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PRENSA

"El Viejo Topo" quiere acercarse a una juventud menos politizada que la de antes

El Viejo Topo, se remoza tras cinco años de presencia mensual en la palestra informativa. La revista nació en 1976 con un doble propósito: por un lado, cultural, intentando poner al alcance del lector español aquellos debates y preocupaciones vigentes en otros puntos de la geografía europea y aquí desconocidos; político, el otro, interviniendo en la reflexión política general sin las estrecheces que imponen los cuadros partidarios.El Viejo Topo hizo camino entre la juventud crítica del posfranquismo, haciendo gala de rigor intelectual, radicalidad en los planteamientos y desenfado crítico. «Pero la juventud actual» dice su director, Pep Subirós, «ha cambiado y no ve ya la realidad con los mismos ojos que lo hacía la de hace cinco años». Por eso el número 61 de la revista, que acaba de aparecer, ofrece llamativos cambios en el fondo y la forma. El formato, ligeramente más grande que el anterior, pero del que ha desaparecido la policromía anterior, que con frecuencia dificultaba la lectura, sirve de marco a un contenido en el que sí se dan mayores cambios. Se quiere huir del planteamiento, a veces teoricista, de la etapa anterior, aunque sin perder el rigor de los artículos más teóricos. Los responsables de la revista quieren, sin embargo, ofrecer materiales más cercanos a la realidad empírica, que posibiliten un seguimiento menos sofisticado de lo que ocurre en los distintos planos de la vida social, política y cultural.

Las nuevas secciones se refieren a trabajos de creación artística y literaria, buscando al autor novel más que al consagrado.

La revista sigue contando con la larga lista de colaboradores, que abarca a cuantos escritores, tanto españoles como extranjeros, se calificaron por la creatividad de sus trabajos: ahí están los Savater, Claudín, Rossana Rossanda, Colleti, Toni Negri, Foucault, Alfonso Sastre, Vicente Verdú, Onetti, Baroja... Además de la publicación mensual, El Viejo Topo seguirá con los números monográficos.

La revista catalana, sobre la que también pesa la crisis generalizada de la poca afición a la lectura, no cuenta con más fuente de financiación que los propios lectores.

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