Tokio se prepara ante la eventualidad de un fuerte terremoto
Las autoridades de Tokio dispondrán de veinte segundos para salvar a la ciudad y sus casi trece millones de habitantes de los efectos de un grave terremoto, una vez puesto en marcha el plan de predicción de seísmos que los expertos están diseñando actualmente. La idea básica de este plan es la atenuación de los daños que un «gran terremoto del Tokai», región extremadamente inestable, desde el punto de vista sísmico, situada al suroeste de Tokio, podría producir.
El presupuesto nacional japonés prevé para este año la puesta a punto de un sistema muy perfeccionado para detectar las sacudidas telúricas y desencadenar todo un complejo sistema de medidas de seguridad muy poco antes de que el seísmo alcance a la ciudad.Según los expertos, un fuerte seísmo puede producirse en fechas próximas, situándose su epicentro en la zona inestable ya mencionada. Un experto de la Agencia Nacional para el Acondicionamiento del Territorio explicó ayer que los expertos piensan que dicho seísmo tendrá su epicentro, con toda probabilidad, en la bahía de Suruga, unos doscientos kilómetros al suroeste de la capital japonesa. El proyecto, según Mori, consiste en la instalación de sismómetros muy sensibles en el fondo de la bahía. La onda sísmica, que se desplaza a una velocidad de cuatro kilómetros por segundo, tardará unos cincuenta segundos en llegar a Tokio. Las señales eléctricas, que viajan, en cambio, a velocidades próximas a los 300.000 kilómetros por segundo, llegan de forma casi instantánea lo que permite ese margen de cincuenta segundos para que los ordenadores interpreten las señales de los sismógrafos y desencadenen la alarma correspondiente. Se ha calculado que esto llevaría unos treinta segundos, lo que supone que en sólo veinte segundos más se debe actuar para aminorar los efectos de seísmo.
A pesar de lo exiguo de la cifra, los especialistas mantienen que en veinte segundos se pueden hacer muchas cosas, por ejemplo, detener los trenes y el metro, cortar el suministro de gas y electricidad, detener los ascensores de los grandes edificios, interrumpir el funcionamiento de las grandes industrias, especialmente las químicas, e incluso alertar a la población mediante flashes informativos por radio y televisión. Con ello se espera disminuir de forma espectacular los daños producidos por el terremoto, va que la mayor parte de tales daños se deben a los efectos secundarios del seísmo (fundamentalmente incendios y explosiones de todo tipo), más que al movimiento telúrico en sí.
Los investigadores japoneses son conscientes de que existe un riesgo no despreciable de que el epicentro del seísmo no esté, localizado en la zona esperada. Pero argumentan que, por una parte, los sensores pueden valer igualmente para un seísmo cuyo epicentro se encuentre en zonas próximas, y, por otra parte, el gasto que supone el proyecto se ve compensado con creces por la simple posibilidad de que el seísmo se produzca allí donde es más probable que se produzca. «El ahorro económico, y sobre todo de vidas humanas, puede ser tan considerable que todo lo que se haga es poco», añadió Shigeo Mori.
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