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Tribuna:
Tribuna
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De la castidad en la cultura de izquierdas

En la presentación, junto con Alfonso Guerra y Fernando Savater, de la nueva revista Leviatán yo me atribuí el papel de subrayar cómo la cultura y, el pensamiento «crítico» de izquierdas han consistido por mucho tiempo en apartar constantemente la mirada de todo aquello que ponía en cuestión sus compromisos básicos. La lista de las tentaciones o «malos pensamiento» que debían evitarse era numerosísima, por lo que me limité en este acto a apuntar algunas de las más características.1. Ante todo, había que apartar la mirada del mundo de las meras formas o apariencias, en las que no debía uno más que apoyar levemente la pupila para penetrar, rápidamente, en la auténtica infraestructura o determinación en última instancia -cualquier veleidad en otro sentido era ideología, frivolidad o, en el peor de los casos, una mezcla de los dos, como en aquella gauche barcelonesa que Alfonso Guerra aún recuerda-. 2. También había que evitar las seducciones del presente mondo y lirondo -un presente que no debía servisto, sentido ni experimentado sino como trampolín al futuro de una sociedad no represiva, sin clases, sin alienaciones o sin lo que fuera: el papel del «opio del pueblo» lo cumplía, pues, ahora, y mejor, este futuro hacho «zanahoria de masas»-. 3. Otro de los aspectos en los que no debíamos detener torpemente la mirada eran los factores biológicos que determinan la conducta humana. Amparados en el dogma progresista de que todas las diferencias entre los hombres tienen que deberse tan sólo al medio y a la educación, atacábamos como buenos lisenksitas cualquier investigación que pudiera poner en duda esta sana convicción. 4. Por tener, teníamos incluso nuestro Indice de lecturas prohibidas, o, peor aún, «desaconsejadas».. que iban de Céline a Simmel, de Heidegger a Pareto: en su lugar se nos ofrecían las palizas de los Garaudy, los Poulanzas, los Adam Shaaff de turno. Tantas, tantas eran las cosas de las que la izquierda había apartado la mirada, que bastó a la derecha advertir, simplemente, que estas cosas estaban ahí, para transformarse de la noche a la mañana en la mismísima van guardia cultural... Pero la lista de fenómenos ignorados -u olvidados, o camuflados, etcétera- por la izquierda podría continuarse aún. 5. Las nuevas formas de dominación y privilegio, por ejemplo, que los gestores de, la izquierda pocas veces quisieron ver o denunciar. Y es que esos gestores no eran en general terratenientes, pero sí puesto-tenientes y titulo-detentantes, es decir, poseedores de un capital administrativo y/o curricular que pretendían hacer pasar por capacidades o merecimientos personales, lo que les permitía, como decía Zaid a otro respecto, «servirse con la cuchara grande y encima ser aplaudidos». O aún para terminar provisionalmente nuestra lista. 6. La mala comprensión de los fenómenos de las naciones o minorías nacionales, para los que la izquierda tenía, como apuntó Kolakowsky, una teoría realmente marxista (Rosa Luxemburgo) y una práctica relativamente eficaz en su lugar y momento (Lenin), pero sin ninguna relación entre ambas: todo parecido entre una y otra era pura coincidencia. De ahí que, en lugar de una "práctica teórica", se llegara a un «doctrinarismo donde incluso los reflejos corporativos de los puesto-tenientes "con destino" pudieron ser tomados como justas denuncias de la opresión catalana... ¿Cuánto tardarán aún en enterarse en España que Cataluña es un país borde y que la sola condición para vivir en él es estar dispuesto a perder cualesquiera pureza originaria? Dos peligros son los que acechan realmente a Cataluña: el de quienes quisieran repetir una triste tradición hispánica definiéndose como "catalano-viejos", y el de quienes vienen aquí con mentalidad de "destino" -nueva versión, sólo que más aguada y burocrática, de aquel «destino en lo universal»...

Pero no creo que pueda atribuirse a la simple casualidad esta pertinaz tendencia de la izquierda a dejar de mirar aquello para lo que no tenía un esquema previo. La pudibundez en el trato y el recato en la mirada han sido siempre propios de las ortodoxias en posesión de verdades inquebrantables, principios eternos y métodos infalibles. Armada nuestra izquierda de un potente artesanal de «superaciones dialécticas», de "prácticas teóricas", de «metodologías desmitificadoras» y demás lindezas, pronto olvidó que los métodos demasiado potentes acaban ensordeciéndonos con su propio estrépito e impidiéndonos ver u oir ya nada que no caiga dentro de su ámbito y no haya sido por ellos procesado: olvidó, en definitiva, que al definir un fenómeno como "relación de producción" o «aparato ideológico» podemos emitir sobre él un juicio más exacto... porque, y sólo porque nos las habemos con una realidad más exangüe.

La aparición de Leviatán parece un signo esperanzador en este marasmo cultural. Cierto que la revista es todavía algo ladrillo y que ha de encontrar aún su tono, equidistante del ensayo y del artículo periodístico. Cierto también que en ella reaparecen aquí y allá los tics de nuestra izquierdosidad inmarcesible... Pero, por encima de todo ello, encontramos en la revista señales esperanzadoras, entre las que se pueden señalar, esquemáticamente:

- El definitivo apartamiento de toda idea de una cultura alternativa, sea la «cultura proletaria» que criticó ya Trotsky, sea el «realismo socialista» que quería disociar lo real de lo trivial y acabó en un idealismo estilo calendario de piensos, sea aún los nuevos universales de segunda división -el deseo, la disidencia, etcétera- que vinieron recientemente a suplir al proletariado o la revolución originales.

- La atención que en la revista se dedica a temas que hace unos años hubieran parecido pequeñoburgueses, formales o algo así: la intimidad o incluso la democracia, que la izquierda está ya aprendiendo a no adjetivar...

-La idea, en definitiva, de que cultura no es sino la deferencia respecto a la diferencia; la atención y respeto a lo que está ahí fuera, a lo que rompe nuestras expectativas, a lo que al pronto nos desconcierta y desazona...

Con Leviatán, la izquierda parece estar perdiendo su tradicional gazmoñería intelectual -esperemos que pueda cumplir su ciclo a la luz del día y que consiga infectar a la sociedad española de algo tan atípico en ella como es el liberalismo y el rigor, el sentido crítico y el humor.

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