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Los toros no sirvieron para hacer toreo

Plaza de Colmenar. 31 de agosto. Tercera de feria. Cuatro toros de Luis Albarrán, de aceptable presencia, flojos y mansos, y tercero y cuarto de Manuel San Román, manso, sin peligro, y muy flojo, respectivamente. Julio Robles: dos orejas protestadas y palmas. José Luis Palomar: ovación y una oreja con petición de otra. Tomás Campuzano: dos orejas y ovación. Tomás Campuzano fue sacado a hombros de la plaza.Ni los astados de Albarrán ni los dos de San Román que remendaron la corrida dieron oportunidades para que los visibles deseos de los tres matadores para animar la corrida y alcanzar un triunfo completo llegarán a buen puerto. La condición de los toros fue muy diversa, aun dentro de la mansedumbre general. Así, hubo toros de media arrancada, como el primero y el sexto; otros, con cierto peligro, como el segundo y el cuarto, un manso sin peligro, como el tercero, y otro flojo con cierta casta, como el quinto.

Los trofeos que conquistaron los espadas fueron el premio a la decisión y a la voluntad, más que a la categoría de lo ofrecido. La corrida ha tenido sólo algunos chispazos de calidad como la facilidad estoqueadora de Palomar, el buen hacer y la colocación del peón Martín Recio y el aguante de Julio Robles en algunos muletazos frente a las tarascadas del cuarto. Lo demás han sido buenos deseos e intereses por agradar.

José Luis Palomar era esperado con expectación por los que sabían de sus éxitos en la plaza de Las Ventas y resultaba un perfecto desconocido para muchos espectadores, que preguntaban cómo se llamaba el torero. Cuando recibió de capa a su enemigo, ganándole terreno en los lances, los que ignoraban quién era aquel muchacho de verde y oro se quedaron sorprendidos ante las maneras del matador. Después, un el tercio de banderillas, en el que consiguió clavar un par de poder a poder, confirmó la excelente Impresión causada. Pero el lote que le ha correspondido no ha dado ocasión a que los espectadores, colmenareños se hayan encontrado con el José Luis Palomar que cenocen los aficionados madrileños. Su primer toro termínó en tablas y, aunque porfió el soriano en aquel terreno, para conseguír faera, desistió de hacerlo y, tras unos pases para ahormar la cabeza, entró a matar, sin conseguir que el toro muriera del primera estocada.

Tomás Campuzano consiguió su éxito tras encerrarse en tablas con su enemigo, al que toreó aprovechando la querencia. En el sexto, que no tenía embestida, aburrió al público.

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