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Malestar en la RFA por la dureza del presidente Reagan

El canciller federal, Helmut Schmidt, destacó como resultado más importante de la cumbre de Ottawa la posibilidad de diálogo y conocimiento personal entre los dirigentes políticos de los siete grandes países industrializados del mundo occidental, pero en los medios políticos y económicos de la República Federal de Alemania (RFA) apenas se oculta el malestar por la dureza con que Estados Unidos defendió sus posiciones.

Hace sólo tres años, en la cumbre de Bonn, la RFA fue blanco de los ataques de los otros países por negarse a representar el papel de locomotora de la economía para arrastrar a los otros países metidos en la crisis. Entonces, Schmidt, el único político que estuvo presente en las siete cumbres celebradas hasta ahora, echó en cara a Estados Unidos la falta de un programa contra la inflación y la indecisión política de su presidente, Carter.

Hoy, la situación ha cambiado por completo. La RFA deberá afrontar un programa económico de reducción del gasto público, que provocará el rechinar de dientes en todos los sectores sociales. El motivo para estas medidas, que se empiezan a discutir y que Schmidt anunció ya en Ottawa, es precisamente la política antiinflacionista a base de intereses altos en Estados Unidos y la decisión con que el presidente norteamericano, Ronald Reagan, la lleva adelante.

En la RFA se teme que, después de Ottawa, el negocio del transporte de gas soviético a Europa esté en peligro por presiones norteamericanas. El presidente de la Cámara de Industria y Comercio alemana se apresuró ayer a declarar en Bonn que "ni el comercio con el Este de Europa crea una dependencia especial respecto a la Unión Soviética, ni existe un peligro para nuestra seguridad con el negocio sobre el transporte de gas".

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