Apostua con perro
Querido Luis: quisiera brindarte una meditación, o acompañarte en ella, para cuando paseas por el barrio con tu perro -tu barrio, nuestro barrio, el barrio tuyo, mío y del perro, perro que es muy hermoso y esfíngico-, como amigos y vecinos que somos, de tantos años, como jefe mío que fuiste, como director general de Asuntos Eclesiásticos que eres. Y voy a lo de los jesuitas, que Wojtyla ha dado la campanada.Recuerdo lo que me dijiste en una tarde de paseo y conversación por el barrio (aparte nuestros viajes por América Norte /Sur), y por encima/debajo de nuestras distancias ideológicas:
-Aparte de que no esté contigo, ahí quedará tu prosa para siempre, Umbral.
Gracias tío, y mis saludos al perro, depositario secular de las últimas confidencias del hombre de vuelta (y tú eres un hombre de vuelta, como yo, ay). O sea, que lo del Papa ha estado fatal, Luis, y tú lo sabes, que este Papa que fue a Suramérica a predicar la teología de la resignación, no aguanta más a los jesuitas modernos, a esos jesuitas que son guerrilleros morales en todas las revoluciones del Cono Sur. La Iglesia es tu tema y el perro es tu amigo, y tú sabes más que yo, Luis, que la Iglesia, o sea, el Papa mayormente, no ha estado bien en eso, que los jesuitas abandonaron hace tiempo (en su sector de vanguardia) el inisionar ricos para el cielo, echándose a la guerrilla espiritual por los pobres, entre el lirismo cósmico de Teilhard de Chardin y los análisis de Marx del padre Cálvez. Cuéntaselo a tu perro, Luis, vecino, hermoso perro de cabeza heráldica y vellón amistoso. Wojtyla ha cesado a Arrupe, enfermo y progresista, que había dicho aquella frase hermosa:
-Los jesuitas no tenemos otra política que el Evangelio y la Compañía navegará mares más encrespados que apacibles.
Ahora, Juan Pablo II le pone por delante al octogenario Dezza, contra la voluntad de éste y contra la voluntad de Arrupe, que ya en tiempos quiso dimitir por incompatibilidad con el Vaticano. Así la Iglesia no va a ninguna parte. Teología de la resignación. La resignación como concepción del mundo debajo de un poncho. Los jesuitas tienen, socialmente, mucho que purgar, en cuanto misioneros de ricos, corno digo, asunto en el que han sido relevados por los del Opus, y así la verticalidad castrense de Ignacio cobra un sentido histórico, terrenal, más de ejercicios tácticos que de ejercicios espirituales. En América del Sur se decide el futuro, por cuanto el subcontinente unido y emancipado es el único valladar, alturas de Machu Picchu, que puede detener desde muy cerca la agresividad de Reagan en su vitral antibalas, que, más que defenderle, le idealiza. Y en eso están los curas jesuitas, con los niños descalcificados, con los guerrilleros y con la bella serpiente que es la interrogación de lo verde al dictador. Cuéntaselo a tu perro,Luis, amor, director de Asuntos Eclesiásticos, cuéntale, hombre de bien que eres (tu inolvidable columna reticente del tardofranquismo) el asunto eclesiástico de Arrupe.
Tú le hablas a tu perro y yo le hablo a mi gato. Dice, me dice Mariano de la Cruz, psicoanalista catalán, que la amistad con los bichos nos libera de muchas cargas y tensiones generadas por la relación humana. La Iglesia puede negociar con el mundo, pero no con mi gato ni tu perro. Un animal querido, confidente, se convierte en nuestra conciencia, Luis, vecino. Confiésaselo al perro, habla contigo y pasearás en paz tu animal bello. Un perro como ése hay que merecerlo.
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