Sin entrar en la justeza
o no de las valoraciones del editorial de EL PAIS, la defensa que el señor Dusmet García-Figueras propone para la exculpación de esas ofensas, dirigidas precisamente no tan sólo a una persona sino a varias, es burda, pueril e impropio siquiera de una persona de cultura mediana.Estas ofensas no son un problema personal entre el señor Cebrián y el capitán señor Dusmet, sino que se salen de la esfera de ambos y trascienden a todo el pueblo español, por lo menos, en su mayoría.Por tanto, por muy cobarde que pudiera ser el señor Cebrián al no atreverse a decirle estas ofensas a la cara del capitán o, por el contrario, por muy valiente que fuese el señor director y se las dijese, nada demostrária ni a favor ni en contra del capitán Dusmet. Lo único que se podría demostrar, en todo caso, sería quién es el más fuerte y quién tumbaría antes a puñetazos uno a otro, porque esa es la fórmula que el capitán Dusmet parece proponer para demostrar su inocencia. ¿O no? E incluso, aunque el capitán Dusmet tumbara a puñetazo limpio a todos los que suscribieran el citado editorial, seguiría sin demostrar absolutamente nada a nadie, excepto a los que están acostumbrados, como parece estarlo el capitán, a emplear la razón de la fuerza en lugar de la fuerza de la razón, con argumentos dialécticos convincentes y civilizados como la mayoría de los españoles queremos, excepto esa pequeña facción de fanáticos que aún quedan, y que son más reliquias del pasado que otra cosa, y no con chulerías, que, como todas ellas, nada prueban ni desaprueban./
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