La intoxicación
La guerra bacteriológica de nuestro tiempo es la intoxicación (lo cual no quiere decir que no haya asimismo, en potencia, una guerra bacteriológica en crecimiento, en que las bacterias, según me explica, más o menos, mi vecina Carmela, llevan pasamontañas y parabellum). Pero son peores las bacterias ideológicas.El terrorismo ha tratado de intoxicar al país mediante el virus o bacteria que nos persuade de que esta democracia es el franquismo por otros caminos y, por tanto, hay que matar muchos militares cuando están abriendo su quiosco supletorio para ayudarse un poco a vivir. Recordemos aquellos inefables comunicados de los grapo, que estaban entre la escritura automática y el naïf sangriento, con sus faltas de ortografía (deliberadas) como bacterias gramaticales. El golpismo, por su parte, ha llegado a la intoxicación sensacionalista de la peor Prensa del capitalismo yanqui, ya que, al fin y al cabo, tan ultrapatriotas, están en ese rollo y a un lector de EL PAIS le pegaron una vez, en la calle de Goya, porque, recién venido de Estados Unidos, llevaba una pegatina de Nucleares, no. Luego está la intoxicación a ciclostil o guerra de la xerocopia, que ha querido alcanzar hasta las más altas instancias de la nación, en una legionella atípica provocada por agitadores con vocación frustrada de legionarios, ya que les falta testiculario para serlo. Y, rizando el rizo de la intoxicación (que para eso somos un país barroco y esperpéntico, quiéranlo o no los jóvenes vírgenes de la acracia exquisita), ahora tenemos la intoxicación de la intoxicación: o sea que el aceite de coIza es cosa de la izquierda.
Yo lo tengo claro: hay un Gobierno de derechas, hay dos Ministerios de derechas, como todos (Sanidad e Industria), que han dejado pasar el muermo de la colza, pero ahora, la intoxicación tipográfica ya está desviando el tema de la muerte por intoxicación hacia el único ámbito de izquierdas con alguna responsabilidad (que no diré poder, porque apenas lo tienen). El ámbito municipal. Parece mentira que los ayuntamientos, la venta callejera, la cosa. En la Gran Vía, frente a la Telefónica, hay un parado de rodillas que tiene al lado un cochecito de niña (acuna a la niña) y espera las monedas del personal: «Estoy parado -dice el cartel-, no cobro subsidio, tengo mujer y esta niña, pido para ellas». El tema de la mendicidad infantil, de que tan oportunamente se ha ocupado este periódico, es una herencia de los 40/40 agravada por el absentismo empresarial, que se lleva su dinero a México y por ahí. Creada la estampa tercermundista, ya no cuesta nadajugar a la intoxicación ideológica con la intoxicación estomacal. Lo dijo Larra, cuando se envenenaron las fuentes en Madrid, hubo peste y el personal mató algunos frailes:
-¿Por qué son frailes cuando hay peste en Madrid?
Genial síntesis de lo que pasaba. Ahora es a la inversa. ¿Por qué son socialistas, los ayuntamientos, cuando hay colza en España? Naturalmente, la culpa de esas sesenta muertes la van a tener ellos, como en el XIX la tuvieron los curas, para la simplificación popular. Pero quienes no son populares, quienes saben y deliberan lo que escriben, están atribuyendo la larga epidemia al Ayuntamiento, mediante negrita, bodoni o ciclostil, porque para eso ganaron las elecciones municipales los rojos/infrarrojos: para responsabilizarse de la epidemia, la sequía, las tormentas y la calor.
He tenido un equívoco de calles con un taxista: «Dígame, señor Umbral, a qué número de Generalísimo va, porque como ahora todo es Generalísimo ... ». «Perdón, ahora todo es Castellana». Lectura inversa e inercial de un decreto. Qué fácil es intoxicar al pueblo que lleva cuarenta años de intoxicación. Los intoxicadores es que lo aprovechan todo. Hasta con los muertos hacen ciclostil.
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