Críticas a la alternativa entre ética o religión en la escuela
El escolar español puede optar por la clase de religión o por la de ética. Si va a la de religión, la Iglesia, que administra esa asignatura, le ofrecerá una catequesis. Si va a la de ética, la Administración española quiere que se le dé un código de conducta bien racionalizado. Sobre estos controvertidos temas ha versado el Simposio sobre la Enseñanza de la Etica en BUP y FP, organizado por la Universidad de Comillas del 21 al 24 de septiembre.
La mayoría de los ponentes coinciden en poner en tela de juicio el proyecto de ofrecer un código moral y que estuviera racionalmente fundado. Para la catalana Victoria Camps, la determinación de principios éticos universales ni es posible ni sirve gran cosa, ya que del principio no matarás se pueden derivar consecuencias tan contradictorias como la oposición a la pena de muerte o la oposición al aborto. En una sociedad pluralista, más que un «Imperativo ético», lo que es posible es el «Imperativo herético», esto es, un relativismo moral del sujeto. «Lo moral no es decir que el asesinato es malo, sino tener el valor de llamar a este o aquel hecho concreto asesinato». Si no existe norma moral absoluta habrá quien diga, como Wittgenstein, que más vale callar o, como Albert Camus, que todo da lo mismo. Victoria Camps abogaba, a falta de pruebas objetivas de la decisión moral, por la racionalidad intersubjetiva o dialógica que, aunque no alcance el consenso total, va bien a una sociedad pluralista.
Liberalismo ético
La misma crítica al planteamiento racionalista de la Administración la hacía Augusto Hortal, organizador del simposio, que pedía no repetir el error de la Ilustración, «para la que es suficiente impartir ciencia para hacernos virtuosos». Reyes Mate llamaba, sin embargo, la atención sobre el peligro del liberalismo ético, que nada valora mayormente porque todo da lo mismo. «Vivimos en una situación típicamente hegeliana», decía; «es decir, aceptamos que cada persona, cada grupo o colectivo tengan su propio código moral que nos esforzamos por respetar. Pero a nivel planetario domina en plan monopolio la moral darwinista del progreso, cuyo precio es la destrucción de la naturaleza, el desprecio del vencido o débil y la apoteosis del miedo que nos paraliza». Es necesario, en su opinión, una nueva cultura moral que respete los derechos de los vencidos y no bloquee la esperanza de los cambios necesarios, que hoy nadie osa por el peso de los miedos: miedo nuclear, bélico, de relación de fuerzas, etcétera.Carlos Thibaut, profesor de ética, criticó esta separación administrativa de religión y ética porque no ayuda a desarrollar la convivencia entre españoles y priva a los alumnos de ética de conocer una parte tan importante de la cultura española como es la religión. El mismo Thibaut manifestó sus dudas sobre la viabilidad de esa clase de ética tal y como está planteada. En el ánimo del Ministerio de Educación la ética está entendida como la asignatura «de los laicos». Pero en España la tradición laica es escasa, casi inexistente fuera de Cataluña; por eso la mayoría de los profesores de filosofía se niegan a dar clase de ética. Existe además una presión social contra esa clase que también se hace patente en la normativa: para dar clase de ética tiene que haber veinte alumnos, al menos; para la clase de religión no hay mínimo fijado. Difícil será, en su opinión, que la clase de ética cumpla la misión cívico-educativa que se espera de ella.
Quienes criticaban la enseñanza confesional de la religión y pedían un tratamiento cultural de la misma, que se debería impartir a todos los alumnos, tenían que plantearse la relación entre religión y ética. «Para superar la fascinación por el mito moderno del progreso», decía Reyes Mate, «hay que mirar hacia atrás y adelante, recordar y esperar: dos actitudes típicamente judeocristianas».
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