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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los enemigos interiores de Jomeini

Sí EL imán Jomeini creyese que debe a alguien que no sea a sí mismo -y, por tanto, a Dios- algo en el triunfo de la revolución y de su elevación al poder, ese alguien sería Francia, en cuyo territorio no sólo tuvo asilo, sino sede y facilidades para su conspiración política, violando incluso las leyes internacionales -y del país- sobre un derecho de asilo que prohibe que el asilado realice actividades políticas.Los cálculos del Quai d'Orsay y de los servicios de información indicaban que la revueltacontra el sha era irresistible, y que sería mejor apostar en favor de la gratitud posterior del nuevo régimen del gran productor de petróleo. Si la primera parte del cálculo era correcta, la segunda, no. Francia ve ahora a su embajador expulsaao de Teherán, y a sus ciudadanos y sus bienes en evidente peligro, como consecuencia de haber dado asilo político al primer ministro destituido y perseguido, Banisadr, y al mujaidin Radjavi. Al mismo tiempo sé anuncian represalias contra los países extranjeros «que actúen contra la seguridad y los intereses del Estado islámíco», al lado de los cuales el asalto a la Embajada de Estados Unidos y'la retención de sus rehenes parecerá algo infantil: la lista de los países acusados (véase EL PAÍS de ayer) es tan larga que equivale a decir que Irán está aislado del mundo.

Es un reflejo clásico, una táctica conocida de todas las dictaduras en apuros, culpar.al extranjero. Se alcanzan así dos objetivos de propaganda: indicar que el mal está situado más allá de las posibilidades justicieras del Gobierno y sus agentes y negar la existencia de una oposición interior. Se trata de fomentar un instinto nacionalista que mueva al pueblo a apinarse en tornó a sus dirigentes.

Si la realidad es que Jomeini y sus ardientes y ensangrentados clérigos -«El chiismo es una escuela de sangre y espada», ha dicho el propio Jomeini- no tienen simpatía en ninguno de los tres mundos oficiales (sin ignorar que en muchísimas casas istámicas del mundo está entronizado su retrato como imagen del redentor posible), la verdad es que los auténticos enemigos der régimen son internos: en dos años, la torpe brutalidad de los clérigos ha dilapidado gran palte de la adicción popular que tuvo en el momento jubiloso de la expulsión del sha. La convicción de que se ha pasado de una tiranía. organizada y conocida a otra caótica y ciega no hace añorar al sha, pero sí deplorar a muchos el curso de los acontecimientos.

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Enemigos interiores son los que han matado ya a los ayatollahs Jomeini y Bejesti, y el martes pasado a una figura principalísima del Partido de la República Islámica, el ideólogo Hassan Ayat.

Pero los enemigos de Jomeini están todavía muy divididos. El intento de que se agruparan en torno a Banisadr no dio el resultado suficiente, y Jomeini se lo quitó de en medio antes de que el peligro cuajara. Le apoyaron los mujaidines, de un extrema izquierda intelectual que trata de reunirlos elementos más cultos de la población juvenil, pero no lo hicieron los comunistas del partido Tudeh; para éstos, la política más coherente es la de apoyar al poder establecido, como conviene a la URSS: ya apoyaron al sha. Esta doble opción mantiene dividido un movimiento militante y armado, el de los fedayines.

Los clérigos suelen atribuir a los mujaidines los atentados incesantes, en parte por desprestigiar a Banisadr, en parte por no culpar a los fedayines; y quizá porque sea así. Esta culpabilización ha producido ya varias decenas de ejecuciones. Pero existe también una organización terrorista -Forghan- que fue la que primero inició la oposición por la violencia, cuando todavía los otros grupos creían en la posibilidad de trabajar con Jomeini. Fueron entonces descritos como monárquicos, residuos del régimen del sha y pagados por él. Su verdadera identidad no está aclarada, pero la posibilidad de que estén movidos por los grupos dinásticos no está excluida. Aunque estos grupos fueron duramente reprimidos, la opinión sobre vive, sobre todo en parte del Ejército, el cual, a su vez, está profundamente dividido; pero los más recientes observadores del fenómeno iraní creen que hay una nueva cohesión entre sus mandos, producida como consecuencia de la guerra contra Irak. Incluso se ve a los militares como protagonistas de una salida en un momento en que el caos no pueda seguir adelante. Pero probablemente la intención de milchos de restaurar la dinastía Pahlevi no salga nunca adelante: el viejo régimen está suficiente mente desprestigiado. En este inventario de adversarios del régimen no hay que olvidar a los pertenecientes a minorías racialel, como los kurdos, los cuales, a pesar de su decisión de resistir, desconfían por igual de todos los grupos de matriz persa.

Esta serie de enemigos violentos -muchos de ellos con la violencia generada por la persecución de que son objeto- explica que Jameini no pueda gobernar; pero explica también que las divisiones de la oposición no hayan llegado a la posibilidad dé formar un frentelo suficientemente amplio como para derribarle. Banisadr, desde su exilio en París, cree que es cuestión de poco tiempo. Quizá sea demasiado optimista.

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