Un fantasma en Grecia
LA IDEA de que la derecha griega -gobernante- haya lanzado y fomentado rumores de golpe de Estado militar, para desmentirlos después, y de esta forma conseguir una estabilidad de resignación, puede no ser cierta, pero desgraciadamente es verosímil. Tiene precedentes. Es una política tercermundista que tienta a algunos países europeos. Una desmedrada y pueril habilidad política, que consiste en presentarse a la derecha como la única defensa real, siendo el mundo como es, a la progresión de la izquierda, y ofrecerse a esta misma izquierda como la única garantía de que la derecha no dé su tradicional golpe. El mundo está lleno de gobernantes exiliados que han intentado ese juego peligroso.Para que la utilización del golpe como espantapájaros tenga alguna posibilidad es necesario que sea creíble; para que sea creíble tiene que tener, por lo menos, alguna realidad. Alguna cafetería Galaxia de Atenas ha podido servir para algunas conversaciones entre lo que ahora se llama -en -el mentís- «elementos irresponsables del Ejército y oficiales retirados». El tema de esas conversaciones ha podido ser una cierta resurrección de condiciones políticas similares a las que precedieron al «golpe de los coroneles» de abril de 1967, que se adelantó en poco más de un mes a las elecciones generales, convocadas para el 28 de mayo, e inauguraron un período de muertes, torturas y supresión de libertades públicas y privadas. Se sospechaba que aquellas elecciones podrían producir un neutralismo.
El neutralismo, en Grecia, tiene una significación que se une al de la simple equidistancia de los bloques: es, o era entonces, una manifestación de protesta y repudio a una actitud de Estados Unidos y de Occidente en general en su problema Turquía-Chipre (interesaba más fortalecer a Turquía como pieza estratégica que a Grecia) y por lo que consideraba falta de ayuda a su economía exhausta. No es que se reproduzca hoy, exactamente, el neutralismo, pero sí ocurre que la izquierda pretende que las negociaciones con el mundo occidental, y concretamente las que se están llevando a cabo con Estados Unidos para la renovación de bases y acuerdos bilaterales, ofrezcan, al mismo tiempo que mayores garantías para la independencia griega, algunos beneficios sustanciales para el país. Hay también unas elecciones en puertas -probablemente en septiembre- y un ascenso en la opinión pública del principal partido de la oposición, el Movimiento Helénico Pansocialista (Pasok), de Papandreu.
Es indudable que el Ejército no sólo no participa de este punto de vista de la situación internacional de Grecia, sino que una eventual victoria de la izquierda le parece grave. El Ejército griego está formado a partir de la larga guerra civil de la posguerra contra los guerrilleros populares -principalmente, comunistas-, en la que fue alentado primero y ayudado directamente después por el Reino Unido, al que sucedió Estados Unidos; la «doctrina Truman» de contención del comunismo con dinero y armas se inició en Grecia. Los golpistas de 1967 esgrimieron la razón de «evitar el peligro de una amenaza comunista contra la nación». Toda esa formación política de guerra civil y de guerra fría en la que el comunismo se mezcla continuamente con otras ideas consideradas como equivalentes -liberalismo, democracia, socialismo, apertura de costumbres, etcétera- forma parte de la educación en las academias militares, de la tradición familiar de los grupos sociales de los que salen los cadetes; la democracia de 1974 brotó por colapso, casi por muerte natural -con influencia grande de presiones internacionales- y limitó, evidentemente, la depuración del Ejército; redujo el alcance de los juicios y las condenas, pronunció muy escasas separaciones y encarceló en condiciones óptimas a los gobernantes golpistas. El partido Nueva Democracia inició una gobernación centrista que poco a poco ha ido aumentando sus concesiones a una derecha que se caracteriza por su voracidad y a la que siempre todo le parece poco; sobre todo, a medida que ha ido viendo una cierta impunidad. Hay un terrorismo de extrema derecha poco perseguido por la policía y la justicia.
Con este fondo, y con el larguísimo precedente histórico de las dictaduras y Gobiernos fuertes -sobre todo, desde el fascismo de Metaxas-, hacen que el golpe sea enteramente verosímil, lo cual no quiere decir, repitamos, que sea verdad, sino simplemente que es algo creíble, que es algo que puede pasar, y esta sensación irá aumentando, probablemente, hasta las próximas elecciones, para crear el reflejo de centro como reflejo del miedo. Probablemente no llegará a suceder -las circunstancias internacionales son hoy distintas de las de 1967-, pero, si sucediera, los dirigentes centristas que hoy contribuyen a dar alguna solidez al fantasma no estarían entre los últimos en ser perseguidos, maltratados, exiliados y apartados del poder. Como en tantos otros precedentes mundiales. Pero es una lección que no parecen nunca dispuestos a aprender.
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