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Tribuna:
Tribuna
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Una proposición al Gobierno

De antemano adelanto ya mi proposición, señores del Gobierno de esta pingüe nación: propongo que de un plumazo, y sin mayores consultas públicas o privadas, sin demasiadas consideraciones ni deliberaciones, sin tampoco dar tres cuartos al pregonero, sin dejar pasar mucho tiempo sino el necesario para que ustedes, hombres preclaros que no necesitaban haber alcanzado las más altas magistraturas y tribunas de este pueblo para dejar permanente testimonio de sus elevadas miras, de la luz de su entendimiento y de ese recóndito desinterés que late al compás de sus corazones, ponderen las innumerables ventajas de la misma y su abrumadora superioridad sobre los inevitables inconvenientes que todo audaz proyecto ha de llevar consigo, aunque sólo sea para estimular con un punto de zozobra el ánimo de los fuertes y de los emprendedores, sin aprovechar la ocasión para ejecutar el proyecto de su tan ansiado referéndum, sin (vergüenza me da pensarlo y sólo a la magnanimidad de sus señorías confío la indulgencia por haberlo escrito) verse obligados a debatir el asunto en ese Parlamento que tantas veces ha demostrado su incomprensión y la incompetencia para juzgar la sabia dirección con que ustedes gobiernan la nave del Estado, sino con esa autoridad que confiere una acertada visión del futuro, iluminada por un pensamiento siempre puesto en el bienestar y el progreso del pueblo, propongo -repito- que de un Plumazo -repito- se dignen ustedes decretar y decreten de una vez para siempre que del calendario español se suprimirá el año 2000 y, por consiguiente, que del año 1999 se pase directamente al 2001. Dicho en -otras palabras,que el día siguiente al 31 de diciembre de 1999 sea el 1 de enero de 2001, a ver si ustedes lo entienden así. Tal es mi proposición, señores del Gobierno.Considérenla ustedes, señores del Gobierno, que merece ser considerada, se lo digo yo. Piensen, en primer lugar, que por una medida así, tan definitiva como irrecusable, serán ustedes conocidos para siempre (y sobre todo el año 2001) y podrán ahorrarse la melancólica suerte de contemplar cómo la marea del tiempo va borrando las que otrora parecieran indelebles marcas de sus pasos sobre la arena. Pero piensen en grandes magnitudes, señores del Gobierno, y olvídense de la fecha del decreto: piensen en décadas, edades, eras tal vez, ¿por qué no? Piensen en el estupor europeo, la animadversión con que siempre nos distinguieron ¿Con qué clase de librea se disfrazarán ahora? ¿Acudirán en tropel a contemplar el fenómeno, o simplemente su reserva les dictará formas menos espontáneas con que mitigar su sorpresa y su desazón? Señores del Gobierno, volveremos a ser los primeros, un año -ahí es nada- más adelante que ellos. Les venderemos todo a precios del año siguiente y se lo compraremos todo a precios del pasado. Un 40% o un 30% de beneficios cuando menos. Puede ocurrir -yo todo me lo espero de ellos- que, envidiosos del hallazgo, se apropien de él, como tantas veces ha ocurrido -y me parece un descaro refrescar con testimonios históricos las memorias de sus señorías, memento permanente de los ultrajes sufridos por nuestro pueblo-, y no sólo nos imiten, sinoque se atrevan a aventajarnos de nuevo, implantando en sus diferentes países una cronología más alta. ¡Ah, pero entonces están perdidos! ¡Han caído en su propia trampa! ¿Se imaginan ustedes Europa con una Alemania, síempre prudente, en el 2005, Inglaterra o Francía en el 2002 o en el 2009, Rusia en el 2017 e Italia, siempre la más viva, en el 2035, tal vez para conmemorar el segundo centenario de Carducci? Qué confusíón en los cambios de moneda, qué altibajos, qué caos. Los intereses, los créditos, las amortizaciones, los fletes, todas esas cosas lanzadas al frenesí. Sin duda, ni por un instante lo dudo, que el Mercado Común europeo se irá a hacer puñetas, y así sus sucesores en el Gobierno del 2001 -que no serán desmerecedores de ese título si nuestro pueblo conserva su inspiración de hoy a la hora de elegir sus gobernantes- se evitarán las molestias de la negocíacíón para nuestro ingreso en esa liga tan pesada como ruinosa. ¿No les mueven a la piedad, señorías, los futuros padecimientos de sus hijos, y no es esa bastante razón como para ejecutar el ensayo? ¿Es que no tienen ustedes alma?

Pero hagan lo que hagan los de fuera, nosotros conservaremos, al tiempo que la flema, nuestra inquebrantable postura. No nos moveremos. Presumo que habrá un baile de números, una inflación de años; las cronologías se devorarán las unas a las otras y habrá país que, enfebrecido, se sitúe decenios, quizá siglos, por delante de otros. Pero los números mandan, y sí quiere estar a la altura del año que él mismo se marcó en su estúpida ceguera,tendrá que consumir todas sus rentas en el gasto público y así quedará borrado del cuaderno de las naciones.

Pero nosotros no nos moveremos; seguiremos en riliestro 2001 y seremos los más atrasados. ¿Y qué? ¿No dicen que lo hemos sido siempre? ¿Y por qué tenemos que cambiar, me pregunto yo? Seremos los más atrasados y de nuevo nos envidiarán. Las aguas volverán a los lejos cauces: un país barato, tranquilo, rural, delicioso, con una vida fácil, un talante despreocupado, mucho tiempo libre. Y se volcarán de nuevo aquí, ansiosos de respirar por un día el aire que vivificará durante un año su sórdida morada.

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Puede ocurrir, señores del Gobierno, que hagan caso omiso de nuestra audacia y pretendan no haber reparado en nuestro gesto. Se equivocarán de nuevo. Nos quedaremos solos, adelantados pero solos, pero ellos se habrán equivocado. Un resentimiento de tal naturaleza, y aunque duramente acallado, no puede dejar de germinar en el seno del alma humana y pronto sus tribus se verán dominadas por las rencillas, las intrigas y por esos sentimientos belicistas que fructifican en una engañosa paz y que tan a menudo resultan más dañinos que el espíritu guerrero. ¿Qué puedo decirles sino que el alma más roma será capaz de prever los funestos resultidos de tanta tensión? Y cuando todo haya pasado se volcarán de nuevo en nuestro suelo para disfrutar de nuestro año 2001 y siguientes.

El único grave inconveniente que yo veo a este proyecto es que el 2001 será bisiesto y así lo serán el 2005, el 2009, el 2013, etcétera. Todo un lío porque si todo el mundo -y no es la primera vez que ha pasado algo de ese orden en este país, tan fértil en olvidos colectivos- olvida cuál fue el bisiesto anterior es posible llegar a no saber cuál será el siguiente, ya que no valdrá la prueba de dividir por cuatro. En cuanto a dividir por cuatro y quede de resto uno, sinecramente me parece una prueba un poco ardua para imponerla a todo un país. Tal vez la solución sea suprimir los bisiestos o tragarse tres sin que nadie se entere y así seguir proclamando -y sin pelos en la lengua- a todo el mundo que España slgue considerando, pese al gran camblo de todo orden que su pueblo ha llevado a cabo, y para que de una vez comprendan nuestra íntima armonía, capaz de congraciar el apego a la tradición con el espíritu del progreso, que el año 2004 es bisiesto. Y no abrigo la menor sospecha de que sus señorías, si han de seguir guiados de la irreprochable prudencia que ahora les anima, sabrán resolver de la manera más adecuada este espinoso trámite.

Me reservaba lo del milenio para el final. Me temo de que si no nos andamos con ojo nos coge. Y si nos coge, nos coge de verdad, como debe ser, y no como a otros, que no se sabe cómo se las arreglan, pero nunca les coge, y si les coge tampoco pasa nada. Pero a nosotros no; si nos coge... ya saben ustedes, señorías, lo que quiero decir, y en su mano está el evitarlo. Así que, señores del Gobierno de esta pingue nacion, atiendan ustedes esta proposición que sólo contiene buenas promesas. Y si no, el tiempo lo dirá. Ya me lo dirán ustedes exactamente dentro de veinte años.

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