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Incertidumbre política en las relaciones entre Francia y Marruecos

La reciente visita a Marruecos del ministro francés de Relaciones Exteriores, Claude Cheysson, aunque colocada intencionadamente bajo el signo de la continuidad, abre numerosos interrogantes en cuanto al porvenir de los aspectos políticos de las relaciones entre ambos países.Independientemente de las opciones internacionales de Marruecos, un tanto contradictorias por su condición de país del Tercer Mundo, las relaciones franco-marroquíes, en tanto que relaciones entre una potencia industrial y un país en vías de desarrollo, tuvieron un cierto carácter neocolonial.

La llegada al poder en Francia de un partido Socialista que promete a sus socios, principalmente los tercermundistas, unas relaciones económicas y comerciales desprovistas de todo matiz colonialista no puede por menos que agradar tanto a Marruecos como a, Argelia.

Las promesas formales realiza das por Cheysson en sus visitas a Argel y Rabat sobre el trato humano y digno que recibirán en adelante los trabajadores emigrados del Magreb, a quienes Francia reconoce la deuda contraída con ellos, es un paso extraordinariamente positivo, con el cual Francia se ha comprometido solemnemente.

Un mayor equilibrio en la balanza comercial, francamente desfavorable a Marruecos; la necesidad de que el mercado francés se abra más a ciertas exportaciones marroquíes, particularmente textiles; la cooperación de Francia a la hora de la ampliación de la Comunidad Económica Europea, a España especialmente, que tanto preocupa a los marroquíes, son reivindicaciones susceptibles de encontrar ahora un eco más favorable en París.

Difícil cooperación política

Será probablemente la coopera ción política la que sufra. Ya Cheysson reaccionó duramente, en la conferencia de Prensa celebrada el lunes en Rabat, contra quienes le preguntaban si el reenipuentro de Francia con Argelia no iba a significar el abandono de Marruecos.El rey Hassan II, vino a decir el ministro francés, viajaba antes a París a su gusto y a nadie se le ocurrió decir que ello podía parecer un abandono de Argelia. "Ahora que un presidente argelino puede viajar a Francia por primera vez en la historia, sin embargo, se sugíere que ello pueda implicar un abandono de Marruecos".

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También será muy difícil conciliar las posturas francesas y marroquíes en algunos temas tan calientes como el del Sahara occidental. Aunque Cheysson tuvo buen cuidado en precisar en Rabat que "los socialistas están ahora en el poder" y que ello es diferente que estar en la oposición, sus constantes referencias a los principios de la política exterior francesa, en particular al respaldo al derecho de todos los pueblos a autodeterminarse, no puede haber dejado de causar preocupación en Rabat.

Este inevitable distanciamiento político eintre Francia y Marruecos no puede hacerse sino en beneficio de un acercamiento Rabat-Washington, en un momento en que la Administración Reagan parece decidida a hacer de Marruecos el ejemplo para el mundo de la solidaridad de Estados Unidos con sus amigos.

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