Sepultados vivos
El editorial de EL PAIS, «Muertos sin sepultura» (10 de julio) pone el dedo en la llaga de las graves implicaciones políticas de la intoxicación por aceite adulterado, que ya se ha cobrado más de sesenta vidas, pero deja de lado un aspecto social y económico que, a mi juicio, reviste mucha más gravedad que los fallecimientos. Me refiero a la probable aparición de secuelas crónicas irreversibles, que angustian a los afectados y preocupan a los sanitarios. El gran público debe saber que los partes diarios de altas y bajas hospitalarias de pacientes afectos de intoxicación oleosa son el eufemismo con que se cubre la incapacidad de la profesión médica para resolver una compleja patología tóxica, más allá de oxigenoterapia y otros cuidados intensivos para los casos extremos de insuficiencia respiratoria o circulatoria. Salvada esta situación crítica, los afectados son dados de baja en condiciones penosas, que incluyen náuseas y vómitos frecuentes, inapetencia, pérdida de peso, calambres y agarrotamientos musculares, insomnio y confusión mental, con la resultante incapacidad para cualquier actividad.Los resultados hechos públicos de los análisis de los aceites adulterados, señalan la presencia de anilina, acetanilida y otros posibles derivados del nitrobenceno, en proporciones del 1-2%, de forma que estos aceites contienen en un litro, la cantidad de tóxicos suficientes para matar al 50% de los adultos de sesenta kilos de peso que lo ingieran, de acuerdo a las dosis semiletales que aparecen en el Merk Index. Según este mismo manual y la Extrapharmacopoeia, de Martindale (edición de 1972), la irtoxicación por anilinas y derivados se traduce por erupciones cutáneas, reacciones alérgicas pulmonares, edema cerebral, que explican muchos de los síntomas agudos y subagudos observados, además de lesiones de más largo alcance, del tipo de necrosis hepática (que se traduce por vómitos, pérdida de apetito y adelgazamiento) y renal. Los síntomas neuromusculares que aquejan a muchos de los afectados denuncian la presencia de agentes neurotóxicos en el aceite adulterado, que algún día se incorporarán a los manuales citados.
Los supervivientes de esta catástrofe tóxica necesitan atenciones sanitarias y sociales, que no se pueden confiar a las responsabilidades penales y civiles resultantes del enjuiciamiento de los maflosos traficantes de muerte. La situación requiere unas actuaciones decididas y coordinadas de la Administración, para que su angustiosa situación actual no les lleve a la condición de «sepultados en vida»./ . Doctor en Medicina, colaborador científico del CSIC. .
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