¿Elecciones o mediación para El Salvador?
Cada vez cobra mayor fuerza la persuasión de que es intolerable, física y moralmente intolerable, la situación de El Salvador. Las más de 23.000 víctimas -la mayor parte de ellas a manos de la represión-, la catastrófica situación económica que sigue deteriorándose cada día, la extensión y profundización de la guerra civil con miles de efectivos en cada uno de los bandos, el peligro de la regionalización del conflicto hacen que se vea cada vez con mayor urgencia el encontrar una pronta y sólida salida a estos años alucinantes de terror y de muerte.Una salida puramente militar no parece posible, y menos aún deseable. Tras cinco meses y medio de guerra declarada y total, no se avizora un triunfo militar rápido y contundente por ninguna de las dos partes en conflicto. Los asesores norteamericanos, que representan una décima parte de la oficialidad salvadoreña, y el apoyo militar en armas y municiones no han logrado hasta la fecha ninguna victoria importante, cuanto menos una victoria decisiva. Las fuerzas militares del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) resisten activamente y causan bajas constantes, aunque no masivas, a sus adversarios; tampoco ellas parecen estar en condiciones de asestar pronto gol pes decisivos al Ejército de la Junta Militar democristiana. Por otro lado, el alargamiento de la guerra supondría una sangría todavía mayor de vidas humanas, un destrozo casi irreparable de los recursos del país y una polarización del pueblo, que harán prácticamente imposible la reconstrucción de El Salvdor, que en los próximos veinte años duplicará su población, cuan do hoy no puede ni de lejos atender a sus necesidades fundamentales.
Solución político-militar
Se impone, entonces, una solución político-militar. Militar, porque ninguno de los dos poderes fácticos va a abandonar aquella fuerza militar, sin la que poco valdría lo razonable de sus propósitos. Esto es válido, sobre todo, para el Frente Democrático Revolucionario (FDR), que ha sido aplastado sangrientamente en todas y cada una de sus manifestaciones puramente políticas. Política, porque, como se acaba de apuntar, no bastaría una acción puramente militar para traer la paz a El Salvador, una paz justa que aportara al país una verdadera solución a sus problemas.
La Junta Militar democristiana, propone como componente político de la solución político-militar las elecciones, programadas en su primera fase -Asamblea Constituyente- para marzo de 1982. Sus razones son fundamentalmente dos: las elecciones serán pacificadoras, porque permitirán expresar libremente la voluntad popular, que será respetada; segunda, son un procedimiento que no implica la injerencia de otros países en los asuntos internos de El Salvador. Mientras sigue la guerra y la represión -aspecto militar de la solución- se harán los preparativos de las elecciones -aspecto político-, lo, cual supondrá ya una apertura democrática.
Proceso de negociación
El FDR-FMLN, por su parte, propone un proceso de mediación que conduciría a una negociación, a través de la cual se podría lograr un acuerdo para salir de la situación actual y para emprender un camino nuevo. Sus razones se reducen también a dos en lo fundamental: una mediación rápida disminuiría en mucho las muertes del pueblo y la destrucción de los recursos nacionales; una mediación, en segundo lugar, es exigida porque en El Salvador se dan, de hecho, dos poderes, con ejército, territorio y representación en el extranjero, que deben ponerse de acuerdo, y que no lo, pueden hacer sino a través de mediadores. De hecho, han propuesto que la mesa de la mediación esté constituida por un representante de la Internacional Socialista, otro de la Unión Mundial Demócrata Cristiana, junto con una personalidad de América Latina y otra de Estados Unidos.
La Junta-Militar democristiana rechaza la solución por el camino de la mediación y argumenta su rechazo diciendo que esto implica un intervencionismo extranjero y un dejar al margen la voluntad popular. La verdad es que lo que más les duele es que la mediación supondría el reconocimiento de la otra parte como un poder fáctico beligerante, con. el que se deben aceptar tratos en plan de igualdad. Dicen también, amparados en un documento filtrado de la Comisión Político Diplomática del FDR-FMLN, que la oferta de mediación es una maniobra táctica para ganar tiempo y apoyo internacional.
El FDR-FMLN rechaza el camino de las elecciones. ¿Cómo encontrar la voluntad popular a través de las elecciones en un país que está en guerra civil, en el que hay estado de sitio y ley marcial que impiden toda reunión política, en el que la represión de los elementos democrático-revolucionarios de la oposición es masiva y alcanza a más de 20.000 de ellos, incluidos sus máximos dirigentes? Y, en caso de que se dieran elecciones, y en que éstas tuvieran un mínimo de legitimidad democrática, ¿Quién asegura que la fuerza armada quede contenta con el resultado y no vuelva a hacer los fraudes de 1972 y 1977, o dé un nuevo golpe de Estado, como se dio en Chile en 1973, o en Bolivia en 1980? ¿Cómo asegurar unas elecciones libres o el resultado de esas elecciones, sin que cambien previamente los responsables de la represión, los que desde el poder del Estado han propiciado o no han podido impedir el genocidio del pueblo salvadoreño?
Por su parte, la directiva de la Federación de Asociaciones de Abogados de El Salvador, solicitada por el Consejo Central de Elecciones para que participaran en la redacción de la nueva ley Electoral, contestó, el 11 de mayo pasado, "que no encontramos en la actualidad que estén dadas las condiciones necesarias para una contienda electoral, la cual requiere fundamentalmente un clima de tranquilidad, de confianza y de credibilidad". Fundamentan su posición:
1. En el estado de sitio y la ley marcial todavía imperantes.
2. En la estructura del actual poder político, integrado mayoritariamente por elementos de un solo partido, el Demócrata Cristiano, y esto no por elección popular, sino por trato hecho con la fuerza armada.
3. En la integración del Consejo Central de Elecciones, donde están presentes los democristianos o, como dice el texto del comunicado, los organismos electorales están "fuertemente impregnados por el partido actualmente en el poder".
4. En el clima generalizado de violencia que reina sobre El Salvador.
Es de observar que esta directiva de la Federación no es en modo alguno simpatizante con el FDR. Pues bien, esta razonada exposición fue calificada de lírica por uno de los miembros civiles de la Junta Militar democristiana.
Estamos, pues, ante dos posiciones en la práctica mutuámente excluyentes. Y, sin embargo, es claro que las razones que asisten a los partidarios de la mediación en la exclusión de la vía electoral como en su propuesta del mecanismo inmediato para encontrar la solución inaplazable e impostergable de la trágica situación de El Salvador son mucho más sólidas que las razones presentadas por los partidarios de las elecciones contra la mediación. Lo que pasa es que la actual Junta Militar democristiana está, por su historial, en mucho peor situación que el FDR-FMLN para sentarse en una mesa ante mediadores justos. El solo anuncio de la mediación ha causado entre los actuales detentadores del poder una serie de contradicciones internas, que responden a sus intereses contrapuestos y a sus distintas responsabilidades en lo que ha sucedido en El Salvador desde el 15 de octubre de 1979 hasta hoy. También entre la oposición ha causado algunas divergencias, pero esto demuestra que la proposición de un proceso mediador no es una maniobra, como pretende el Gobierno, sino una acción emprendida con toda responsabilidad.
Necesidad de apoyos exteriores para salvar la situación
No se ve que la situación de El Salvador tenga salida sin el apoyo de países y fuerzas exteriores un parciales. Es cierto que el problema de los salvadoreños es cosa de los salvadoreños, aunque las implicaciones internacionales del pro blema permiten alguna presencia en él de los países afectados. Mayor injerencia extranjera que la presencia de los asesores militares americanos apenas puede imaginarse. En cambio, presencia me diadora no tiene por qué ser injerencia, si es que ambas partes en litigio las aceptan. Una presión internacional fuerte que obligue a las partes beligerantes, incluido, sobre todo, Estados Unidos, a buscar la verdadera solución política es no sólo un derecho de la comunidad internacional, sino que es una obligación para aquellos países que es tán en condiciones de hacer una presión justa. Espero que esta razonada exposición no merezca de nuevo una sarta de insultos personales injustificados por parte del embajador de El Salvador en España. Ojalá conteste con razones a las razones. Así podrá establecerse un diálogo y mostrar quiénes son "los más directos responsables de la sangre derramada en El Salvador, como decía en su carta a EL PAIS (5 de marzo de 1981).
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