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Tribuna:Europa del Este, un año después de la "revolución" polaca / y 2
Tribuna
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Los ideólogos cierran filas en Moscú y los intelectuales húngaros quieren mayor libertad

La Unión Soviética viene marcando el ritmo de la crisis polaca por su presión sobre las autoridades de Varsovia, claramente a veces y de forma velada otras. Pero, al margen de los grandes intereses estratégicos de Moscú, la crisis polaca ha servido para que el Kremlin reaccione con medidas políticas, de cara a su sufrido consumidor, y represivas, contra un incipiente sindicalismo libre que parecía tener en estos momentos su hora decisiva en el territorio de la URSS. Junto a esta amalgama de intenciones soviéticas y a la declaración de intenciones de Bulgaria, más que medidas concretas, Hungría aparece como el país más alejado del tumulto, y la crisis en Polonia ha servido para que sus autoridades aceleren ciertas medidas que tenían en cartera.

En noviembre del pasado año, Leónidas Breznev se dirigió al pleno del Comité Central del Partido Comunista de la URSS (PCUS) en términos inusuales por su crítica furibunda a ciertos "burócratas", a quienes acusó del malestar reinante en la población por el desabastecimiento y mala calidad de los productos.A partir de entonces, y con renovado ímpetu, los dirigentes soviéticos establecieron en su 26 2 Congreso (febrero pasado) la necesidad de aumentar la producción de bienes de consumo.

La Prensa de la URSS se encargó de silenciar, dentro de, lo posible, los cambios que se producían en Polonia a partir de finales de agosto de 1980, pero alguna chispa había prendido. En Vilno, capital de Lituania, los obreros de una fábrica consiguieron en noviembre que fuera despedido el director .por incumplir un programa de viviendas". El propio órgano oficial de los sindicatos soviéticos Trud ha reconocido las huelgas mineras, a partir del 21 de septiembre, en Doribass y Kuzbass; en una fábrica de Tartu, cerca de la frontera de Polonia con la república soviética de Estonia, a principios de este año, los obreros reclamaron menos horas de trabajo y mantener la misma producción.

"Solidaridad" a la rusaComo ocurriera en el verano de año pasado, con la celebración de los Juegos Olímpicos en Moscú en que las autoridades soviéticas recrudecieron la campaña contra las organizaciones disidentes, Polonia ha servido para que las autoridades se mostraran especialmen te implacables con los pocos líde res del sindicato independiente so viético, Asociación Libre Interprofesional de Trabajadore

(SMOT), que aún quedaban en libertad, caso de su fundador, Yla dimir Klebanov.

Al menos, la crisis polaca ha servido para poner al descubierto organizaciones laborales independientes en distintos países del Este, europeo, incluido -el SMOT, fundado el 28 de octubre de 1978, que se presentó oficialmente a la Orga nización Internacional del Trabajo (OIT).

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Hoy Klebanov está sometido a cura psiquiátrica en el hospital regentado por miembros del KGB en Dniepropetrovsk (Ucrania) y VIadimir Skibirski, fundador de la Asociación de Sindicatos Libres (ASL) de la Unión Soviética, des mantelada por el KGB en febrero de 1971 reside en un campo.

Para el Kremlin, el conocimien to por parte de la población sovié tica de la existencia de sindicato libres en su país, a los que pueden pertenecer "marxistas o no marxistas", en las actuales circunstancias siempre resultará más peligro so que las diversas organizaciones disidentes, compuestas, en su ma yor parte, por intelectuales que pretenden una "moralizacíón" de la sociedad más que medidas so cioeconómicas concretas.

Hungría, la estable

Los ideólogos del Kremlin respondían negativamente en Pravda, en junio pasado, a la eventualidad no ya de autorizar un Iaboratorio socialista" en Polonia, sino a introducir cualquier corrección en el papel tradicional de los sindicatos como "correa de transmisión" del partido. Al menos en la URSS, el vina polaco ha significado un repliege hacia las ideas más conservadoras.

Y en este sentido, la dimisión de Alexis Kosiguin, dos meses antes de su muerte, en diciembre del año pasado, obedece a este rumbo conservador de la política soviética. A Kosiguin nose le puede negar haber tenido ciertas ideas económicas reformistas.

Si hay algo que separa especialmente a Hungría de la URSS, es el predominio, en el primer país del poder tecnocrático frente al ideológico o, cuando menos, el apoyo de los pensadores a los técnicos. Así lo demostró el número 1 de la ideología de Budapest, Gyoergy Azcel, en plena fiebre polaca,en noviembre del año pasado, al explicar que la reforma económica que dirige el progreso húngaro (el denominado Nuevo Mecanismo Económico) forma parte consustancial del propio régimen.

Claro está que las autoridades húngaras tienen unos límites que no pueden sobrepasar en su reformismo, como es la autorización de sindicatos independientes, pero no han tenido el menor reparo en introducir la semana laboral de cinco días, que motivó una abierta crisis en Polonia a principios de año. La reducción de lajorriada laboral estaba planeada desde mediados de 1980, pero su introducción a mayor escala de lo planificado en principio parece haberlo propiciado la evolución en Varsovia.

Pero la incidencia del intento democratizador polaco ha calado en algunos círculos intelectuales húngaros, bien tratados por el régimen, que llegaron a cursar, por mediación oficial, cartas de protesta, en 1979, a las autoridades de Praga por las medidas contra los disidentes checoslovacos.

El presidente Janos Kadar viene permitiendo ciertas cotas de libertad, siempre y cuando la crítica sea hacia él exterior, incluidos los países hermanos. Sin embargo, la evolución de los acontecimientos en Polonia ha provocado. un repliege. Así, a mediados del pasado mes de junio, la Prensa oficial se refirió a las "iniciativas inútiles e ideológicamente malsanas" de un cierto número de intelectuales, inrcluidas figuras de su literatura actual.

Al ser conocido que el sindicalismo polaco brota de las tenues iniciativas de diversos grupos, que se forman a princios de los años 70, cristalizan en el KOR en 1976 y organizaciones obreras libres un año después, las autoridades del Este, incluidas las de Budapest, han aprendido la lección de no dejar crecer grupos marginados de la ortodoxia oficial.

El propio Kadar ha criticado a un denominado "Cornité de Ayuda a los Pobres", constituido por artistas y escritores, a quienes acusa de "querer subirse a la rampa de lanzamiento". Se han prohibido clubes de escritores jóvenes como el denominado "Jozsef Attila", sus miembros solicitaron ir a Polonia, editar un periódico independiente y que cualquier persona pudiera asociarse al club. Las publicaciones samizdat (clandestinas) vuelven a circular. Se habla del pseudoliberalismo" del régimen de Kadar y del "espíritu democrático" de algunos íntimos colaboradores de Inire Nagy, el inspirador de las reformas húngaras ahogadas por la invasión soviétíca de 1956.

Esta disidencia "auto-controlada" expone con claridad que la protesta viene de una elite y es difícil el contagio a la sociedad preocupada por mantener su- privilegiada situación consumista. Sin embargo, algún escritor comprometido con esta corriente manifiesta: "El futuro depende de lo que ocurra en Polonia".

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