La huelga de hambre como arma política

(...) ¿Puede reducirse a simple suicidio la actitud de Bobby Sands, que murió abrazado al gran crucifijo que le había entregado, unos días antes, el padre Magee, envíado especial del Papa? Ciertamente, no. El primado irlandés, que en nombre de Dios se dirigió a la primera ministra británica para que reconsiderase su actitud, no ha querido aplicar las sanciones que el Derecho eclesial -canon 1.240- establece para quienes se matan mediante una decisión deliberada.Ahora bien, sería malsano utilizar estos casos excepcionales para hacer una apología del suicidio y para crearle un estatuto ético como arma política; precisamente por que, en la política, las decisiones personales más sublimes pueden derivar con facilidad en instrumentalizaciones programadas.

, 21 de mayo