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Italia acusa a la política agraria francesa de "terrorismo sociológico"

Soledad Gallego-Díaz

«No se hagan ilusiones sobre la postura francesa. Paris no flexibilizará su posición dentro de la Comunidad Económica Europea en ningún tema que afecte a sus propios agricultores», aconsejaba ayer un diplomático italiano a los periodistas españoles en los pasillos del Consejo de Ministros de la CEE. La extrema dureza francesa en la llamada guerra del vino, que opone a París y Roma, exasperó ayer al ministro de Agricultura italiano hasta límites no conocidos en la Comunidad: «Practican ustedes el terrorismo psicológico», espetó Bartolomei en la cara del subsecretario galo, André Cellard.

Por una vez, Italia tiene razón. Todos los negociadores -excepto los franceses, claro- lo afirmaban en el palacio de Charlemagne. Pero a la hora de la verdad, los otros miembros del club no han querido intervenir y se han limitado a seguir en silencio la pelea franco-italiana. «Y eso que llevamos años en la CEE. Figúrense lo que les va a pasar a ustedes, que están en la puerta», ironizaba el diplomático.Francia acudió a Bruselascon ganas de guerra. En lugar de enviar a la ministra de Agricultura, Edith Cresson, París estuvo representado por el subsecretario del ministerio. Un gesto de cierto menosprecio hacia el Gobierno italiano, que iba a plantear sobre la mesa del Consejo un tema vital para los intereses de su país. « Se trata, precisamente», explicaba un portavoz francés, «de evitar que el problema se politice. Preferimos que se trate a nivel de técnicos. Imagínese si llega a estar aquí la señora Cresson y tiene que escuchar la acusación de terrorista». Su segundo, que sí la oyó, se defendió con grandes palabras: «Es una ofensa al honor nacional de mi país».

Verdaderamente harto tenía que estar el ministro italiano, quien optó por levantarse de la silla, dar un portazo y avisar que volvería a la mesa cuando se terminara la discusión sobre el vino. La discusión terminó, evidentemente, muy rápido, porque con el velo italiano no se podían tomar decisiones sobre los otros puntos del expediente.

El problema que plantea Italia es muy simple, o al menos así lo afirman los técnicos de la Comisión Europea. Desde hace cinco meses, el Gobierno francés retiene en la frontera el vino italiano que va llegando. En total, hay ahora un millón de hectolitros. Motivo: la cosecha excedentaria en Italia ha hecho bajar los precios. Pretexto: las partidas de vino llegan sin la documentación completa. Roma ha enviado ya hasta el último papel de 200.000 hectólitros; pero, sin explicación clara, sólo han podido pasar unos 60.000. Además, las autoridades italianas aseguran que nunca ha habido que completar hasta en los más mínimos detalles los papeles, y que, de hecho, el champaña francés entra en Italia tampoco cubre esos requisitos nimios.

«Terrorismo psicológico», gritan los italianos, «porque aunque termine por arreglarse este año el problema, el año que viene los importadores franceses que compran vino italiano van a tener miedo de que se repita la operación ».

Es un espectáculo lamentable, que daña la imagen de la Comunidad, se quejan los miembros de la Comisión Europea -órgano burocrático y ejecutivo de la CEE-.

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