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Puesto en marcha un plan de erradicación de la mendicidad infantil en la ciudad

Treinta niños, de edades comprendidas entre los siete meses y los diez años, han sido recogidos de las calles de Madrid durante el lunes y martes de esta semana, dentro de la primera fase del plan de erradicación de la mendicidad infantil, en el que cooperan varios organismos oficiales e instituciones benéficas. El objetivo es que estos niños, cuyo número puede ascender en Madrid a cerca de los trescientos, encuentren una salida a su situación de pobreza o explotación, bien en su familia, bien en centros habilitados o en compañía de otras familias.

Francisco, de seis años de edad contesta, mientras salta sobre una pierna, que está contento de ir a un colegio. Unas horas antes, la Policía Municipal le ha recogido, junto a su hermano de tres años, cuando pedía limosna al lado de su madre.«Una vez fui a una guardería y dos a un colegio», relata mientras en compañía de Juanjo, de cinco años, llena de agua unas botellas de refresco en el servicio de los asistentes sociales del centro de la Cruz Roja, adonde ha sido trasladado.

No se muestra huidizo, ni extraña el sitio donde se encuentra. Dice que nació en Madrid y que pide con su madre. Su padre se dedica a filar cuchillos, y a él la gente le da bocadillos de chorizo y pepsi-colas, además de dinero.

Juanjo, quizá por la presencia de una señora que dice ser su madre no habla mucho, aunque dice tener ocho hermanos y muchas ganas de ir también a un colegio.

«Los niños están muy contentos. Eso lo vimos el lunes con los veinte niños que trajeron y con los diez de hoy. Los que protestan son los adultos, que no quieren separarse de los niños, sobre todo los portugueses», dice Pilar de la Torre, asesora del Consejo Superior de Protección de Menores.

Los portugueses han sido la sorpresa del plan. El lunes, cuando tres patrullas de la Policía Municipal iniciaron la operación, se encontraron con que todos los niños y adultos recogidos eran del país vecino. Entre los veinte niños encontrados no había ningún español, y en su casi totalidad estaban acompañados por hombres.

El plan de erradicación prevé que la Policía Municipal recoja a las familias dedicadas a la mendicidad y las traslade al centro de la Cruz Roja, sito en la calle del Doctor Santero, 18, donde un equipo de asistentes sociales y voluntarios comienza el estudio social del niño.

«Hasta ahora no es posible sacar conclusiones de esos estudios. Sólo hemos visto que la mayoría de los adultos portugueses no tenía documentación; que había algunos hermanos entre los niños que nos trajeron, aunque en la calle estaban unos con su padre y algunos con otro hombre, y que las madres que han venido hoy a interesarse por sus hijos dicen que, si se los devolvemos, se van inmediatamente a Portugal», manifestó Pilar de la Torre.

Con respecto a la recogida de los niños españoles, parece que la oposición a separarse de ellos no es tan fuerte por parte de los adultos.

Gracias a esta actitud no es necesario llevarlos a la comisaría de policía, en donde los adultos quedan normalmente retenidos en tanto se comprueba su identidad o su posible implicación en un delito de explotación de menores. Los niños son trasladados, en cambio, al Instituto Fabiola de Mora y Aragón, dependiente del Ayuntamiento, para pasar un reconocimiento médico completo.

Hasta ahora se ha encontrado qué uno de los niños examinados tenía un soplo cardiaco, en tanto que otro tenía una hernia, hecho que se refleja en los partes que se envían a los colegios en donde los niños serán internados.

En estos centros hay un psicólogo y un pedagogo que hacen, por su parte, unos informes sobre el comportamiento y captación de los niños; todo ello se enviara, junto a los informes que realiza Cruz Roja o las comprobaciones de las declaraciones de los adultos hechas por Cáritas, al Consejo Superior de Protección de Menores.

De 3.000 a 6.000 pesetas diarias

Aunque uno de los fines del plan es saber lo que hay detrás de la mendicidad, a la hora de hacer el estudio social no se pregunta a los adultos ni a los niños cuánto obtienen. «No nos parece ético, aunque calculamos que está entre las 3.000 y las 6.000 pesetas diarias. Este es el motivo de que encontremos muchos portugueses, ya que, como nos han dicho, se llaman entre sí diciendo que aquí se vive muy bien de pedir. Por otra parte, no hemos detectado ninguna mafia, aunque todavía no tenemos muchos datos», dice la asesora del Consejo, que, como anécdota, comenta el caso de un párroco que ofreció una vivienda y un trabajo de 40.000 pesetas a un hombre que pedía a la puerta de la iglesia y que no aceptó la oferta porque ganaba más pidiendo.Con el fin de buscar una solución para los súbditos portugueses, el consulado ha mandado ya un asistente social con el fin de conocer la y situación de los recogidos, en tanto arbitra otras medidas. «Mientras tanto, ya les hemos dicho que no se preocupen de los niños, porque, portugueses o españoles, todos van a ser atendidos igual y se va a estudiar su caso de la misma forma», manifestó Modesto Lobón, presidente del Consejo de Protección de Menores.

Al margen de lo que decidan las autoridades, lo que está claro es que hay que solucionar casos como el de Fátima, una niña de ocho años que el lunes decía llorando a las asistentas sociales que hicieran lo posible para que no tuviera que volver con su padre, ya que le pegaba y le obligaba a pedir.

De momento, los niños, según sus edades, son trasladados al Instituto Provincial de Puericultura, dependiente de la Diputación; al colegio Francisco Franco, del Instituto Nacional de Asistencia Social, o al Albergue de la Juventud en Cercedilla, dependiente de la Dirección General de la Juventud en Cercedilla, dependiente de internamiento provisional del juez tutelar de menores, los niños estarán unos quince días hasta que se decida qué ayudas se pueden dar a la familia, tales como becas, plazas para colegios o subvenciones para guarderías, su internamiento en centros del Consejo de Protección de Menores habilitados al efecto o la estancia de los niños en familias si no tienen donde vivir, y ello es posible.

Mientras tanto, la Policía Municipal continuará recogiendo de las calles a súbditos portugueses, gitanos o a trabajadores parados como Miguel, un metalúrgico que perdió hace tres años su trabajo por ser epiléptico y que ha vivido este tiempo de hacer chapuzas, tales como la colocación de papeles pintados.

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