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Tribuna:TRIBUNA LIBRE/ EL DEBATE SOBRE EL INGRESO DE ESPAÑA EN LA OTAN
Tribuna
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La garantía de defensa / 1

Durante las últimas semanas el español interesado en el tema ha podido vislumbrar la médula del problema que España tiene en lo que se refiere a su seguridad exterior: la existencia de un riesgo real y la carencia de una verdadera garantía de defensa para nuestro país de parte de sus aliados.En dos programas de Víspera de nuestro tiempo, de Televisión Española -27 de junio y 4 de julio-, los participantes, la mayoría de los cuales habían jugado un importante papel en las sucesivas renovaciones y en la ejecución.de los acuerdos con Estados Unidos, dijeron cosas importantes y para el espectador medio impresionantes; por ejemplo, que en un cierto momento el Estado Mayor consideró la conveniencia de tomar medidas que incluían la evacuación de Madrid, ciudad a la que se extendía el riesgo de Torrejón; que, por otra parte, las negociaciones se decidían en esferas ajenas a las de las delegaciones designadas. El libro del profesor Angel Viñas Los pactos secretos de Franco con Estados Unidos no solamente informa al gran público del hecho de que las cláusulas y compromisos vitalls en la relación defensiva hispano-norteamericana permanecían secretos, sino también que los acuerdos eran -como sigue siendo el tratado- desiguales. Las emisiones citadas y el libro de Viñas dan cuenta también de algo que no debe olvidarse: funcionarios diplomáticos y mandos militares fueron conscientes de la desigualdad, riesgo y rela tiva indefensión, y se esforzaron en corregir estas situaciones. Los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores contienen -Viñas hace buen uso de ellos- los informes, advertencias, esfuerzos de los embajadores Rovira y Sagaz, Aguirre de Carcer; de los diplomáticos Ruiz Izquierdo, Ojeda, de tantos otros. El sistema y la necesidad de la protección política americana al régimen hacía perder tanto esfuerzo repelido por el muro del interés del Gobierno y del jefe del Estado.

Naturaleza de la relación con Estados Unidos

Hoy nos encontramos en una situación muy diferente. No es extraño, si pensamos que hemos evitado cuidadosamente no ya una verdadera y explícita ruptura, sino asimismo toda posible imagen en el exterior de una ruptura. Mejor dicho, respecto a los países del Consejo de Europa, en relación a los de la CEE, hemos alegado nuestra reconversión democrática, ma non troppo en el modo y en el alcance, no fuesen a pensar que en España pudieran despertarse los viejos demonios de la izquierda. El supuesto era que Europa es y será cónservadora durante décadas. Formalmente democráticos, estructuralmente conservadores, históricamente continuistas, era la fórmula ofrecida. El supuesto, repito: Europa no iba a cambiar de signo, ni siquiera de orientación. Cuanto más que desde 1979 vivimos en algo muy parecido a la guerra fría. Naturalmente, el cálculo no podía prever el cambio en Francia, el agotamiento y desastre de la experiencia monetarista tatcheriana, la.nueva sítuación de fuerzas en Italia... Frente a Estados Unidos el mensaje era más simple: en lo esencial éramos lo mismo. España puede arrastrar inestabilidades, las principales nacidas de una carencia de reconversión democrática total y explícita; pero que no se preocupen internacionalmente: no creará problemas. La conciencia de la fragilidad ha coadyuvado en el ámbito interno a una inestabilidad latente; en el externo, ha consagrado la imagen de la dependecia.

El régimen de Franco no encontraba dificultades en el control de la información. Podía pactar y no explicar. Sus partidarios no necesitaban, ni exigían, ninguna explica ción de lo avalado por su caudillo. Los antagonistas eran irreconciliables; ninguna información dirigida iba a hacerles cambiar de sentimientos, ideales, ni transformar sus juicios. Vivíamos más en un clima de disidencia que de oposición. Negábamos el sistema. El régimen actual tiene que explicar. Su racionalidad legitimadora es la transparencia y el convencimiento. Pero, sin haber roto en esferas importantes las inercias que lo atan al pasado, explica a medias y utiliza: la técnica de la media verdad, que más que unafalta ética es un atentado intelectual: toma un tema y lo expone, desnudo, adánico, sin sus antecedentes, desprovisto de su contexto. Así opera en la cuestión de las alianzas. En especial en lo que. se refiere a la garantía de defensa.

Al no encontrarla en el tratado con Estados Unidos vigente, al tropezar con la dificultad de incluirla en el nuevo texto bilateral, no se vuelve el Gobierno a la opinión, empezando por el Parlamento y le dice: esta es la situación, me esfuerzo en obtener una garantía de defensa real; tropiezo con negativas, hagamos un esfuerzo común, nacional, saquemos consecuencias.

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Por el contrario, el Gobierno realiza una curiosa fuga hacia lo abstracto, lo general. No obtendrá la garantía en el plano concreto, bilateral; pero, eso sí, entremos en la OTAN y allí encontraremos la salvaguardia, la garantía suficiente y, además, colectiva.

De hecho, en la actual renegociación hay tres puntos básicos, tres objetivos irrenúniciables para nuestro país: a) la necesaria corrección de cláusulas y acuerdos que consagran la desigualdad (en materia de jurisdicción, respeto a las comunidades que alojan a las bases, etcétera), b) la obtención de una garantía de defensa, c) la regulación del uso de las facilidades concedidas a las fuerzas armadas americanas.

Romper con la tradición de disponer libremente ante un conflicto ser neutral o participar y no obtener una clara cobertura defensiva, ni clarificar qué garantía de apoyo militar tendría España es un triste fruto, consecuencia de la desigualdad política en que España se encontraba. Todo el proceso de 1953 a 1976 se entiende desde el conocimiento de que los americanos entendían la relación como simplemente utilización de facilidades, a cambio de una ayuda concreta y limitada, y los negociadores españoles deseaban forzar la relación convirtiéndola en un tratado político.

Le ocurre a España algo que la diferencia de otros países de Europa Occidental: para casitodos los europeos (casi todos, porque Portugal tenía escenarios africanos y Grecia y Turquía se oponían entre sí), toda posibilidad de conflicto y tensión se identifica con una tensión y conflicto entre el Este y el Oeste.

Este escenario se ajustaba al supuesto del Tratado del Atlántico Norte: un ataque o una amenaza desde el Este. España, por el contrario, se enfrenta con posibilidades conflictivas en un área no cubierta por el sistema occidental, excluida del ámbito de aplicación de las garantías de la OTAN: el Norte de Africa, concretamente en razón y en torno a Ceuta y Melilla.

En los acuerdos con los Estados Unidos no se alcanza una garantía de defensa. Tampoco al elevarse los documentos a Tratado de Amistad y Cooperación en 1976.

Lo que !e configura es lo que los americanos denominaron una relación defensiva. Queda definida en el artículo V del citado tratado, que se conecta con la declaración conjunta del 19 de julio de 1974, firmada en Madrid por el secretario de Estado Kissinger y el ministro Cortina, texto que representa la mayor aproximación a una garantía de defensa; pero con dos salvedades que le privan de este carácter: no se trata de un acuerdo; no fue sancionada, ratificada por los legislativos de cada país.

El tratado no garantiza la defensa de España, ni en un conflicto propio, ni de manera precisa eq uno general entre los bloques. La Declaración afirma que «una amenaza o ataque a cualquiera de los dos países afectaría conjuntamente a ambos, y cada país adoptará aquella acción que considerase apropiada dentro del marco de sus normas constitucionales ».

En la negociación en curso, la cuestión de la. garantía de defensa es esencial. Ciertas informaciones indican que el Gobierno de Estados Unidos no parece dispuesto a concederla para aquellos escenarios propios de España, ni instrumentarla con una eficacia suficiente en el caso de un conflicto más general. Es un punto vital, a clarificar desde ahora. Porque, incluso si no se obtuviese, cabría defender la tenegociación del tratado, si las contrapartidas que se exigiesen a España correspondiesen a una cobertura tan imprecisa.

En estas circunstancias, metido de la mar adentro, cabalgando en la ola de la militarización del pensamiénto que simplifica y reduce el planteamiento político, deseoso de presentar algún logro en materia internacional, empantanado como está el sendero hacia la CEE, pretendiendo, tal vez, encontrar una base sobre la cual hincar el tingladillo de una coalición de fuerzas conservadoras, divididas por razones internas en UCD y con dificultades, en lo que se refiere a las periféricas, por la nueva lectura de la construcción -autonómica-, el Gobierno necesita renovar el tratado y alegar que ha superado en alguna medida el nivel que se le marcaba al régimen autocrático.

Decir la verdad al pueblo

¿Qué hacer? ¿Decir claramente a la opinión que no cabe garantía concreta, directa y automática, que es la que de verdad disuadiría a un antagonista local y haría pensar al antagonista general? ¿Movilizar a la opinión para que refuerce la posición negociadora? Opciones desagradables para todo Gobierno, que implicarían el riesgo de un debate interno. Pero dignas, respetables y que despertarían solidaridad. Hay otra solución: remitir el tema de la garantía a lo más general, a lo abstracto. La OTAN va a servir para tan extraordinaria operación: renegociado un tratado sin garantía de defensa, con, tal vez, mayores facilidades de utilización de las bases en tránsito a tercer destino (Próximo, Medio Oriente), otro instrumento más amplio de la hegemonía americana, la OTAN ,va a servir de antídoto.

A muchas cosas obliga la práctica de la política, incluso a más la carga del poder. Pero no a ocultar la realidad. Hay que decir claramente al ciudadano que el artículo 6º del Tratado del Atlántico Norte excluye al Norte de Africa -y por tanto, a Ceuta y Melilla- de todo el sistema de garantía. Hay que reco nocer que el artículo 4º prescribe meras consultas, y que el 5º -la garantía- no significa una cobertura automática. Dice este artículo: «Un ataque en Europa o América del Norte será considerado como un ataque contra todos, y que cada parte, en el ejercicio de la legítima defensa, podrá adoptar cualquier acción que considere necesaria, comprendido el uso de la fuerza».

Hay que decir las cosas como realmente son. El carácter no automático de la garantía podría librar a España de alguna implicación que derivase de una tensión o conflicto americano o de otro país mieffibro. Pero es igualmente cierto que la imprecisión de la garantía a España, en el caso de un conflicto, no ya propio y local, sino más general, permanece. Son los pequeños los que, una vez que se arriesgan por la complicada y azarosa vía de las alianzas, necesitan de mayor precisión que compense las responsabilidades y riesgos incrementados por su adscripción al sistema de un bloque.

Es una grave cuestión que hubiese exigido mayor confianza por parte de quienes nos gobiernan en la capacidad de racionalización, de debate y de solidaridad de la opinión, de los ciudadanos, de sus representantes.

Femando Morán es senador del PSOE por Asturias y experto de su partido en política exterior.

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