Más de 200.000 personas protestaron por la política económica del presidente Reagan
La capital federal de Estados Unidos, Washington, registró ayer una manifestación monstruo en la que más de 200.000 personas protestaron por la política económica de la Administración republicana del presidente Ronald Reagan, en una jornada de solidaridad organizada por la Federación de Sindicatos americanos, AFL-CIO. Desde la época de las manifestaciones contra la guerra del Vietnam, Washington no había vivido una jornada de protesta popular similar. El presidente Reagan ignoró oficialmente a los manifestantes, retirándose a descansar durante el fin de semana a la residencia presidencial de Camp Davis.
«Queremos trabajo. no caramelos", exponía una de las miles de pancartas, aludiendo la tradicional costumbre del presidente Reagan que siempre tiene una jarra llena de caramelos en su despacho de trabajo en la Casa Blanca. Representantes de organizaciones sindicales. llegados de todas partes del país, mostraron su disconformidad con la política económica de Reagan que, para reactivar la economía, quiere reducir el gasto público a coste de reducciones en los programas so ciales norteamericanos.«Hoy demostraremos a la Administración, al Congreso y a la nación nuestra oposición total al ataque a los programas sociales y a los derechos de los trabajadores", dijo Lane Kirkland, presidente de la AFL-CIO.
Solidaridad con Palco ilustra ban otras muchas pancartas de la coloreada manifestación, en apoyo a los 12.000 huelguistas controladores aéreos, oficialmente despedidos por el presidente Reagan, que se niega a negociar con los protagonistas de una huelga considerada como ilegal por la Administración.
Guerra laboral
La guerra entre sindicatos y la Casa Blanca es laboral, pero con amplios ribetes políticos. El movimiento sindical norteamericano, con sus quince millones de afiliados; pasa un momento crítico. Aglutina sólo el 21% de la población laboral estadounidense. dando el índice más bajo de sindicalización desde la segunda guerra mundial.
El espectro del paro, que roza casi el 8% de promedio (más del 15% entre la población de raza negra), modera la combatividad laboral. «Mantener el empleo es nuestra prioridad», dijo recientemente Douglas Fraser, presidente de la potente Federación de Trabajadores del Automóvil, miembro de la AFL-CIO.
Con la manifestación de ayer en Washington, los sindicatos esperan recuperar miembros e influencia política. Sobre todo en apoyo del Partido Demócrata, todavía convaleciente de la amplia derrota electoral del pasado 4 de noviembre, que condujo al republicano Ronald Reagan a la Casa Blanca y a la recuperación de la mayoría en el Senado por parte de los republicanos.
«Nos oponemos a una política que convierte virtualmente en imposible. tanto para los jóvenes como para los viejos, la adquisición de su hogar, a los recortes en ayudas escolares, a la discriminación de las mujeres y a los que no tienen la piel blanca», lanzó Edward Kennedy, senador demóerata por el Estado de Massachusetts y posible candidato de su partido a la elección presidencial en 1984.
Tradicionalmente, los sindicatos siempre fueron un puntal financiero y un vivero de votos para el Partido Demócrata. La radicalización frente a la Administración Reagan devolverá, probablemente, el protagonismo político a los sindicatos, a imagen de la época de Georges Meany, el influyente presidente de la AFL-CIO, fallecido a primeros de 1980, cuyos puntos de vista eran escuchados con interés en la Casa Blanca. Hoy no existe hilo directo entre los sindicatos y la Administración central norteamericana.
Lane Kirkland busca jugar un protagonismo parecide, al que tuvo Meany y, casi seguro, devolverá a los sindicatos arricricanos un papel importante en la escena política. Unos sindicatos. por otra parte, que en su primer centenario de existencia continúan siendo juzgados como muy conservadores por personalidades más críticas ante el sistema social y económico de Estados Unidos.
Ralph Nader, líder de los movimientos de consumidores norteamericanos, en declaraciones al diario The New, York Tines, continuó opinando que «el estilo de vida y las costumbres» del presidente de los sindicatos AFL-CIO, Kirkland, «son más las de un capitalista que de un sindicalista», gracias a su pasado empresarial y su actual salario anual, superiora los diez millones de pesetas.
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