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"Reflexiones democráticas sobre la dimisión de Francisco Femández Ordóñez"

Las reacciones encontradas, laudatorias unas, críticas las más, demoledoras otras, que ha suscitado la dimisión de Francisco Fernández Ordóñez como ministro de Justicia obliga a algunas consideraciones, que yo quisiera calificar de «reflexiones democráticas» sobre el suceso.Creo que es oportuno, para empezar, un breve repaso a la dimisión como fenómeno político. La dimisión no es un fenómeno habitual en la vida política española. Nuestros políticos dimiten poco. Nuestra clase política no es propensa a las iniciativas personales de desbloqueo de las estructuras del poder. Cada personaje se aferra a la parcela de poder personal que le corresponde, y la clase política como colectividad no tiene conciencia del saludable carácter que dan las organizaciones democráticas los fenómenos de reparto o circulación de poder. En principio, todo lo que favorezca la movilidad de la clase política, la circulación de unas y otras personas por los distintos puestos de organizaciones y cargos es positivo. Lo contrario es convertir la democracia en un escalafón manipulado por unos pocos.

Dimitir, pues, es saludable, no es demoledor, no es desestabilizador. Nuestros políticos deberían saber dimitir más, aferrarse menos a los puestos, organizar más la política en torno a lo razonable y lo colectivo y menos alrededor de unas pocas personas indispensables. Por otra parte, desde el punto de vista personal, toda dimisión significa una puesta en riesgo de la propia situación política.

Sobre el oportunismo

Es evidente que Fernández Ordóñez ha tenido perfecta constancia de esta realidad, y el hecho de asumirla, y valorar superiormente las razones que le han movido a la dimisión, le honra. Se ha dicho que la suya es una actitud de oportunismo político. En todo caso, es un oportunismo de altos vuelos que pierde el carácter de tal. El verdadero oportunista juega siempre a corto plazo y con la seguridad de ganar En este caso, ni es corto el plazo de la apuesta, ni la decisión que se adopta es una opción segura. Por lo mismo que he criticado a Francisco Fernández Ordóñez, cuando me ha parecido oportuno, y por lo mismo que me he permitido disentir de alguna de sus actuaciones, me considero en libertad de valorar muy positivamente su dimisión. Creo que, como tantas otras actitudes suyas, la decisión de dimitir le honra. Creo que la calidad de las personas re salta, más que cuando están siempre presentes en un escenario, cuando se permiten retirarse de él. Fernández Ordóñez puede permitirse el lujo de retirarse del primer plano de la política sin desaparecer de ella. Por lo mismo, que la política activa no es su pasión única, sino que la comparte con otras muchas de carácter ciudadano o intelectual, seguirá participando a fondo en los quehaceres de la democracia.

Yo quisiera que su salida del Gobierno no significara a plazo más o menos largo su apartamiento de UCD. Estas personalidades, a las que Emilio Romero ha llamado con tanto acierto fronterizas, son necesarias en las organizaciones políticas de centro y derecha. Su presencia en ellos es para algunos motivo de confusión. En realidad, no hay tal, sino que la imagen de estos políticos es un reflejo intelectual del carácter complejo y variado de la sociedad moderna

A quienes han juzgado duramente su dimisión yo les pediría que repasasen las consideraciones que Michael Walzer (1) dedica a quienes deciden apartarse públicamente de una posición política determinada «mostrando un respeto honorable por las razones de sus compañeros». La clase política y la opinión social juzga duramente a todo aquél que, integrado en un «proyecto complejo» y habiendo adquirido serios compromisos, decide apartarse en un momento determinado de uno y de otros. «Es su propia decisión, ve las cosas con sus propios ojos, de determinada manera, puede equivocarse. Sus compañeros le recuerdan su promesa: ¡solidaridad para siempre! Es una situación terrible». Silone, cuando se apartó del partido comunista, explicó que el «honor político personal» obliga por encima del «compromiso colectivo». Quienes optan por este honor personal son dignos de todo respeto. Este tipo de actitudes implican una enorme dificultad y la «fuerza interior para quedarse solo».

A Francisco Fernández Ordóñez, de quien disiento en tantas cosas, quiero dedicarle en este momento el testimonio de mi admiración y respeto. Creo que su gesto es ejemplar y es democrático. Que no desestabiliza la democracia, sino que contribuye a ennoblecerla y hacerla real. Y que, en todo caso, equivocada o acertada, su actitud es una demostración de su calidad humana y de su honestidad política.

(1) Obligations: Essays on disobedience, war and citizenship. Versión española Edisar, Buenos Aires, 1975, página 168.

Félix Pastor Ridruejo es vicepresidente de Alianza Popular.

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