Sara Montiel, de violetera a molinera
En el madrileño teatro La Latina se ha estrenado un nuevo espectáculo, Doña Sara de la Mancha, protagonizado por Sara Montiel. Junto la mítica y popular actriz, dos cantantes resurrectos -José Guardiola, Ramón Calduch- y otro que andaba por ahí, dándole al bolero, promocional: Moncho. Un joven humorista, Tony Antonio, adereza con irregular fortuna esta ensalada musical. No hay argumento. Todo pende de las domingas vertiginosas de la heroína, de su voz calentorra y de sus parpadeos triunfales.Sí, la molienda, el movimiento giratorio y hasta el molimiento dependen de Sara, manchega que se adentra por veredas tropicales, que lo mismo excomulga a un cuplé que se baila divinamente un tango, que va de violetera a camarera y busca las rodillas más insignes del respetable para, una vez aposentada en ellas, solicitar morbosamente-.. «¡Echa té! ¡Echa té! ». Los celosos que anidan en el altiplano, desabrochándose el pudor, ya braman: « ¡Tía güena! ».
Ella, a la sombra de un gigantesco molino, es faro comprensivo para quien le enseñó que la semana tiene más de siete días. Se acaricia el pezón derecho en cada vocativo: vida mía. Y se convierte en círculo expansivo para ilustrar lo de la chica muy decente, «siempre a su disposición». A punto está de caerse del plano al tomarlo por seductora almohada a la hora de cantar La Bien Pagá. Pero el peligro se desinfla gracias a los aplausos, al tango trepidante, nena, al relicario empapado en congojas, a la violeta transformada en clavel. Ella no ha perdido la llave ni la cerradura del éxito. Sigue siendo el termómetro de todos los naufragios patrios.
Mientras Dulcinea se cambia de fiebre, y vestimenta, José Guardiola d-esempolva aquellas melodías suyas que nos enseñaron a meter rodilla. Ramón Calduch, con cierto aspecto a lo Jean Marais, corta lindísimas amapolas. Ambos se precipitan por el recuerdo (Santa Marta, La casita de papel, La vaca lechera, La burra cañí) y la parodia (Di, papá). Al brindar (Marina), se adueñan del estribillo Carmen Sevilla y, en especial, Dolores Abril.
Blanco y radiante, Moncho -mezcla atinada de Farina, Lucho Gatica y Salvatore Adamo cuando tuerce la boca- canta boleros con originalidad sensible y poderío: «Te has convertido en la punta que clava mis sentimientos ... ».
Tony Antonio, buen imitador de Raphael, practica un humor debilucho y de sal gorda. Dado que se declaró recién casado, mal no estaría que se fuese de luna de miel a casa de Gila, donde perdura el secreto de este difícil arte. Parece buen muchacho y merece un empujón.
De todas formas, aciertos y desaciertos quedan eclipsados por la presencia rebosante de Sara Montiel, besucona y acariciadora, reina por un siglo, lengua de alta tensión, caderas de eternidad, pestañeo enigmático, enloquecida practicante del hola a punto de caramelo, mancha sin pecado, madre y maestra de la tribu emplumada.
Babelia
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