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La neumoma atípica en las zonas rurales, el fantasma de una epidemia medieval

La epidemia de neumonía atípica detectada en Madrid hace aproximadamente un mes ha supuesto una verdadera conmoción en todo el país debido a las incógnitas que la rodean. Si bien la angustia de la población ciudadana, caso de Madrid, uno de los principales focos, se ha visto paliada en alguna medida por la enorme masificación de la capital de España, las zonas rurales de León y la sierra madrileña han vivido la epidemia con una auténtica psicosis de pánico.«...Querido hijo, en vista de cómo están las cosas, te pido por favor que cuando la leas, quemes esta carta y te laves las manos».

Estaba tan reciente el primer muerto de Meizara, al inicio del páramo leonés. que Filomena, la dueña del bar del pueblo. prefirió tomar esta precaución epistolar para avisar de la situación a su hijo estudiante en Valencia. Hoy, sábado por la tarde, sirve algún anís a los primeros vecinos que vuelven del campo al caer la tarde y se congregan bajo el televisor en color hablando a voces y jugando a las cartas para eludir de algún modo la psicosis de pánico que impera desde hace unos días.

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«Ya estamos más tranquilos, porque vemos que la cosa va mejor», dice Filomena, «pero el día que enterraron al chiquitín de veintidós meses, en el pueblo no se movía un alma y a dar el pésame a los abuelos, porque la madre y el padre del crío estaban en el hospital de León, no crea usted que fue tanta gente».

Fue en Meizara -doscientos habitantes- junto a Santa María del Páramo y al lado de Fontecha -pueblo en el que, por cierto, no se ha registrado un solo caso de esta neumonía atípica dichosa-, donde el 14 de mayo se produjeron las primeras bajas. «La madre y el chico, pero ya ella estaba muy malita, por lo menos de quince días antes», dice una vecina con acento asturiano que está absolutamente convencida de que los micoplasmas caen del cielo en aviones, «me dicen que es porque en España somos mucha gente ya». La gente se ríe todavía, descargando una opresión ficticia en el pecho, al encontrarse en las calles, en el bar. Frente a la puerta de la casa del presidente de la comunidad de vecinos de Meizara, hay un corrillo de mujeres que preguntan por la salud de alguno de los vecinos afectados. Ya van seis o siete, la gente cuenta en voz alta, «la Alfonsa, que tiene veintiocho años, la de Esencio, que tendrá 55, la chica de dieciocho, y la del Lolo». Vicente Castellanos, el presidente de la comunidad, acaba de dejar a la mujer en el Hospital General de León, porque la residencia sanitaria estaba llena, y se muestra tranquilo, «me dijeron que tiene un poco na más, pero ya ve usted, con tantos adelantos como hay y no dan con ello». Vicente Castellanos, de 66 años, repite a los que quieran oírle -que no son demasiados, porque a Meizara desde hace dos semanas no viene mucha gente- las mismas cosas que a los inspectores de Sanidad de Madrid, que estuvieron aquí hace días. «Tenemos animales enfermos, los conejos como siempre, y algún pollo de los que nos traen los vendedores ambulantes, pero no sabemos más. Aquí vivimos de la agricultura, de la remolacha, la alubia, el trigo, la cetada y la gente piensa si no será cosa de las basuras que aquí vienen de tos los laos y las tiran ahí en un monte». La verdad es que esto se parece a la enfermedad de las gallinas. La gente dice que había pájaros muertos en los campos de Meizara y Chozas de Abajo, donde hay un número parecido de enfermos. Pájaros que vienen de Extremadura y se quedan en León hasta septiembre anidando en toda esta zona. Se dicen cosas, muchas y variadas. La gente habla de un muchacho de San Miguel del Camino que «se puso muy malo» por haberecogido una golondrina, y otros chicos aseguran también haber visto muertos un par de vencejos, claro que dos pájaros son poca cosa para establecer una teoría. «Yo digo que eso han sido los pesticidas para matar halcones que usan los americanos allí en Torrejón. que se les juntan lo menos 3.000 y les estropean los aviones allí en la base», asegura un vecino que tiene mujer e hija en la residencia sanitaria de León, «allí están y dice el médico que el miércoles o eljueves me las manda pa casa, claro que hasta que no las he visto por una ventana no me he quedao tranquilo»

El joven veterinario que recorre los pueblos del páramo, Vicente Llamazares, es de los pocos que siguen viviendo por aquí. «Estamos haciendo un informe urgente para Sanidad sobre el estado de los animales; pero, por lo que parece, no hay ningún caso de ornitosis. Sí, sí; yo también he oído eso de los pájaros: que si están atontados, que si se les puede coger con la mano. Pero no es verdad. Yo, por lo menos, no he podido coger ninguno». León provincia ha sido uno de los puntos de España más afectados por esta epidemia atípica y propensa a toda clase de suspicacias. En el hospital de la Virgen Blanca, por ejemplo, el personal de rayos, enfundado en batas y mascarilla, sucumbe también de cuando en cuando a la necesidad de comprobar que los propios pulmones siguen sanos. «Como no se sabe nada, ni cómo se transmite ni qué medidas tomar, llega un momento que no se puede evitar la psicosis». La pensión de Sahagún, con casi todos los habitantes ingresados, ha conmovido bastante a la opinión pública. Frente a ello, los mozos de Meizara fuman y toman copas de anís, convencidos de que «esto sólo les da a los viejos o a las mujeres que están demasiado sanas».

Pero no sólo han sido mujeres, como en Meizara, los afectados por la neumonía atípica. En las Navas del Marqués (Avila), uno de los primeros afectados fue un fontanero de treinta y pocos anos, que ya ha sido dado de alta y se recupera en casa del susto pasado. La gente, en Las Navas, ha padecido una de las mayores psicosis de pánico que los médicos del pueblo recuerdan. «En veinticinco años de profesión», comenta José Suárez, uno de los dos médicos del pueblo, «no había visto una cosa así». Sobre la mesa camilla de la consulta hay varios frascos de pantomicina, la llave maestra contra la neumonía atípica, aunque no todos los laboratorios están de acuerdo. «Mira, hija: hay que decir que las cosas se están calmando, que la enfermedad está yugulada, porque es verdad, y que en Avila se están portando de maravilla, pagándole a la gente los taxis, aunque yo mando a muchas personas a hacerse las placas aunque sospecho que sólo tienen una aprensión de tipo psíquico». La inmensa mayoría de la población de Las Navas, unas 5.000 personas, vive del turismo madrileño, que ha descendido en picado con las primeras noticias de la epidemia. «La Prensa también es responsable. ¿Cómo se les ocurre decir que la neumonía empezó en Las Navas? Pero, por Dios, si todo el mundo sabe que la cosa viene de Torrejón». Antonio Quirós, alcalde de Las Navas del Marqués, de Unión de Centro Democrático, se encrespa ferozmente cuando piensa en los 20.000 o 25.000 veraneantes que paeden no venir al salón Manolo, donde hoy, domingo, se celebran una boda y varias comuniones de gente de Madrid. Le obsesiona el perjuicio económico del pueblo todavía más que a los fruteros, que han tenido que tirar, las fresas y alguna verdura.

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