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Algunos cardenales han sugerido al Papa que delegue parte de sus funciones

Juan Arias

En el Vaticano se dice abiertamente que parte de la curia romana desea pedirle al Papa que delegue en un grupo de cardenales parte de su poder de decisión, dado su precario estado de salud. Temen que el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli, se convierta de hecho en el único sustituto del Papa. Casaroli es hoy el hombre más progresista del Vaticano, el personaje clave de la ostpolitik y de la apertura a China y al mundo del Este.

En este momento, Casaroli, junto con los secretarios particulares, es el único personaje de la curia que despacha cada mañana durante algunos minutos con el Papa, en la clínica Gemelli de Roma. Hay quien se pregunta por qué el sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo español Eduardo Martínez Somalo, está quedando en segundo plano, ya que no entra con Casaroli a despachar con Juan Pablo II. Martínez Somalo desempeña en realidad la delicada tarea de un ministro del Interior de la Santa Sede.El problema es que, aunque el Papa "sigue mejorando lentamente", según dicen todos los partes médicos, L'Osservatore Romano, órgano oficioso de la Santa Sede, se limita a publicar la noticia sin hacer el mínimocomentario. La Prensa en Italia sígue sospechando, sin embargo, que Juan Pablo II no está tan bien como se dice. El diario Il Manifesto, poco dado al sensacionalismo, ha escrito que el Papa "está muy enfermo" y llegó a afirmar que a mediados de la semana pasada Wojtyla fue operado en secreto para quitarle una pequeña infección en el intestino que era la verdadera causa de la fiebre, y no el citomegalovirus, como se dijo.

Los médicos del policlínico Gemelli lo desmintieron, pero Il Manifesto, interrogado por EL PAIS insistió: "La noticia la recibimos de un médico. Supimos que la conocían otros medios informativos que no se atrevían a publicarla y nos decidimos nosotros a hacerlo".

De Nueva York llegó, al mismo tiempo, la desconcertante noticia de que el catedrático Josep Kuriz, portavoz del Buffalo General Hospital, donde está aún internada la señora Odre, la turista americana gravemente herida por el mismo impacto de bala que hirió a Juan Pablo II en la plaza de San Pedro el día 13 de mayo, ha declarado textualmente: "Yo no excluyo que en las balas disparadas por Alí Agea pudiera haber bacterias venenosas".

El policlínico Gemelli lo desmiente. Su director, Emilio Tresalti, dijo ayer: "No entiendo cómo el colega Kunz haya podido decir una cosa semejante". Pero EL PAIS ha sabido que la ficha clínica de la turista americana que tuvo los mismos síntomas de fiebre del Papa después de la operación sufrida en Roma, y que ha vuelto a ser intervenida en Nueva York, ha sido estudiada con mucha atención por los médicos que operaron al Papa.

Para complicar las cosas, el semanario Domenica del Corriere ha publicado en la portada, a todo color, una foto del Papa en su cama del hospital casi macabra. Parece, de verdad, un muerto. La reproduce el diario L'Occhio diciendo: "El Papa, en una imagen desgarradora". El título del artículo es: "Existe una tremenda sospecha acerca del mal que consume al Papa". Habla del citomegalovirus y termina con estas palabras textuales: "Si las defensas del organismo son muy reducidas el pronóstico en estos casos es, por desgracia, mortal". Del Vaticano responden a todas estas hipótesis con cierta ironía: "Lo sabemos muy bien. Cuando los periodistas no tienen noticias se las inventan". Pero la foto del Papa no es inventada. ¿Quién la vendió a estas publicaciones, y por cuánto dinero?

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¿Será verdad todo lo que se dice? Es muy difícil saberlo porque, al parecer, las consignas son de no satisfacer demasiado lo que en la curia se llama "la morbosa curiosidad de los medios de información social". Aquí no se le reconoce valor al principio periodístico contra el rumor, la noticia, porque verdaderas noticias no las tiene nadie. Hasta los obispos italianos declaran sin rubor: "Nosotros, de todo lo que está sucediendo en torno al Papa, no sabemos más de lo que dicen los diarios". Ni siquiera el cardenal Ugo Poletti, vicario de Roma, logra pasar la barrera que tiene herméticamente aislado a Juan Pablo II.

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