Ana Lázaro: "Arrastramos una condena desde la Edad Media"
«La danza arrastra una condena desde la Edad Media, quizá porque se ha considerado como una de las manifestaciones artísticas más frívolas y, sin embargo, es un elemento valioso de conocimiento de la historia del arte». Ana Lázaro, catedrática de Danza Clásica en el Conservatorio de Madrid y presentadora del desaparecido programa de televisión La danza, se siente satisfecha del proyecto sobre la historia de la danza.«Es un proyecto que he tenido toda la vida. Nunca he podido realizarlo por falta de apoyo económico, y que ya me he empeñado en sacarlo adelante -a pesar de todo-, porque si no lo hacía ahora, no lo haría seguramente nunca».
Ana Lázaro se ocupa de los ensayos, las representaciones en colegios, a veces mañana y tarde. Representaciones que han de improvisar sobre el terreno, buscar escenarios y actuar en lugares, tan atípicos como el comedor, después de amontonar las mesas, y en unos suelos poco propicios. No hay decorados ni luces.
Los niños lo acogen como una fiesta, son un par de horas menos de clase, e intentan mostrar un interés notable, principalmente delante del maestro. Sin embargo -es normal- se quedan en la anécdota: el taparrabos primitivo, el traje vistoso o el salto hasta el pecho. Los mayores, a veces también. No es fácil, pues conseguir un silencio creativo, que vaya de hombro a hombro.
En el ballet se ha intentado conseguir la máxima fidelidad histórica. Por eso, los trajes y los adornos -confeccionados minuciosamente- están sacados de láminas de las diferentes épocas. Los bajorrelieves, pinturas, es culturas , jarrones..., han sido útiles para hallar gestos, posiciones, figuras y hasta escenas.
«La escena final de Egipto, por ejemplo, está copiada de un fresco de la tumba de Nefertiti», explica Ana Lázaro. «La música antigua la traje de París, grabaciones realizadas por la Unesco, y de Italia, la música medieval y renacentista».
«Llevo un año preparando el espectáculo. El arte es la expresión de la vida, por tanto, para realizar esta historia he tenido que documentarme a fondo, y no sólo consultar textos sobre danza, sino también de filosofía, literatura, antropología ... ».
«En 1221, las danzas convulsivas son una realidad que llega a nosotros transformada, como las conocidas danzas de san Vito, san Guy y san Juan, remontándose éstas a los adoradores del sol. La peste avanza implacable hermanada con guerras y pillajes. Los pueblos bailan en delirio ... ». Y la danza es prohibida en distintos concilios.
«No solamente las danzas rituales y satánicas», matiza Ana Lázaro, «sino todas. En aquellos tiempos todo lo sensual, todo lo que significase prioridad del cuerpo, goce de los sentidos, es considerado pecado».
La sobriedad monástica del medievo contrasta con el colorido humanista del Renacimiento En 1530, Milán es la capital del ballet. Los bailes cortesanos se suceden habitualmente en las fiestas palaciegas.
De Italia se pasa a la Francia de Luis XIV, rey Sol, que dio un gran impulso a las, artes, en especial a la danza., En 1661 funda la Real Academia de Danza.
Llegados a este punto de la historia, y como excepción, no se representa ningún baile al uso y es una especie de farsa -voz en off del profesor, mímica exagerada- lo que le sustituye. Una clase de ballet particular o, mejor dicho, de baile y educación: saludar, moverse, caminar. Los niños en este momento se ríen. Y los que no son niños, también.
Los "ballets" blancos
«El Romanticismo llega dando al movimiento una nueva dimensión: la zapatilla de punta, (1830), creada por Felipe Taglionni, que imprime al ballet la imagen etérea que apenas toca el suelo, la imagen de una ingrávida sílfide envuelta en blanco tul en medio de los brumosos bosques ... ». Es la época del ballet blanco, que normal y erróneamente, lo asocia mucha gente a la idea, genérica de ballet, mal llamado, clásico. Gisèlle será una de las obras más representativas.A principios del siglo veinte surge, como una flor, o mejor, como florido árbol silvestre, Isadora Duncan, que se rebela contra la danza académica: las zapatillas, las cinco posiciones, las líneas rectas y horizontales, el baile de puntillas; y rescata la antigüedad, el culto al cuerpo, a la desnudez, a los movimientos naturales. «Quiero finalizar la historia», dice Ana Lázaro, «con un amplio montaje de jazz, que aquí ha sido imposible incluir, como representación de la época actual. El jazz es una forma de danza pre-histórica, una vuelta al principio».
Babelia
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