El radicalismo del ballet de Esplendor Geométrico
El pasado martes actuó en la sala Rock-Ola, y frente a muy escaso público, uno de los grupos más interesantes que circulan en este momento por Madrid. Se trata de Esplendor Geométrico, cuyos componentes formaban parte de El Aviador Dro y cuya música entra en lo que normalmente se conoce como tecno o industrial.El concierto consistía en voces (más bien gritos) tratadas electrónicamente y apoyadas sobre la base que ofrecía una cinta magnetofónica, mas determinadas incursiones de un par de sintetizadores.
Todo ello para concretar una música no agradable y muy posiblemente que produzca disgusto, pero de un interés obvio.
Obvio porque Esplendor Geométrico ha elegido la radicalidad como forma de actuación, porque han renunciado casi por completo a conceptos tales como melodía o ritmo y porque, a través de ello, se han alejado de toda pretensión mayoritaria y, por tanto, comercial.
La tecnología de su música (¿sus ruidos?) se combina con unas letras de lo más orgánico, unas letras más impactantes que mensajeras, como, por ejemplo, Negros, hambrientos. No hay moralina, hay la exposición desnuda de hechos ciertos y que ligan lo chocante de la sociedad industrial con una repulsión atávica y comprensible hacía miserias sempiternas.
Cuando casi toda la música madrileña camina por unos, senderos de diversión, ligereza y salida de lo marginal, el hecho de que exista gente como Esplendor Geométrico, situada adrede en uno de los extremos, no hace más que completar el espectro. Tal vez sea un grupo más literario o conceptual que estrictamente musical, pero su enorme ventaja es que no trata de hacer explícito ese concepto, sino que lo ponen en práctica de una manera que puede parecer caótica, pero que es necesariamente sincera. Aunque para las masas y la industria pueda resultar suicida.
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