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Guerra civil entre ex seminaristas

Juán María Bandrés, diputado por Euskadiko Ezkerra en el Parlamento, interrogado por los micrófonos de Radio 1, ha tenido la feliz humorada de describir la tragedia del pueblo vasco como una especie de guerra civil entre ex seminaristas. En efecto, de una parte (o sea, entre los aberlzales), el origen eclesiástico de los luchadores es innegable; tanto es así que el propio Bandrés se vio obligado a subrayar que él no había sido seminarista, sino simplemente tina excepción que venía a confirmar la regla. Por otra parte, los representantes de las fuerzas represivas en Euskadi eran considerados como ex seminaristas zamoranos (lo de Zamora no sé por qué lo subrayaba Bandrés).Creo que ha sido una buena ocurrencia, muy útil para comprender el rompezabezas (y nunca más exactamente escogida la palabra) de lo que está pisando en esa entrañable zona del Norte. Y digo Norte porque para nosotros, los andaluces, esta expresión es tremendamente genérica: todo aquel que viene de Despeñaperros para arriba es simplemente un señor del Norte o un tío que habla fino. Y así, tan Norte es para nosotros Talavera de la Reina como el mismísimo Guernica.

Esta ambigüedad en la procedencia de los contendientes en una lucha sin cuartel es madre fecunda de reflexiones que nos pudieran ayudar para andar, sin marcarnos mucho, por el laberinto de un fenómeno tan difícil de comprender y de explicar corno el que ocurre en ese Norte-Norte de la Península Ibérica.

Con frecuencia se ha hablado de guerras de religión, como si la religión fuera, de suyo, una fuente de discordia entre las personas y los pueblos. Sin embargo, modernos filósofos de la historia creen que hay que superar esta hipótesis de trabajo, y para ello se inclinan más a considerar lo religioso corno una óptima justificación que cada Lino de los contendientes asume e integra a posteriori, para simplemente hechar miel sobre hojuelas. Y esto quizá es lo único que explicaría que en una lucha tan aguda, corno la llevada a cabo en el País Vasco, la procedencia religiosa sea prácticamente la misma. Esto demostraría que la madre del cordero no se crió dentro de los muros austeros y elevados del recinto seminarístico, sino en otros ámbitos exteriores que se ocultan tras las estructuras eclesiásticas.

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En todo caso, todo buen político y cualquier analizador del fenómeno social deben estar atentos a no simplificar su visión poniendo a cuenta de una mera superestructura (en el sentido marxista de la palabra) lo que pertenece a la propia entraña de la misma estructura e incluso de la infraestructura. Dicho con otras palabras: lo religioso puede convertirse en una cortina de humo que impida ver la realidad en su descarnada y vergonzante desnudez.

Y este trampantojo puede dar lugar a dos actitudes contrarias aparentemente, pero procedentes ambas de la misma raíz. Una sería la de creer lo religioso como últirno culpable de una determinada situación de terrorismo o de guerrilla, y otra sería el considerarlo corno la causa última de un fenómeno de liberación. Y así se daría la marcante paradoja de que el mismo catolicismo sea fuente de terrorismo en Euskadi y dinámica de liberación social, en Polonia. Ni eso ni esotro.

Lo lógico es tener en cuenta siempre la conciencia religiosa predominante en un determinado colectivo hurnano. pero sin atríbuirlr una influencia total y universal que nunca puede tener. En los mejores (?) tiempos de la cristiandad medieval, si son debidamente psicoanalizados retrospectivamente, encontrarnos motivos e incentivos de lucha creadora que son fronialiriente, contrarlos al gran punto de referencia del cristianismo: el Evangelio.

Por el contrario, en el caso aetual de Polonla nos podríamos preguntar: la fuerza del sindicato libre Solidaridad, ¿le viene por el simple apoyo de una conciencia católica profundarriente arralgada en el pueblo, o por el hecho de que un alto eclesiástico polaco pertenezca de hecho al tablero de ajedrez donde los poderes de este mundo arriesgan sus más osadas partidas?

En una palabra: no creo que siguiendo una vislón de vía estrecha podamos elegir que la conciencia religiosa es simple superestructura derivada de intereses económicos previos. Lo religioso tiene en sí una densidad y una autonomía tales que merecen ser estudiadas y tenidas en cuenta por sí mismas, independientemente de las estructuras económicas, sociales e incluso nacionalistas.

Pero, por otra parte (o quizá precisamente por ello mismo),lo religioso es un plato exquisito para todo aquel que intente influir poderosamente en lo más íntimo de la persona humana y de su entorno rnás entreñable.

Así se explica que los adversarios se atrevan a ponerse en las solapas de sus guerreras los mismos símbolos religiosos, a pesar de su encarnizada lucha. Es lo que pasa con las arinas: en cualquier guerra unos y otros procuran emularse mutuarnente y rivalizar en la adquisición y uso de las mismas armas y de las mismas estrategias.

Conclusión: el ser ex seminarista de Vitoria o de Zamora no es ninguna explicación profunda de una tragedia como la de Euskadi. Quizá habrá que apuntar a otras motivaciones, como implícitamente lo hizo Juan María Bandrés al recordar su destierro en el pueblo almeriense de Purchena, donde intimó con la gente del lugar e incluso llegó a trabar buena amistad con el cabo de la Guardia Civil, ante el que debía presentarse incesantemente.

España (a los andaluces no nos da grima llarnarla así, ya que fue aquí donde empezaron los fenicios a apellidarla de esta forma) tendrá arreglo cuando todos, creventes y agnosticos, guardias civiles y, gitanos, vascos y castellanos, gallegos y andaluces, podamos tener una buena plaza mayor en cada lugar, para encontrarnos cara a cara, tomar unos chatos o unos chiquitos, y dejar a nuestros estudiosos tranquilos en sus bibliotecas averiguando el carácter superestructural o infraestructural de nuestras más auténticas vivencias.

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