_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Regateo sobre Afganistán

PROBABLEMENTE LORD Carrington, secretario de Asuntos Exteriores del Gobierno británico, no era el personaje idóneo para llevar a Moscú una propuesta de negociación, en nombre de la Comunidad Europea, sobre Afganistán. Representa un Gobierno que basó su campaña electoral en el antisovietismo como clave de la política exterior y que secundó con entusiasmo las propuestas de bloqueo que Carter emitió como gritos de socorro en su naufragio político. Esta era la primera visita oficial británica a la URSS (y aun así, en nombre de otros) desde que en 1979 se produjo la invasión soviética de Afganistán, mientras otros países europeos -especialmente, Francia y el Reino Unido- intensificaban sus relaciones con los soviéticos. Había, por tanto, algunas razones para que Moscú fuera glacial -como dicen las crónicas- con el lord enemigo.Aparte del error del mensajero -producido porque Carrington es el principal autor del plan, no sin retoques de última hora, de Francia y Alemania Occidental, cuyos ministros de Asuntos Exteriores conferenciaron larga mente con el enviado británico en la víspera de su viaje-, lo importante es el plan. No parece que Moscú lo haya rechazado totalmente. En términos generales, la pro puesta europea consiste en una negociación en dos fases. Para la primera se proponían las fechas de octubre o noviembre, y en ella participarían los llamados cinco grandes (el tiempo ha decantado los niveles de grandeza institucionalizados al final de la segunda guerra mundial, pero siguen siendo los que tienen asiento permanente y derecho de veto en el Consejo de Seguridad: Estados Unidos, Unión Soviética, China, Francia y Reino Unido), los países limítrofes de Afganistán (India, Pakistán, Irán) y dos representantes de la Conferencia Islámica. La fórmula de los cinco grandes, tan anticuada, parece lleva da al texto con el único propósito de incluir a China en las negociaciones. La segunda fase, programada para el mes de enero -es decir, con tiempo para proseguir negociaciones por vía diplomática-, reunir vía diplomática los mismos per sonajes más lo que el texto llama «representantes del pueblo afgano»; esto es, el Gobierno de Babrak Karmal, pero también las guerrillas que lo combaten.

Las objeciones principales de la URSS parecen estar -además de en la participación de China- en que el Gobierno afgano no esté presente en la primera parte de la conferencia que va a tratar de su destino y en que los guerrilleros aparezcan en la segunda parte y en el mismo nivel que el Gobierno al que combaten. La tesis que la URSS esgrimió para justificar su invasión en diciembre de 1979 fue que el Gobierno legalmente constituido -la realidad es que el Gobierno se constituyó después de la penetración de las tropas soviéticas- acudió a sus pactos de defensa con la URSS para combatir una intervención extranjera, la del Pakistán, que habría armado, adiestrado, organizado y sostenido a los rebeldes afganos. Cuando Moscú acepta una conferencia sobre la base de la retirada de extranjeros de Afganistán piensa no sólo en sus tropas, sino también en las guerrillas, que deberían volver a sus bases en Pakistán, y en un control internacional que impermeabilizara las fronteras entre los dos países. Es decir, que acepta el principio de evacuación a condición de que el Gobierno de Karmal quede sólidamente implantado.

En Occidente parece creerse que la URSS establece estas.bases máximas en respuesta a las también máximas de la CEE, pero que a la larga aceptaría una solución de compromiso que neutralizara Afganistán. La base para esta creencia está en que la URSS debe haber medido ya el desastre que le ha supuesto la intervención: entre 80.000 y 90.000 soldados comprometidos, que no pueden ganar ni perder la guerra, como les sucedió a los norteamericanos en Vietnam; un rechazo de los movimientos comunistas mundiales; una congelación de sus relaciones con Occidente y con la OTAN, aun sin llegar a los niveles propuestos por Carter; un rechazo colectivo del Tercer Mundo.

La cuestión está en que Moscú pueda creer que esos males se han producido ya y que la pérdida de Afganistán no los evitaría; que dé una gran importancia al control de Afganistán ante la amenaza de extensión de la revolución islámica dentro de sus fronteras y el expansionismo de Pakistán, y que piense que las pérdidas que supondría su retirada deben ser compensadas con alguna otra cosa. La decisión de Estados Unidos de vender armas a China -armas de las llamadas letales- parece signi icar que la ofensiva desde Asia no cesa, mientras continúan los planes para la instalación de euromisiles en Europa. Desde Moscú se están resucitando las doctrinas del cercó, y la sensación de nación cercada no parece la más indicada para aceptar una conversación sobre un tema regional en el que cualquier variación de su posición actual se asemeja a una pérdida. La idea de Occidente esla de que la URSS estaría dispuesta a un acuerdo que le permitiera salvar la cara, pero parece más probable que la URSS quiera salvar algo más o incluso ganar algo más.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_