El uso de alimentos como arma política divide al Consejo Mundial de Alimentación
Ha concluido en la ciudad danubiana de Novi Sad, capital del granero de Yugoslavia, la VII reunión del Consejo Mundial de la Alimentación, creado por las Naciones Unidas en 1974 a raíz de la crisis alimentaria de 1972-1974. La semana de reuniones de cerca de cuarenta ministros y altos funcionarios de Agricultura o carteras afines ha transcurrido dentro de la ya normal línea de tiranteces entre el desarrollo y el subdesarrollo. Los países agrícolamente más desarrollados se han manifestado reacios en su mayoría a la formación de grandes reservas cerealeras intemacionalmente controlables y favorables del trato bilateral. Otro caballo de batalla del Tercer Mundo, apoyado al respecto por la URSS, ha sido la no vinculación de las ayudas alimentarias a afinidades políticas, como exigió en su discurso inaugural el nuevo presidente del CMA, Francisco Merino Rabago, de México.El espectro del hambre, enfermedad padecida cada año por más personas «en un mundo que manda a otros planetas sus naves, sin poder nutrir a quinientos millones de sus habitantes», como dijo el mexicano Merino Rabago, no ha sido ahuyentado en esta séptima reunión del CMA. Si los más optimistas pensaban hasta no hace mucho que el año 1985 marcaría el fin de la malnutrición, la frontera se ha desplazado ahora hacia el año 2000. Las perspectivas son particularmente sombrías al sur del Sahara, donde la producción alimentaría ha decrecido en un 10% desde los años sesenta. En cambio, China, la India, Pakistán y Colombia figuran entre los países elogiados como ejemplo de países salientes de la penuria alimentaría gracias a esfuerzos hechos a escala nacional.
Uno de los puntos más espinosos de la resolución de dieciséis folios ha sido el número veinte, donde la oposición de Estados Unidos, Reino Unido y Australia hizo imposible la unanimidad sobre el apartado del proyecto en el que se leía: «El Consejo reafirma su certeza en que los alimentos no tendrían que usarse como medio de presión política».
Michael Calingaert dijo en nombre de su país que «Estados Unidos, como Estado soberano, tiene derecho a decidir qué países recibirán su ayuda», pero citó como ejemplo de liberalismo decisorio el caso de que Washington no haya cortado sus envíos alimentarios a Nicaragua. Por su parte, el ministro de Agricultura de Argentina, Jorge Aguado, ponía como ejemplo de oposición a los embargos alimentarios los envíos trigueros de su país a la Unión Soviética el año pasado.
En uno de los puntos más sensibles (el número veintidós de la resolución), el de la renegociación del acuerdo mundial triguero de 1971, Estados Unidos dejó constancia de sus reparos al respecto. El acuerdo de 1971 se ha mostrado incapaz de impedir que los precios oscilen libremente, disparándose en época de vacas flacas. Los desarrollados se han manifestado opuestos a un techo bajo de precios intervenibles mediante reservas internacionales de grano. Todos los países tienen que crear sus reservas «sin esperar a un nuevo acuerdo triguero», declaró John Block, ministro estadounidense de Agricultura.
El punto veinticuatro de la resolución establece un modesto nivel de 7.600. 000 toneladas de fondo de ayuda hasta 1983, recabándose esfuerzos para elevarlo a un mínimo de los diez millones de toneladas. La reserva internacional de emergencia alimentarla tendrá que llegar a las 500.000 toneladas por año.
Tesis ambiciosas
El delegado soviético, Vladimir Mordvinov, negó que su Gobierno siga también la política de bilateralismo político que se le reprocha en las ayudas y se pronunció a favor de la desaparición de barreras aduaneras y condicionamientos políticos en el trato alimentario. Fresco todavía en su memoria el veto triguero de Carter contra la Unión Soviética. Pero entre los delegados del Tercer Mundo entrevistados por la televisión yugoslava no faltaron los que criticaron a la URSS por no cooperar más que con sus aliados del mundo en desarrollo. Moscú suele argumentar que el atraso del Tercer Mundo es de la exclusiva responsabilidad de las ex metrópolis coloniales y no de los países socialistas.H. von Verschuer defendió a la Comunidad Económica Europea de los cargos de proteccionismo que se le imputan. En base a la convención de Lomé, 61 países en desarrollo no miembros de la CEE exportan a la Europa de los diez sin barreras aduaneras «en un 99% de los casos». Pero el delegado yugoslavo aclararía en una entrevista que su país veía barreras todavía mas peligrosas en las disposiciones proteccionistas extraaduaneras, variables, cuotas y limitaciones de temporada.
La resolución de Novi Sad insta a que los países desarrollados hagan efectiva la ayuda al desarrollo del 0,7% de su producto nacional bruto que aprobaron las Naciones Unidas en su VII sesión especial. Algunos, como Noruega, han decidido dar voluntariamente por encima de ese óbolo. Otros prefieren gastárselo en sus satélites políticos o apadrinados económicos.
El Consejo Mundial de la Afimentacíón se declaró «concernido» por el hecho de que las ayudas a la alimentación y la agricultura decrecieran en 1979 al ritmo del incremento armamentista. Según los experlos presentes en Novi Sad, para acabar con el hambre mundial los países en desarrollo tendrían que crecer a un ritmo agrario del 4% anual mínimo y del 7% en la industria, sin ceder a la tentación de roer aquélla para inflar ésta con productos incoloca.bles en los mercados. Tesis no exenta de paternalismo ni de cifras ambiciosas, teniendo en cuenta la crisis mundial y el mal ejemplo del decenio pasado, cuando también hubo que haber crecido a una cadencia agrícola anual del 4% y no se llegó más que al 2,7% anual.
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