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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Parla

Parla, a veintiún kilómetros de Madrid, por la carretera de Andalucía, tiene 70.000 habitantes, una poetisa ya entrada, Angeles Amber, y una familia de cigüeñas que vive todo el año en la torre. Los hombres de Parla, mayormente, trabajan en la Chrysler y en Hauser y Menet, pero de pronto Hauser y Menet despidió seiscientos, con la recesión y la indecisión, y en Parla hay un contingente de parados jóvenes que van y vienen, flipados de soledad, por las calles ya manchegas de lo que fuera coto de caza de nuestro don Felipe Il. Parla tiene el corazón atravesado por la autopista, como Garcilaso, el poeta, por la ballesta. Estos pueblos partidos en dos, donde el broche de unión es el lucero verde del semáforo, tienen derecho a un paso, a un puente elevado, algo. Casi todo el personal trabaja en Madrid, y era una hora de viaje, y otra de vuelta, por el tráfico, hasta que la Renfe ha puesto un tren de cercanías, que les deja en Atocha, y el Ayuntamiento ha puesto unas camionetas. El alcalde, de veintitantos años, tiene en su despacho al Rey Juan Carlos, a don Pablo Iglesias y a Cristo crucificado. Satur, «el hombre de cristal», es el artista de Parla. Satur era y es cristalero de ventanas, pero un día empezó a meterle arte a su inconsútil materia y ahora saca aves, escudos y la torre de la iglesia vieja en sus cristales.Lo malo es los entierros, que tienen que ir dando un rodeo, porque el rico del pueblo se negó a que se hiciese un camino por su finca. Humilla a los vecinos, ya de muertos, con este paseo triste, con este rodeo de la nada a la nada.

Los dos curas son progres, están con los gonzaleros, y los artistas Francisco Lara y José María Iglesias hacen vanguardia pedánea con su arte llegado,de Madrid. En Parla, como en todos los pueblos de la España, por lo que voy viendo, se han puesto de actualidad las majorettes, un necio invento electoral yanqui que no entiendo cómo patrocina la izquierda municipal con tanto fervor. A mi más que a ninguno me gustan esas adolescentes que desfilan, entre circenses y berlangulanas, con sus líricos muslos unánimes, pero las preferiría de vaqueros o minishort. Suele mezclarse el número con lo tradicional del casticismo, disfraces regionales, madrileños, desfile de carrozas en que pasean los niños y las bellas. El tirón americano Y aldeano de las majorettes es un neocostumbrismo pre/OTAN que uno no entiende.

Poco queda del pueblo que aquí fue, algunas casas bajas y encaladas, con rejas de balcón colocadas verticalmente, como enrejado horizontal, unas casas de adobe y esa cigüeña fiel al pueblo, que acaba de tener cigüeñitos. Por junio/julio son las fiestas del agua, cuando a Parla le falta hasta el sifón, y salen a la carretera con la pancarta en seco de la sed.

Una vez murió un hombre, ya recuerdan. También puede ocurrir, por el contrario, que el dios de la lluvia llore sobre Parla y se inunde la población (yo he vivido las cercanas inundaciones de Villaverde). Entonces es cuando la discoteca principal, que está bajo el nivel de la calle, se llena de agua y barro, y la música en pie de los Ramones flota entre las gaseosas y las cocacolas como una braga triste de adolescente musical frustrada.

En Parla se lo he dicho al personal:

-Que no os coma Madrid, no os dejéis atropellar. Ahora estáis más cerca del curro, con el buga, pero el modelo de célula urbana, que viene desde Atenas a Lefebvre, es una cosa así como lo vuestro. Que en Madrid, por haber, hay hasta neoliberales. Cosa mala.

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