La identidad de intereses estratégicos con Estados Unidos, vital para ela continuidad del régimen egipcio
Atacados duramente por el presidente Sadat, quien les acusaba de manipular las querellas confesionales para fomentar la desestabilización de su régimen, los partidos que integran el abanico de la oposición egipcia estiman que la verdadera razón que motivó la ola de detenciones llevada a cabo recientemente la constituiría la hostilidad a los acuerdos de paz con Israel firmados en Camp David en septiembre de 1978. La polémica que mantenía el Gobierno egipcio con la oposición, a propósito de la normalización con Israel, si no suscitaba un excesivo apasionamiento en la población, representaba, en cambio, un terreno de enfrentamiento en el que el rais parecía dispuesto a acallar las voces de sus detractores, a través de la baza que iba a suponer la restitución por Tel Aviv de la última franja del Sinaí en abril del próximo año. Un enviado especial de EL PAIS visitó recientemente El Cairo.
Al concluir el mes pasado una nueva sesión de la comisión milita egipcio-israelí encargada de pre parar las modalidades de restitución de la última porción del Sinaí, Sadat aseguró que esa parcela que comprende los puertos de Ras-Mohamed y Charm-el-Cheikh, sería recuperada antes de la fecha prevista, el 27 de abril de 1982. Una fuerza internacional de paz, compuesta en parte de tropas norteamericanas, debía establecerse en los límites fronterizos con Israel, según lo estípulado por uno de los anexos al tratado de Camp David.El Gobierno egipcio se había comprometido a reembolsar a Is rael el costo de las instalaciones militares y civiles, así como otras infraestructuras construidas por el Estado judío. Los aeropuertos deberían permanecer abiertos al tráfico internacional, y los centros turísticos edificados frente al golfo de Akaba seguirían abiertos a los israelíes, quienes podrían procurarse los visados de entrega necesarios en el consulado egipcio de Eilat.
Sadat desmintió que existiera un "pliego secreto" de concesiones a Israel, al que hacía referencia la oposición, en el que se incluiría la aceptación de un "nexo económico, geográfico y cultural" entre el Sinaí y la zona israelí del Negev, así como el principio de la creación. de módulos de estudio sobre el sionismo en las universidades egipcias.
Esa "normalización cultural" a la que hacían referencia los dirigentes laboristas y de la izquierda no marxista Ibrahim Chueri y Khaled Mokhieddirre constituiría una verdadera onda de choque susceptible de conmocionar una opinión pública que no ha hecho suya la, paz con Israel. Las críticas de los integristas, el rechazo de los intelectuales y la indiferencia aparente de la población habían demostrado ya, antes de los trágicos acontecimientos del martes, que el régimen no era invulnerable, pero Sadat, que había prometido una "paz total" en lugar de la situación de "ni guerra ní paz", no podía efectuar un cambio de rumbo sin arriesgar su credibilidad. "Para salvar su régimen", afirmaba un dirigente del partido nacionalista Wafd (nacionalismo laico), disuelto por decreto, "el rais está obligado a lograr la paz al precio de Israel y Estados Unidos, pero la "paz americana" de Ronald Reagan no será la de Carter".
Un sentimiento de cierta frustracion parecía, efectivamente, emerger lentamente en el seno de lbs medios oficiales, a propósíto de la política del nuevo Ejecutivo norteamericano. Sin criticarlo abiertamente, el ministro de Estado Para Asuntos Exteriores, Butros Ghali (uno de los tres ministros coptos del actual Gabinete), nos decía que "incuestionablemente" el cambio de Administración en EE UU y las elecciones en Israel eran sendos elementos que iban a influir en el esquema de la paz e iban a tener sus consecuencias en el tema de la negociación sobre la autonomía de la población palestina de Gaza y Cisjordania.
Pero el ministro de Estado egipcio, que prefería reservar sus furias hacia el Frente de la Firmeza árabe y asegura que su país estaba "preocupado para hacer frente a las amenazas de la cumbre de Bengasi". Admitía Ghali que otro elemento reciente, la propuesta hecha por el príncipe heredero saudí, Fadh, de sustituir el tratado de Camp David por su propio plan, en el que se incluye el reconocimiento simultáneo de Israel y de los palestino, así como la creación de un Estado palestino independiente, "habría venido a complicar las cosas".
La comunidad de "intereses estratégicos" con Estados Unidos era evocada a diario por la Prensa oficialista cairota, en donde se afirmaba que el interés de Washington, frente a los peligros que entraña la desestabilización soviétí ca en Africa y Oriente Próximo, radica en apoyar un eje constitui do por Egipto, Sudán y Somalia.
El general Abdelhalim Abu Ghazada, ministro de Defensa, estimaba de una gran importancia la celebración de las próximas maniobras militares conjuntas egípcio-norteamericanas, a fines de noviembre. Según éste, los efectivos norteamericanos que iban a participar en esos ejercicios superarían los 2.000 hombres. A fines de año estaba prevista, asimismo, la visita oficial a Egipto del secretario de Defensa, Caspar Weinberger.
En la Cancillería agipcia se admitía, con todo, que el primer contacto personal establecido entre los presidentes Sadat y Reagan, en agosto pasado, no habría sido todo lo caluroso que esperaban los egipcios. "El encuentro", afirmaba un funcionario de ese departamento, "no fue más allá de los saludos y las promesas de conseguir el proceso de paz abierto en 1978 por Sadat y Carter",
El jelb de la diplomacia egipcia rechazó comentar la eventualidad de una "sustitución de Sadat por el príncipe Fadh" como aliado número uno de Estados Unidos en la región, con todas las connotaciones políticas que ello llevaría. El propio Sadat insistía una y otra vez en la "solidez" de su regimen, y solía afirmar que éste era más democrático que los regímenes de partido único y subrayaba que, pese a las detenciones de elementos "sediciosos", la oposición seguía legalizada.
Los medios cairotas estimaban que, por importante que fuese la voluntad de Estados Unidos de no contrariar el plan saudí, el reflejo "anti-Arafat" actuaría, a la postre, teniendo en cuenta que el presidente de la Organización para la, Liberación de Palestina hubiese reaccionado favorablemente a la iniciativa del príncipe heredero Fadh, calificándola de "paso positivo" para una solución justa y global del problema palestino. Arafat había señalado, incluso, que el dirigent soviético Leánidas Breznev le habría comunicado su "interés" por el plan de los saudíes.
Este plan iba a ser sometido a debate por la próxima cumbre de la Liga Arabe, en Rabat, en noviembre. Egipto, que no pertenece a la organización, desde el restablecimiento de relaciones con Israel, entiende que Camp David y el plan saudí no son "incompatibles", sino que podrían, verse asociados... "Después de todo", nos comentaban los egipcios, "nada puede hacerse sin nosotros, pero en' nuestra compañía'todo es posible".
Entre la frustración por la lentitud de las negociaciones con Israel y los resquemores del Ejecutivo norteamericano, Sadat estimaba que una, forma de ño perder el tiempo era decantar todos los aspectos políticos de una situación todavía confusa. El rais no podía permanecer de brazos cruzados ante la emergencia de una voluntad de cohesión de todas las fuerzas nacionalistas, de izquierda o derecha, con los integristas musulmanes y los comunistas, contra los ,próximos pasos de la normalización con Israel. Sus pasos sucesivos iban a tender hacia un refuerzo de su posición dominante en un escenario diplomático susceptible de verse modificado sustancialmente.
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