Francia disfruta de altos niveles de creatividad artística a pesar de los bajos presupuestos
Cada vez es más clara la tendencia de los poderes públicos a asumir la gestión de los asuntos culturales, como lo demuestra el hecho de que de los 144 países miembros de la Unesco, 76 de ellos tienen un ministerio encargado de la cultura. Esto significa, por una parte, la rehabilitación de ciertos elementos tradicionales considerados como no económicos, pero, por otra, la intervención en la vida cultural de grupos e instituciones que pueden ejercer sobre la misma una posición dominante. La intervención de los poderes públicos en la financiación de la vida cultural se ejecuta de diversas formas, según los distintos países.
En Francia, primer país que examinamos hoy, en una serie que dedicaremos al uso del gasto cultural, los recursos destinados a la cultura por parte del Estado apenas alcanzan el 0,48% del presupuesto nacional, aunque, en un futuro próximo, podrán aumentar estos recursos ante las nuevas perspectivas abiertas por la elección del socialista François Mitterrand como presidente de la República.En la reciente campaña electoral que cuIminó en Francia con las elecciones presidenciales, ganadas por el socialista François Mitterrand, se debatió relativamente poco la cuestión del gasto cultural francés. El candidato socialista prometió salir de la miseria del 0,48%. Por su parte, el hasta entonces presidente de la República, Valèry Giscard d'Estaing, fue más remiso, pero ante tan ridículo porcentaje reconoció que esa pobreza era revisable.
La cultura es en Francia el hijo pobre del presupuesto de la nación. Esta afirmación es más cuantitativa que cualitativa, porque la cultura forma parte de una cierta manera de ser de los franceses y su ejercicio es una tradición que es capaz de superar las cicaterías.
Hasta hace ya bastantes lustros, por ejemplo, París se consideraba como la capital mundial del arte. Ahora ya no es así, pero algo queda de aquello. Un ejemplo de la versión moderna, tecnocrática si se quiere, del culturalismo innato de los franceses lo constituye el Centro Pompidou, tanto por lo insólito de su concepción, como por la promoción de que fue objeto al ser inaugurado. Meses después de su inauguración, aprincipios de 1977, este centro se convirtió en un lugar de peregrinación mundial.
La brillantez de gestos como ése oculta, por tanto, la verdadera miseria de la cultura. El presupuesto que el Estado francés le dedica a la cultura, como decimos, ocupa el farolillo rojo de la tabla de los otros gastos estatales. Representa el 0,48% de todos los capítulos de la ley económica que cada año establece el Gobierno. Ese porcentaje equivale a los 2.962-millones de francos (unos 50.000 millones de pesetas), a lo que habría que añadir las contribuciones regionales o locales. Unos 16,000 millones de pesetas se destinan a gastos de equipo y el resto va para gastos ordinarios. (Una comparación a vuela pluma la pueden hacer los lectores teniendo en cuenta que, para igual capítulo, España dedica un total de 13.000 millones de pesetas).
Algunos sectores particulares que se benefician del presupuesto cultural francés son los que siguen: el presupuesto teatral, que aumentó en un 20% en 1980; el del Conservatorio fue de cien millones de francos (1.700 millones de pesetas) en el mismo año, y hace dos había sido sólo de veintiséis millones de francos; la ópera lírica recibió 175 millones de francos (algo más de 2.000 millones de pesetas). Y la compañía teatral Renaud-Barrault, que comenzó sus actividades hace unas semanas, se hizo acreedora a un presupuesto de 35 millones de francos (unos 540 millones de pesetas).
Las expectativas
«El problema de la cultura no ha estado en el centro de la campaña presidencial francesa, por lo que no se esperan grandes cambios en la cuestión de la financiación con François Mitterrand en el poder; sin embargo, la acción estatal puede ser determinante como estímulo y como ejemplo», opina el director del Instituto de Cultura Francés de Madrid, Abraham Bengio.
Este estimulo y ejemplo puede producirse, según el director del Instituto Francés en el sentido de que con Mitterrand «podemos profundizar más en el aperturismo y en el humanismo cultural, dada la calidad de hombre de la cultura del presidente electo de Francia. Sin embargo, desde el punto de vista de la Administración pública de la cultura, en la nueva situación subsistirán, por lo menos, tres series de problemas.
En el orden económico, el presupuesto y los recursos destinados a la cultura continuarán siendo los más frágiles, debido sobre todo a la crisis económica. Además, habrán de resolverse problemas estructurales que toman cuerpo en posibles medidas de descentralización de las iniciativas, porque es tradición de la izquierda prestar una mayor atención a los problemas de las culturas minoritarias.
Para el director del Instituto Francés de Madrid no es extraño que en Francia, como prácticamente en el resto de los demás países, haya sido la izquierda la auténtica creadora de cultura, que luego la ha administrado la derecha. «Esto es una constante histórica».
Cuidado con la "rentabilidad"
La llegada de un presidente socialista al palacio del Elíseo en un país como Francia, en el que la carga cultural histórica es impresionante y puede decirse que siempre ha sido el resultado de la gestión conservadora, crea uña expectación sin precedentes.Por ahora, sólo es posible referirse a las opciones culturales de las que Frangois Mitterrand se ha hecho portador a través de un programa electoral que el nuevo ministro de la cartera, Jack Lang, promete realizar. «No a la política cultural rentable, a las tasas de ekticha y a los sondeos. Y sí a la atribución de verdaderos medios», constituye la línea conductora de la filosofía cultural de Mitterrand. Varios proyectos y medidas concretas, de manera más o menos inmediata, cristalizarán esa política: un pacto nacional por la cultura, creación de una ciudad internacional de la música, escuelas europeas de cine y canto, una academia franco-latina, una ley-programa de educación artística. Y en sectores específicos cabe reseñar: precio único de los libros, descentralización artística y aumento del presupuesto atribuido a la cultura por la ley de finarizas de la nación. Esto último, naturalmente, sólo sería posible a partir del próximo año. En el momento presente, las cifras vigentes oficiales, por ahora, son otras».
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