Las Juventudes Musicales Españolas celebran su tercera tribuna de intérpretes
En Ibiza se ha celebrado la Tercera Tribuna de Jóvenes Intérpretes que organizan las Juventudes Musicales Españolas. Estamos ante uno de los empeños más fructíferos de esa organización que, como alguien decía en uno de los coloquios, «habría que inventar si no existiese ya». De todos son sabidas las dificultades crecientes que los nuevos artistas encuentran en unos medios industrializados por los grandes divos. A paliar tan grave carencia tiende la Tribuna, que por otra parte, rehúsa cualquier carácter competitivo propio de los concursos.
Cada año, los jóvenes intérpretes de cualquier especialidad envían sus grabaciones. Un jurado las escucha y selecciona las más interesantes, cuyos protagonistas se exhiben en la Tribuna, en una suerte de mostra, ante un público interesado y representaciones muy amplias de la profesión y la organización musical. De hecho, algunos seleccionados en las anteriores ediciones -como la Agrupación de Cámara de Valencia- han emprendido una carrera nacional y, en algo, internacional, difícil de iniciar por sí solos.A la Tribuna 1981 enviaron sus grabaciones una treintena de intérpretes, de los que doce han pasado a las manifestaciones ibicencas. Pudimos escuchar las versiones, de excelente criterio y limpia técnica, que de Beethoven y Rachmaninoff nos dio el pianista sevillano Antonio Victoria (diecisiete años), un discípulo de Ramón Coll cuyo porvenir se promete brillantísimo.
Junto a él, el guitarrista barcelonés Joan Garrobé (veintiún años), alumno de Sainz de la Maza y María Luisa Anido, hizo gala de una técnica segura y, sobre todo, de una seriedad de concepto tan apta y flexible para Bach como para Villalobos.
Alba Olaya es un poco mayor, pues tiene veinticinco años. Nada si pensamos en los estudios realizados con una larga serie de maestros europeos y admiramos su estilo depurado, su sonoridad siempre bella, su juego nítido y poético a la vez, su excelente fraseo. Olaya figurará en la nómina de grandes pianistas españoles de talante universalista.
Una de las sensaciones de la tercera Tribuna ha sido sin duda el trompetista valenciano Vicente Campos. Poco más que veinteañero, cuenta con estudios sólidos en España y Francia y se nos muestra como un auténtico virtuoso de un instrumento que cada día gana el interés del los jóvenes. Muy bien acompañado por Anna Montanyá, Campos lució su clase fuera de serie -por afinación, agilidad, aliento e ideología musical- en el Concierto en mi bemol, de Haydn.
La Tribuna lanzó a una guitarrista de doce años, Esther Guzmán, formada en el Conservatorio sevillano con la profesora América Martínez, que, por fuerza, llamó la atención de todos.
No se conformó la Junta Nacional de JME con las actuaciones de los intérpretes y añadió un interesante coloquio sobre los problemas musicales en los municipios, y autonomías, algo que está ahí vivo y acuciante. Representantes de Cataluña, el País Vasco y Valencia expusieron sus puntos de vista y los asistentes terciaron para explicar aspectos y sugerir ideas. Quedó claro que la eterna falta de una política musical en España se refleja en las autonomías, que, si pueden, han de inventársela a partir de cero. Por eso me gustaron especialmente las palabras de Enric Truñó, delegado de la Juventud en el Ayuntamiento barcelonés, cuando invitó a teorizar menos y a poner «manos a la obra».
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