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ALCALA DE HENARES

Los toros no tenían la edad reglamentaria

El domingo, en la corrida de Las Ventas, el programa de mano anunciaba novillos, y luego se lidiaron toros y bien toros. En la corrida del lunes, en Alcalá, el prograrna ofrecía toros y salieron novillos de tres años. Y esto no nos lo hemos inventado ni lo hemos soñado. Esto lo pregonaban cinco de los seis toros lidiados, que llevaban, a guisa de carné de identidad, el número 8 en el brazuelo, indicativo de que habían nacido en 1978.Para rematar la engañifa, el quinto novillo salió totalmente inválido, sin que el presidente quisiera enterarse de la justificada bronca que armó el público, con lanzamiento de botes y aporreamiento de las tablas de las barreras. Por encima de los rugidos de la bronca y del coro de «Ladrones, ladrones», como un estrambote a la burla, la banda se puso a tocar un pasodoble, con lo que la indignación del público subió hasta la última Fila de las gradas.

Plaza de Alcalá de Henares

24 de agosto. Toros de Ignacio Pérez Tabernero. A excepción del cuarto, todos chicos, flojos, anovillados y sospechosos de pitones. Estos cinco se dejaron torear, especialmente el tercero, que fue ideal. Julio Robles: seis pinchazos y estocada que asoma (un aviso y silencio) tres pinchazos y media desprendida (pitos). Roberto Domínguez: pinchazo hondo, es tocada desprendida y descabello (silencio): estocada desprendida (división). Espartaco: bajonazo quedándose en la cara bajonazo con derrame (dos orejas).

El único toro con la edad reglamentaría fue el cuarto. Como era de esperar, al torero le vino ancho. Después de cambiarlo con un picotazo, en la creencia de que era otro jovencito, el toro quedó entero y además empezó a mansear en banderillas, refugiándose en tablas. Julio Robles lo tanteó como pudo y lo mató tan mal como al primero.

Roberto Domínguez y Espartaco hicieron lo que saben ante sus novillos. El primero, con sus maneritas y esa supuesta torería que le atribuyen, y que él se esfuerza cada día más en disimular. El segundo, en su línea palomista, aunque menos retorcido y, con cierta intuición torera que haría bien en cultivar y acrecentar. Como acertó con sendos bajonazos con evidente prerrieditación y alevosía, fue premiado con doble trofeo de oreja, graclas a un presidente sordo para las protestas por la invalidez, pero con oído listo para las coacciones de público y banderilleros.

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