_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El caso del ministro que nunca fue al teatro

¿Qué pensar de un ministro de Cultura que jamás pone los pies en un teatro? ¿Se puede ser ministro de Cultura y despreciar el teatro? Tan insoportable sacrificio le supone al ministro la asistencia a una función, siquiera sea por realizar un gesto acorde con su cargo? ¿Hay algún trauma infantil en esta recalcitrante actitud? Si a la cultura se le amputa el teatro, ¿qué haremos con la cultura y qué con el teatro? ¿Tiene algo que ver nuestro ministro de Cultura con el recién nombrado ministro de Cultura francés, hombre de larga y profunda formación teatral? Si el teatro es un lujo superfluo para nuestro ministerio, ¿qué no serán las carreras de caballos?Parecería lógico que el ministro de Cultura asistiera en alguna ocasión a algún montaje del Centro Dramático Nacional, organismo de él dependiente. Ni siquiera el sentido del deber ha forzado a nuestro cultural ministro a semejante heroicidad. Algo debe de haber en el hecho escénico que le paraliza de raíz, puesto que en el fútbol o en el hipódromo se le ve orondo y gozoso. Pero el teatro, lo que se dice el teatro, es superior a sus fuerzas. Respetamos las fobias: ¿quién no está preso de alguna de ellas? No obstante, siempre queda una cierta comezón al pensar en este hombre bienintencionado al que un día le colocaron de rebote el cetro de la cultura.

En un partido de fútbol, el mejor árbitro es aquel que pasa inadvertido. Nuestro ministro pasa absolutamente inadvertido en este extraño partido de la cultura. ¿Será ello una virtud? Algunas veces uno está tentado de pensar que este ministro no existe, que es un invento de sus opositores. Pero ¿quién, sino él, se gasta los millones en prestigiosos premios?

Ciertamente es un Ministerio con mala suerte. No sólo recibe las raspas presupuestarlas, sino que además mandan a él a personajes extremosos. Si el actual titular es como una leve sombra en la noche, el anterior era un volcán tan ruidoso y ajetreado como molesto e inútil. Y es que este Ministerio sirve de coartada y poco más.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

El caso es que el ministro de Cultura, por sí o por persona interpuesta, parece decidido a castigar duramente al teatro. Entre sus planes, al socaire de la pobreza presupuestaria, está el desmantelamiento del Centro Dramático Nacional. Todo un síntoma. Esta entidad, con poco más de dos años de vida, en plena fase de afianzamiento, necesitada, sobre todo, de tiempo para que sus raíces cuajaran, ha sido falazmente seccionada. ¿Y qué delito ha cometido el CDN si no es el de haber realizado algunos de los mejores montajes que se recuerdan por estos pagos? Al ministro de Cultura el CDN debía de darle miedo o al menos repelús. Pero ¿qué peligro representaban Nuria Espert, José Luis Gómez, Ramón Tamayo: un insalvable deslizamiento hacia la extrema izquierda y la subversión, una desenfrenada pasión autónomo-separatista o una tendencia hacia una acracia elitista desestabilizadora? Por favor, recapitulemos: resulta que el señor ministro ni siquiera se dignó conocer personalmente a los dimitidos-implicados.

El problema residía en el propio Centro Dramático, porque era el germen de una institución que habría podido hacer mucho por el teatro español si le hubiesen dado un poco más de tiempo y autonomía real. No quedará más remedio que seguir envidiando las similares entidades dramáticas inglesas, francesas o alemanas.

Y también seguiremos con la sospecha de que el ministro de Cultura no existe o existe poco. El teatro continuará así languideciendo, si acaso a ritmo algo más acelerado. No sólo el teatro oficial: al independiente también le ha llegado la hora. La burocracia acabará por hundirle entre toneladas de papel carbón.

Con la marginación del teatro por parte de la Administración se habrá producido un ahorro presupuestario que vendrá muy bien para pagar los sueldos de los 7.000 funcionarios que habitan tan desdichado departamento, heredero de muchos lastres del pasado. Siete mil funcionarios para algo misterioso y fugaz como una leve sombra nocturna. Siete mil sueldos culturales para parir una idea tan brillante como este premio recién instituido: I Concurso de Fotografías y Frases Publicitarias para la Creación y Difusión de una Nueva Imagen de la Mujer Española.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_