE.
Mientras tanto, el papel del áindicalismo de clase radica en un esfuerzo responsable de presión-convicción para crear las condiciones objetivas arriba expuestas. Y a fuerza de ser sinceros, lógico es reconocer, porque látestaruda realidad así lo hace, que el ANE no es la respuesta ni el camino.
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