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Violencia en Gran Bretaña

La señora Thatcher se ha pasado buena parte del fin de semana en el puesto de mando de la policía londinense, mientras en la propia capital y en diez ciudades británicas se registraban nuevos estallidos de ira juvenil, con sus secuelas de asaltos al comercio y enfrentamientos con las fuerzas del orden, amén de peligrosas derivaciones hacia choques violentos de carácter racial. Desde hace catorce días, los incidentes se van reproduciendo por toda Gran Bretaña. El sábado llegaron ya a Escocia, a una pequeña ciudad del norte de Edimburgo. ( ... )( ... ) Culpar a supuestos agentes provocadores del origen de los disturbios, como han hecho los sectores más conservadores británicos, resulta del todo infantil. Es la vieja y universal excusa: se utilizó en Estados Unidos ante la rebelión de los ghettos negros; la URSS la ha aplicado para explicar el fenómeno de las huelgas polacas, y en España se ha venido utilizando también repetidamente. Las masas, se insinúa, permanecerían resignadas en su infortunio, porque en él son buenas, pero unos provocadores, con turbios propósitos, las alteran.

Seamos sinceros; responsable de esta violencia es la desigual composición social de la sociedad británica, acentuada en momentos de crisis por las medidas presentes y agudizada por una política que ha recortado muchas mejoras de carácter social, introducidas por muchos años de Administración laborista. El estallido de la violencia ha sido simplemente la respuesta a la política de mano dura que ha intentado llevar a cabo la señora Thatcher, un modelo que en su momento despertó entusiasmos entre muchos sectores empresariales españoles y que hoy permite abrigar serias dudas sobre su viabilidad en un país en el que la crisis condena a la inactividad a amplios sectores sociales. ( ... )

14 de julio

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