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Los últimos sondeos pronostican la victoria electoral de la oposición israelí

ENVIADO ESPECIAL Hoy acuden a las urnas en Israel 2.408.000 árabes, drusos, beduinos y, sobre todo, judíos, para elegir un nuevo Kneset (Parlamento). Se trata de las elecciones más reñidas desde la fundación del Estado judío, hace 33 años.

Por primera vez desde el inicio de la tensión con Siria a propósito de Líbano, en abril, un sondeo publicado ayer por el influyente matutino Haretz pronostica una victoria de la oposición laborista por 43 escaños; el Likud, coalición nacionalista y conservadora, encabezada por el primer ministro, Menájem Beguin, obtendría 40. Sondeos publicados el viernes y el domingo, pero que no recogían el impacto del debate televisado entre el laborista Shimon Peres y Menájem Beguin, preveían un empate a 42 o 43 escaños.

El Kneset, cuyos diputados se eligen por un sistema proporcional, en base a las listas nacionales presentadas por los partidos, cuenta con 120 escaños, pero nunca ningún grupo parlamentario ha conseguido los 61 necesarios para disponer de la mayoría absoluta. Todos los Gabinetes israelíes han gobernado mediante la formación de coaliciones parlamentarias mayoritarias. En las anteriores elecciones, el Likud obtuvo 41escaños y los laboristas tan sólo 32.

Ayer reinaba cierta satisfacción en la sede central del Partido Laborista, en Tel Aviv, al cierre de la campaña electoral. Contentos de las repercusiones del debate televisado y de la afluencia de gente en el mitin con que concluyó la campaña laborista, el sábado por la noche, los responsables de la oposición afirmaban que "la cuestión no era ya de saber quién ganaría, sino por cuántos escaños vencerían los laboristas al Likud". Un sondeo efectuado por encargo del primer partido de oposición le concedía siete escaños de ventaja

Otro motivo de optimismo de los dirigentes laboristas reside en la superioridad de la organización de su partido que, "gracias a sus 150.000 militantes y a 25.000 coches particulares, estará en grado de desplazar gratuitamente a más de 300.000 simpatizantes de la oposición que no votan en su lugar de residencia".

El Likud, cuyo,líder, Menájem Beguin, empezó a recuperarse electoralmente en los sondeos de abril y alcanzó su punto culminante en la semana que siguió al ataque israelí del centro nuclear iraquí, parece haber cedido algo de terreno en la segunda mitad de junio. No obstante, sus dirigentes confían alcanzar, por lo menos, un resultado similar al de 1977. Su campaña electoral acabó el domingo con un mitin multitudinario, en Tel Aviv, donde, como es costumbre, una muchedumbre enfervorizada coreó durante varios minutos: "¡Beguin, rey de Israel!".

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Un empate Likud-laboristas, o incluso una ligera victoria del partido de Peres, no garantiza a la izquierda el derecho a formar Gobierno, sino únicamente el encargo del presidente, Isaac Navon, de emprender las gestiones encaminadas a ello.

En caso de fracaso laborista, le correspondería a Beguin, por invitación del jefe del Estado, intentar poner en pie un Gobierno. La abundancia de pequeños partidos religiosos o extremistas, con los que mantiene buenas relaciones, le permitiría llevar a cabo esta tarea más fácilmente que a Peres.

La fragilidad de las coaliciones de Gobierno que podrían resultar de estos comicios inducen a pensar a numerosos israelíes, como reconoció el domingo el ministro del Interior, Yossef Burg, que, "a falta de vencedor decisivo, nada quedará resuelto y que, en breve, habrá que volver otra, vez a las urnas".

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