Matrimonio y divorcio: un enfoque económico / 1
En los últimos años se viene acusando, en cierto modo, a los economistas de «ocupar el espacio» de otros investigadores sociales como consecuencia del fuerte auge que está resultando tener el planteamiento, iniciado en la mitad de los años sesenta, según el cual la teoría económica no sólo explica el funcionamiento del mercado y las actividades que desarrollan en él los diversos agentes económicos que intervienen, sino que puede ampliarse al análisis de las actividades que esos mismos agentes (seres humanos) llevan a cabo fuera del mercado. Aparte de la racionalidad del consumidor, del empresario y del trabajador, ¿por qué no suponer un homo economicus? Se trata, en pocas palabras, de aplicar la racionalidad que se supone al ser humano en su comportamiento en el mercado a todas las actividades que desarrolla, las veinticuatro horas del día.La teoría económica, esencialmente, es una ciencia social. Así, pues, la teoría tiene algo que decir sobre la sociedad y sus problemas. Siguiendo esta argumentación, se están invadiendo parcelas en el campo de las ciencias sociales que, aunque en su origen como ciencia eran temas habituales para la economía política, se habían abandonado hace un siglo y hoy son coto de sociólogos, antropólogos, psicólogos, etcétera.
La teoría económica está desarrollando todo un aparato teórico con el propósito de contribuir al estudio de los más amplios y variados problemas sociales. Por ejemplo, se publican, de un tiempo a esta parte, libros con títulos como Economía del hogar, Economía del crimen y castigo, Tratado sobre la familia... Y aunque las proposiciones de partida sean abstractas, la utilidad de estos nuevos planteamientos, en el estudio de cuestiones sociales, creo que aseguran a esta línea de investigación un buen futuro.
La intención de estos artículos es, simplemente, aportar un nuevo punto de vista, con óptica económica, a la ya sempiterna polémica nacional del divorcio, cuestión que los españoles, con evidente retraso, volvemos a debatir.
De lo que se trata es de extender el análisis de la teoría económica a cualquier tipo de conducta humana, donde quiera que se efectúe. Por tanto, podemos analizar un tipo de elección que sigue la mayoría de los individuos: el matrimonio.
Dado que el matrimonio es, a fin de cuentas, una decisión voluntaria, puede aplicarse la teoría de las preferencias, como en cualquier otra elección económica. No argumentamos nada extraño si suponemos que los individuos al contraer matrimonio esperan que aumente su nivel de satisfacción respecto a cuando permanecían solteros. La conclusión directa que se deriva, según estamos, es que el matrimonio implica una «ganancia» o mejora de situación, comparada con el estado civil anterior, para quienes deciden contraerlo, pero, en modo alguno, existe completa certidumbre de que así ocurra y, aún menos, puede estimarse por cuanto tiempo. De todos modos, lo que sí puede afirmarse es que los determinantes de esta ganancia estarán en función del grado de complementariedad de las características y capacidades personales de los dos componentes del matrimonio.
Si suponemos que todas las actividades que se llevan a cabo en el hogar (matrimonio implica, a nuestros efectos, que dos personas comparten el mismo hogar) tienen como resultado la producción de «bienes familiares», análogos a los bienes públicos, caracterizados por la imposibilidad de excluir a ningún miembro de la familia de su consumo, su distribución no reviste interés mientras el matrimonio permanezca estable. Así, cualquiera de sus dos componentes actúa teniendo por horizonte el matrimonio y no su propia persona. Esto es perfectamente posible si los fines de un individuo comprenden no sólo la satisfacción de sus propias necesidades, sino también la de, al menos, los individuos más cercanos a él.
Por tanto, el matrimonio se constituye, bajo el punto de vista de una organización social como cualquier otra, cuando dos individuos tengan fines comunes a cuyo logro estén dispuestos a contribuir. Puede estudiarse como una forma particular de organización de la actividad humana para satisfacer necesidades. Los límites de su actuación estarán definidos por la extensión de los fines que ambos componentes concierten. De este modo, cada miembro dentro del matrimonio determina su comportamiento o, mejor dicho, el propio matrimonio es quien orienta la conducta de sus componentes hacia la satisfacción de las necesidades de la organización que forman.
Si, además, suponemos un carácter democrático a la toma de decisiones en el matrimonio, sus miembros se comportan entre sí de forma que muestran el mismo interés por el otro componente que por sí mismos.
La consolidación del matrimonio supone la resolución del problema de su organización interna a través de la especialización de sus componentes en las diversas tareas que deben realizarse tanto en el mercado laboral como fuera de él, en el hogar. En otras palabras, el doble problema de en qué actividades emplearán su tiempo, globalmente considerado, y sus recursos monetarios y humanos, y cómo y quién las llevará a cabo, se resuelve de forma óptima.
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