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Escepticismo británico ante la visita de Mitterrand a Londres

Andrés Ortega

Rodeado de cierto escepticismo por lo que Gran Bretaña pueda sacar de esta visita oficial de veinticuatro horas de duración, ayer tarde llegó a Londres el presidente francés François Mitterrand. Este viaje, que estará dominado por temas comunitarios, se sitúa en el marco de las conversaciones anuales anglo-francesas y viene a constituir el primer encuentro bilateral formal entre Mitterrand y la primera ministra británica, Margaret Thatcher, que ya se conocieron en la cumbre de Ottawa y con ocasión de la boda de los príncipes de Gales.

Mitterrand llega acompañado de seis ministros y es significativa la ausencia de la ministra de Agricutura, Edith Cresson, ya que la política agrícola de la Comunidad Europea (CEE) es una de las cuestiones espinosas entre los dos países. En las conversaciones entre los dos dirigentes y sus equipos, los temas de la CEE ocuparán un lugar predominante, especialmente en lo que a presupuesto, agricultura y pesca se refiere. Al Reino Unido le gustaría que estos problemas se solucionasen, según las líneas fijadas por el anteproyecto de la comisión europea publicado en junio, antes de finales de año, y aún mejor, para la cumbre comunitaria que se celebrará en noviembre en Londres. Es poco probable, sin embargo, que esta visita haga avanzar las cosas significativamente, y para los británicos si no se solucionan estas cuestiones no habrá progreso en otros campos.

Ambos países están aquejados por el paro, pero la política económica separa a ambos Gobiernos. Mitterrand intenta aumentar el sector público mientras Thatcher trata de reducirlo, con las consiguientes luchas para sacar provecho de la reestructuración de la CEE. Ha sido, sin embargo, muy bien recibida en Londres la intención francesa de dar un mayor peso al Reino Unido en el seno de la Comunidad Europea y contrarrestar así el eje París-Bonn.

Por ello, los británicos tratarán, sin abandonar sus puntos de vista de aferrarse a los intentos comunes, especialmente industriales. Ahí está el éxito del Airbus y la discordia del Concorde. Se vuelve asimismo a hablar con seriedad del proyecto de un túnel bajo el canal de la Mancha, que ha sido defendido con fervor por el presidente de la Corporación Británica del Acero, lan MacGregor. Es, pues, en la industria donde la colaboración entre ambos países puede avanzar más, a pesar de que la comisión anglo-francesa de cooperación industrial no se haya reunido desde junio de 1980.

En política exterior, la Administración de Margaret Thatcher prefiere Mitterrand a Giscard, por su antisovietismo más acentuado y por su defensa de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y del despliegue de los euromisiles. Tan sólo existen ciertos recelos en torno a la cuestión de Oriente Próximo, donde los británicos creen que la política francesa se está volviendo más autónoma, al margen de los intereses europeos.

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